ALARIDO / FEDERICO REYES HEROLES #MartesDeColumnas

NACIONAL, POLÍTICA

Por supuesto que el vandalismo irrita, vandalismo que igual daña bienes públicos que privados. Ver dañado un monumento que es un símbolo nacional subleva. Afectar y maltratar los servicios afecta a todos, son de todos. Pero esa furia, esa ira son un alarido frente a una sociedad que pareciera sorda.

El recuento de Mario Luis Fuentes de ayer es estremecedor, retomarlo una y mil veces es obligado, hasta memorizarlo. En dos décadas (1998-2018) hubo 690 menores de un año, bebes, asesinadas, por golpes, ahorcamientos, ahogamientos, armas punzocortantes. Una infamia que habla de la degradación de nuestra sociedad. De 1 a 4 años fueron 1,548 niñas asesinadas, con los mismos métodos de la perversidad sin límites. De 5 a 9 años fueron 1,072 que aumentaron a 1,216 de 10 a 14. El universo de las adolescentes, de 15 a 19, es indigerible: 26,244. ¿Qué es esto? Lo llaman feminicidio, pero la palabra oculta una brutal miseria humana.

¿Qué sociedad hemos creado? Sabemos del tradicional machismo mexicano, pero esto pareciera una espiral de violencia sin fin. De enero a junio, más de 25 mil delitos con un incremento del 20%. Más de un 60% de las mujeres ha sufrido algún tipo de violencia, buena parte dentro del hogar o por individuos vinculados. Armando Ríos Piter recordaba que cada cuatro minutos ocurre una violación. El actor es el “pueblo bueno” que patea el ABC del pacto civilizatorio aceptando esa violencia. Elevar la condena social es el imprescindible primer paso. Hay algo muy podrido en nuestra cultura cívica. El macho que grita a la esposa en la sobremesa frente a los hijos es el instigador de futuros violadores. La cuna está allí.

Encaremos a la sacralizada familia mexicana, que es en realidad la madriguera de muchos de nuestros males más profundos. Los golpeadores, por ejemplo, circulan por la vida pública sin que exista una condena. Las mujeres ocultan su realidad, los golpes mismos, por pena a delatar a sus maridos, amantes, novios. La gran mayoría cae derrotada en el silencio, sólo 2% acude a la denuncia. Mientras seamos incapaces de encontrar soluciones prácticas a las formas de denunciar, como lo están implementando en Querétaro, el silencio devorará a las víctimas. Si a ello agregamos nuestra nula capacidad de investigación y el raquítico aparato de administración de justicia (tenemos la décima parte de los jueces que nuestra población requiere), pues no debemos asombrarnos de la grosera impunidad que reina en nuestras vidas.

Patricia Olamendi, una voz muy autorizada, recordaba también en Excélsior la necesidad de contar con una comisaría de la mujer en cada municipio. Deben ser mujeres las que atiendan a mujeres para ir poco a poco rompiendo ese cerco de silencio que termina por ser un peor cómplice de la impunidad. La Estadística de la indignación fue la cabeza de esta casa editorial para el desglose mensual de las 23,326 carpetas de investigación iniciadas de enero a junio por feminicidio, abuso, acoso, hostigamiento sexual y violación.
En promedio cinco delitos relacionados con violencia de género cada hora, casi 130 cada día. Hay una decena de policías vinculados por violación en CDMX, una de ellas masiva. Ésa es la sociedad en la que vivimos y que provoca vergüenza.

Impunidad Cero reportó 88.3% de los delitos denunciados por violencia de género quedan impunes. Sólo 11.6% son conocidos por un juez. Y esa violencia está en todas partes, su incidencia se mira así, 25% en las escuelas, casi 27% en el medio laboral, casi 40% en la comunidad, 10% en el ámbito familiar y 44% en las relaciones de pareja. La no denuncia se explica en buena medida porque se considera a esa violencia como algo sin importancia. Los principales agresores dentro del hogar son primos y tíos. Ésa es la linda familia mexicana.

Está en nuestros torcidos valores. Mirémonos al espejo. Seamos sensatos, educación, investigadores, jueces y comisarías en cada municipio, ni trenes mayas ni otras ocurrencias.