DE FRENTE Y DE PERIL: RAMÓN ZURITA SAHAGÚN / LA HERENCIA DE PEÑA NIETO
Seis años parecen lejanos para decenas de millones de ciudadanos que confiaron en que Enrique Peña Nieto resultase un buen Presidente y cumpliese con las promesas de campaña.
La oferta era tentadora y el regreso del PRI fue aprobado por casi 20 millones de votantes que vieron en la pareja formada por Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera, la posibilidad de dejar atrás doce años de gobiernos panistas que fueron un total fracaso.
Joven, diligente, sonriente y exitoso como gobernante del estado más poblado del país, Peña Nieto se presentaba como una opción diferente a los priistas políticos del pasado.
A quienes votaron por él no le importaron los errores garrafales de la campaña, cuando no supo identificar los nombres de tres libros que hubiese leído y dejado huella en su formación, tampoco su respuesta de no ser la señora de la casa, cuando mostró su desconocimiento sobre el precio del kilo de tortillas.
Fueron consideradas nimiedades, mientras él repartía sonrisas y besos en una campaña de oropel.
Con todo y eso, la campaña negra contra Andrés Manuel López Obrador y la carencia de personalidad de Josefina Vázquez Mota, lo hacían refulgir y lo llevaron a la victoria en 2012.
Tan solo asumió el gobierno mostró su verdadero rostro. Asomaron propiedades de sus colaboradores, recién compradas y surgieron denuncias sobre las componendas de funcionarios y empresas, sin que jamás fuesen investigadas a fondo.
Su propia esposa, Angélica Rivera fue mostrada en la majestuosidad de una residencia, sin que sus explicaciones satisficieran a nadie.
Los gobernadores aprovecharon la impunidad existente para amasar sus propias fortunas y actuar con despego de sus labores.
La principal herencia dejada por la administración de Peña Nieto se encuentra en los temas de violencia, inseguridad y corrupción, que lo llevaron al descrédito y terminar como el Presidente más impopular de las décadas recientes.
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