¿ALITO O AMLITO? @MARTHAGTZ #Domingueando

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

Hay dos ejemplos que describen plenamente la contradicción de su discurso y demuestran que lo último que previene es la entrega, sumisión y corrupción.

Alejandro Moreno mejor conocido últimamente como Amlito es el presidente nacional del PRI.

Como su nuevo mote lo infiere, propuso —hace una semana— al mejor estilo de Andrés Manuel López Obrador, modificaciones que concentran y centralizan absolutamente las decisiones de poder. Lo hizo en un partido político, que si bien de facto lo ha hecho así desde hace años, se respetaban códigos y principios de la representación política. Entendido como un principio de orden, porque así se comprendía la política. Es decir, se cuidaban los intereses de la población. Criticable para algunos, por supuesto; sin embargo, por muchos años fue funcional y es innegable que produjo avances.

También es cierto, que bajo esta circunstancia representó cada vez menos a la población y atendió más a los intereses de una disque élite. Pero el sobrenombre no fue por este hecho, sino por la abierta y humillante sumisión a AMLO.

Amlito, impulsado por José Murat (curiosamente, padre del gobernador que mayor pleitesía rinde a AMLO) y Rubén Moreira, de Coahuila, se dan el lujo (yo le llamo cinismo) de justificar el acto de apropiación de nombramientos de comités estatales, candidaturas federales y locales de mayoría relativa y representación proporcional, afirmando, que es una acción que va a salvar al partido del entreguismo y simulación en favor de la 4T (sic).

Hay dos ejemplos inmejorables que describen plenamente la contradicción de su discurso y demuestran que lo último que previene es la entrega, sumisión y corrupción, por el contrario la alienta aún más: CDMX y Nuevo León.

En el primero, Amlito le entregó la dirigencia a un individuo de apellido Betanzos, empleado incondicional de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien a su vez fue súbdito de Marcelo Ebrard, sometido de Héctor Serrano y tapete ¿de quién creen? Sí, de AMLO cuando fue jefe de Gobierno. Es la misma persona que “coordinó” a los diputados locales e hizo acuerdos económicos con el PRD y el PAN, además de ser señalado por obtener ganancias millonarias utilizando como pretexto la reconstrucción del Distrito Federal, hoy CDMX.

 

Más contradictorio no puede ser. Porque durante la campaña por la Presidencia de José A. Meade, y a pesar de los esfuerzos por hacerlos a un lado, el entonces dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, defendió a esta misma camarilla que ya no tiene la capacidad ni de agrupar a dos mil militantes (en una ciudad de 8 millones de habitantes), y los premió con candidaturas plurinominales y recursos económicos.

Además, por si esto fuera poco, ahora los hicieron defensores de la institución política en la CDMX. Tal vez defienden algún otro interés… porque, como nunca, en la última elección hicieron evidente su simulación y falta de representatividad, llevando de una alcaldía a otra a todos los actos de campaña en 2018, a las mismas personas.

En Nuevo León, los medinistas (llamados así por el ex gobernador Rodrigo Medina), que a pesar de haber logrado uno de los peores gobiernos de la historia, dejando a esa entidad hundida en temas de corrupción y desvío de recursos, ahora son impulsados por Amlito, para monopolizar la dirección del Comité Ejecutivo Estatal poniendo al frente a un baluarte como Heriberto Treviño mejor conocido como el “Mudo”, por su gran capacidad para transmitir ideas ante la prensa.

Como podemos apreciar, con estas dos perlas queda claro que el discurso de “ya no más acuerdos en lo oscurito”, “ya no pretendan seguir beneficiándose del PRI“, “nunca más cuotas de cuates”, “la fuerza está en la militancia”, etc., es falso. Queda claro que el primer objetivo ya se logró. Se hizo de las candidaturas, para negociar con AMLO.

El segundo objetivo que es desalentar al priismo, aventar a los pocos gobernantes y cuadros con experiencia, trayectoria y talento que tiene el PRI en manos del gobierno, o incluso del PAN, lo está llevando al cabo día con día, con vehemencia y mucho esfuerzo. Clara Luz Flores, alcaldesa de Escobedo, Nuevo León, es un gran ejemplo de ello.

Cristina Díaz ya medita seriamente (hablando solamente de un estado), seguir sus pasos, como respuesta a las decisiones cupulares. De igual manera, otros cuadros de exdiputados, con una preparación y experiencia envidiable que ya desearía tener el presente gobierno para arreglar la notoria ineptitud e ignorancia legislativa de Morena, ya se preparan para hacer lo mismo.

Hoy en día, renunciar al PRI por parte de sus militantes implica para ellos, controlar su futuro y su destino político. Ya que someterse y seguir pensando que el presidente nacional de su partido piensa en ellos, defiende sus causas, y esperar a que proponga un proyecto pensando primordialmente en el futuro del país, es pedir demasiado.

Aunque, aún existe una tabla de salvación en el camino. Por ahí dicen, que Morena caerá más bajo y más rápido que el PRI. Tal vez esa sea su apuesta.

Decir Amlito o Alito vaya que ahora si hace sentido, por la inmensa similitud y capacidad de destrucción en ruta por la concentración de poder pero, sobre todo, por la incapacidad de comprender, que la razón de ser de la política comienza a partir lo que verdaderamente demanda la población y los instrumentos que deberían ofrecer. Sin embargo, la construcción no se le da a todos y menos si te llaman Alito o Amlito.