CRUZAR EL RUBICÓN @JoaquinNarro #JuevesDeMasColumnas EN @LaCronicaDeHoy
A la Universidad y a su comunidad
En los últimos días, derivado del plagio cometido en su tesis de licenciatura por Yasmín Esquivel, el presidente de la República se ha afanado en descalificar a la Universidad Nacional Autónoma de México, a su Rector, el Doctor Enrique Graue, a sus cuerpos colegiados y a su comunidad. El embate no es nuevo. En distintos momentos, López Obrador ha centrado sus ataques y críticas en la Universidad de la Nación. El embate no es extraño. La Universidad representa – por su esencia como centro del pensamiento – la pluralidad, la tolerancia, la diversidad y la dignidad, valores que el presidente ha demostrado le resultan extraños o francamente incómodos. El embate no será el último. A cualquier gobierno, especialmente a uno de las características del actual, le interesaría acallar esas voces que emergen de una comunidad crítica como es la universitaria.
Permítaseme hacer a un lado la coyuntura del caso Esquivel, porque en la defensa a la Universidad Nacional Autónoma de México que desde aquí hago, aquel tema es secundario.
La Universidad Nacional Autónoma de México es una institución centenaria que ha acompañado el desarrollo de México incluso antes de que éste existiera como nación independiente. Durante el siglo XX, una vez restaurado su carácter nacional y consolidada su autonomía, se convirtió en el centro del desarrollo científico, humanista, cultural y tecnológico del país, pero, más aún, adquirió múltiples tareas “informales” como la de ser bujía de la movilidad social, custodia de los valores éticos de la sociedad, referente de aquello a lo que como país aspiramos, crisol del pensamiento múltiple y diverso, espejo de la realidad nacional. Por eso y muchas otras razones la Universidad no es escuela, colegio o instituto. Por eso la Universidad se escribe con mayúsculas y en su mención no requiere los apellidos de “Nacional”, “Autónoma” o “de México” para saber que se trata de ella.
Hoy que el presidente vuelve a cargar en contra de ella, no podemos extrañarnos. Este año se renueva la rectoría y esto es algo que importa al gobierno, a su partido y a quienes se asumen como candidatos de trámite ante lo que imaginan como una eminente renovación de la llamada cuarta transformación. No ver esto y no comprender los embates y sus razones es no entender la política nacional. De igual manera, ver los embates, comprender las razones de estos y no hacer nada, es no entender a la Universidad. El presidente se equivoca por doble vía. Primero, aún cuando la lógica del poder hace lógica su actuación, ello no la hace correcta. A la Universidad se le debe de respetar y mantener fuera de esa politiquería de la que el propio mandatario se queja. Segundo, confiar en que la Universidad es una institución más a la que se puede someter, puede ser un error definitivo, algo así como cruzar el Rubicón. A diferencia de otras instituciones que han sido objeto de la estrategia política presidencial – recientemente el INE, pero en otros momentos muchas más – la Universidad y sus entrañas están vivas.
Si el presidente insiste en que el sometimiento de la Universidad forme parte de su estrategia, cruzará una línea de la que será imposible dar marcha atrás. La Universidad es mucho más que sus autoridades, sus grupos, su papel formal, sus tareas arrogadas e incluso que su historia. La Universidad es mucho más que una institución formal del Estado Mexicano, pues está viva y vive en muchos quienes somos parte de ella. A nadie hace bien el intento de intervenir en su vida interna. Por el bien de todo y de todos, ojalá que el presidente desista de un juego en el que el resultado no le será favorable, pero del que la propia Universidad saldrá lastimada. La cuarta transformación, Morena o el presidente pasarán, pero la Universidad seguirá allí, alimentada en sus venas por el torrente que formamos millones de universitarios. ¡Goya, Universidad!
Profesor de la UNAM y consultor político
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