AUTOPSIA A LA ELECCIÓN JUDICIAL @DulceSauri #JuevesDeMasColumnas EN @DiariodeYucatan
DULCE MARÍA SAURI RIANCHO*
SemMéxico, Mérida, Yucatán. Quizá, amig@s lectores, piensen que exagero. Pero permítanme plantear la necesidad de realizar una autopsia —sí, una autopsia— a la elección judicial del pasado 1 de junio. Según la definición clásica, se trata de un “examen médico detallado de un cadáver, para averiguar la causa de su muerte”. Y aunque la democracia mexicana sigue respirando, muchos coinciden en que, tras este proceso, ha recibido una puñalada que puede resultarle mortal.
Una parte del electorado —esa “inmensa minoría” de la que hablaba Krauze citando a Juan Ramón Jiménez— ve con claridad el tamaño del daño. Coincide también en que salir del atolladero en que Morena nos ha metido no será tarea fácil ni rápida. Pero no bastan los lamentos. Sin entender cómo se mató al Poder Judicial, difícilmente sabremos cómo revivirlo.
Echemos mano al bisturí: empiezo con los números. Para evitar que los decimales nos distraigan del fondo, los cerraré con pinzas quirúrgicas. Me concentro en la boleta para elegir a ministras y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN): 5 espacios para mujeres, 4 para hombres.
Con una lista nominal de votantes cercana a los 100 millones de personas, acudieron a votar 13 millones. De éstos, más de 2 millones anularon su voto o dejaron recuadros en blanco. Nos quedamos con 10 millones de votos válidos de la boleta morada para ministr@s de la SCJN.
Si el oficialismo hubiera tenido éxito total, sus candidaturas debieron concentrar esos 10 millones. Pero he aquí el primer hallazgo de esta autopsia: el ministro más votado fue Hugo Aguilar Ortiz, con 6.2 millones.
¿Y los 3.8 millones restantes? ¿Por qué no votaron por Aguilar? Le siguió Lenia Batres, con 5.8 millones. ¿Por qué 4.2 millones la ignoraron, a pesar de su exposición mediática y su cercanía al poder?
En el último escalón oficialista encontramos a Sara Herrerías, con 3.2 millones, y a Arístides Guerrero, con 3.6 millones. Ambos apenas alcanzaron los votos necesarios para colarse entre los nueve elegidos.
Pero más que destacar su ingreso, debería preocuparnos el silencio de los 6.8 millones que no la eligieron a ella, o los 6.4 millones que pasaron sin votar por él.
Alguien podría decir que esto demuestra la ineficacia del famoso “acordeón morenista”. Puede ser. A-B (Aguilar-Batres) alcanzaron la cúspide, pero los demás no corrieron con la misma suerte. La estrategia, evidentemente, no penetró por igual en todos los territorios.
Y ahí es donde esta forense hinca el bisturí: el territorio. Coahuila —sí, el bastión priista— fue el estado con mayor participación del país, sin elecciones concurrentes como Veracruz o Durango.
¿La razón? Tal vez sus 106 cargos judiciales locales en disputa. En contraste, Guanajuato, gobernado por el PAN y sin comicios locales hasta 2027, tuvo la participación más baja. Aunque, para ser justos, Sonora, bastión morenista, también “no cantó mal las rancheras”, de la abstención, con menos del 10% de votación.
En cambio, estados previsores como Chihuahua decidieron “darle prisa al mal paso”. Sabiendo que elegirán gobernador en 2027, su Congreso adelantó el proceso judicial para este año, con nada menos que 305 cargos locales en juego.
Pasemos al microscopio. Me topo con la distribución regional de los votos. En los tres estados peninsulares, Aguilar superó a todas las ministras. En Campeche, Yasmín Esquivel se impuso a su colega y, en Quintana Roo, sólo en Chetumal Batres logró aventajarla. En Yucatán, Loreta Ortiz obtuvo más votos que Esquivel en distritos de Mérida. Algo pasó ahí.
Por razones geográficas y sentimentales, detallo la autopsia en Yucatán. No cuento con la misma desagregación para la elección local (todavía), pero para la federal sí. Con una lista nominal de 1.8 millones, la participación fue de apenas 12.7%, es decir, 228 mil votantes. Aplicando el promedio nacional de votos nulos, estimamos que 180 mil sufragaron correctamente por ministras y ministros.
En Mérida, la capital, la abstención fue alarmante: participación de entre 9.5% y 10.7%. En el interior del estado, un poco más: 14.7% a 16.6%. El distrito de Progreso destaca: las cinco ministras del “acordeón” obtuvieron casi la misma cantidad de votos, entre 30 mil y 33 mil cada una.
Traducido al idioma de la movilización territorial: en los tres distritos del interior, el “ejército” morenista ronda las 30 mil personas. En Mérida, aproximadamente 11 mil por distrito.
Este hallazgo revela que el oficialismo no echó toda la carne al asador. Hicieron lo mínimo para asegurar que sus alfiles judiciales ganaran. Pero nadie espere la misma contención en 2027.
Y aquí viene la propuesta de fondo: si mapeamos esta elección judicial por distrito federal y por estado, podríamos construir un retrato bastante preciso de la fuerza territorial de Morena.
Sabemos que en 2027 esa fuerza se desplegará con mayor intensidad. Pero si nos adelantamos, si conocemos el terreno, si entendemos sus patrones de movilización, podemos empezar a construir un muro de contención desde ya.
Reitero, con bisturí en mano: el territorio es clave. Conocimiento, análisis estratégico y movilización ciudadana son las herramientas de resistencia para los años difíciles por venir.
Esta forense deja en la mesa estos apuntes. Ojalá sirvan para iniciar otras autopsias, otras investigaciones. Porque si no entendemos lo que está matando a la democracia, no podremos revivirla. — Mérida, Yucatán
dulcesauri@gmail.com
*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgoberna dora de Yucatán
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