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COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

Rumores filtraciones, versiones y buenos deseos salpican el escenario político, en busca de inundar el ambiente y que resulte, en una de esas, atinados los eventuales cambios en el gabinete del Presidente López Obrador.

Un día sí y el otro también se registra el juego de los nombre, estableciendo la idea de que el secretario de tal dependencia o un alto funcionario, será relevado, por no cumplir con el propósito de la misión que le fue encomendada.

Se ejerce presión en contra de los funcionarios que se pretende sean cambiados, se mencionan nombres de sus supuestos relevos y se establecen plazos para acelerar el pretendido proceso.

Con todo y ello, los funcionarios en cuestión se mantienen inamovibles, firmes, sólidos como granito, atornillados en la silla de su despacho, sin hacer caso de esos buenos deseos de sus adversarios y críticos.

Es cierto que muchos de los secretarios del gabinete o miembros del llamado gabinete ampliado no han podido cumplir con los objetivos trazados y otros más han decepcionado con su actuación, aunque han recibido una y otra vez el espaldarazo presidencial.

Son muchos los que recalan que el Presidente López Obrador no es afecto a los cambios o relevos de funcionarios, aunque antes de su primer año de gobierno ya había cambiado a dos secretarios y un director: Carlos Manuel Ursúa, secretario de Hacienda y Josefa González, secretaria de Medio Ambiente, además de Germán Martínez, director del IMSS, aunque en los tres casos presentaron sus renuncias por no estar de acuerdo en las políticas de gobierno dos de ellos y por un error garrafal la otra.

Sin embargo otros prefieren enfrentar las críticas y hasta reconocer errores en su accionar, sin estar dispuestos a dejar el sitio que actualmente ocupan.

Uno de los primeros blancos dentro del gabinete es la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, cuyo nombre se maneja una y otra vez con su inminente salida del gabinete. La propia secretaria lo niega cada vez que se filtra y acusa fuego amigo de una de las oficinas de la Presidencia de la República.

Otro nombre que se filtra es el de Alfonso Durazo Montaño, secretario de seguridad Ciudadana, sin que pase nada, a pesar de que se divulgan los nombres de sus posibles sustitutos.

Del secretario de Comunicaciones, Javier Jiménez Espriú, se dice que pronto presentará su renuncia, sin que eso suceda. Otros apuntan sus dardos hacia Alfonso Romo, Jefe de la Oficina de la Presidencia, sin dejar de lado a Luis Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, después de los hechos de Sinaloa que provocaron la liberación del hijo de El Chapo.

Nombres van y vienen, sin que se produzca el, para unos, esperado relevo y cambio en las dependencias señaladas.

Sin embargo, hay secretarios de los que es raro saber que están haciendo y si sus dependencias cumplen o no con la tarea trazada y otros de los que ni siquiera se sabe el nombre del ocupante de esa oficina.

Un sondeo al azar deja en claro que los secretarios con menos reflectores, lo que no significa que sean menores sus responsabilidades, son los de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Román Meyer; el de Agricultura, Víctor Villalobos, de Turismo, Miguel Torruco y hasta la de Economía, Graciela Márquez.

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