DÉJENLOS VOLVER #Domingueando @feraguirrermz EN @Excelsior
Por Fernando Aguirre
“De pupilos a combatientes se convirtieron sin excepción, para pelear una guerra, causa de la obstinación”, así canta el exalumno Daniel Franco, a los estudiantes de la Universidad de las Américas-Puebla (UDLAP).
Y es que, cansados de no tener clases presenciales o si quiera poder acceder al campus de su alma mater, miles de estudiantes, padres de familia, exalumnos, así como el personal docente y administrativo de la universidad decidieron manifestarse en días pasados en las principales vialidades cholultecas y de la capital poblana, al mismo tiempo que se desarrollaron manifestaciones simultáneas en otros estados del país en contra de lo que se considera una simulación de la “aparente devolución de las instalaciones universitarias”.
Increíblemente han pasado más de siete meses y el tema se mantiene alejado de los reflectores mediáticos y la discusión pública, confinado en Puebla, en una aislada coyuntura local, lo cual no abona en nada para su pronta y verdadera solución. No por ser universidad privada se le debe dejar a la deriva y no brindarle la atención que se merece, como ha sido en el caso de otros conflictos en universidades públicas del país.
No olvidemos que la UDLAP está entre las mejores 10 universidades del país y está bien posicionada a nivel mundial. Es semillero de profesionistas, académicos, investigadores, además de su probada contribución al país a través de sus investigaciones científicas y sociales; y, por supuesto, el decidido apoyo y promoción cultural y social que brinda.
La UDLAP está lejos de ser una universidad elitista o para fifís, acepta a estudiantes de cualquier nivel socioeconómico. Lo atestiguamos todos aquellos quienes nos vimos beneficiados con una beca académica, artística, deportiva u de otro tipo, que nos permitió ser parte de esa gran comunidad UDLAP. Todo ello, la hace grande y, sin embargo, poco parece importar que su prestigio y viabilidad financiera se vaya por un caño y prevalezcan las ambiciones familiares e intereses perversos políticos.
Sorprende la forma en que se conduce el proceso jurídico en este caso, pues mientras que el Poder Judicial de Puebla resolvió, desde el 1º de febrero, “que deben generarse las condiciones para reanudar las actividades educativas y académicas presenciales en la UDLAP sin el empleo de ningún tipo de fuerza pública y con la coadyuvancia pertinente de la Secretaría de Educación”, en los hechos no ha sido así, basta ver el desarrollo de clases híbridas impartidas en zonas aledañas al campus.
Además, se pone en duda esta resolución cuando el único patronato legalmente constituido de la UDLAP, presidido por Margarita Jenkins de Landa, arguye que, luego de los triunfos ante el Poder Judicial de la Federación, se ha intentado sembrar falsamente la idea que por la vía de un juzgado del fuero local en Puebla se puede devolver la universidad a su rectora, Cecilia Anaya.
La posición tanto de la Fundación Mary Street Jenkins como de la UDLAP es que si verdaderamente existe una auténtica voluntad para devolver las instalaciones, esto se haga a través del mecanismo que las leyes determinan. No olvidando que una devolución formal se debe realizar ante un fedatario público para testificar las condiciones que prevalecen en las instalaciones y su estado patrimonial.
Cada día que se postergue este conflicto representa un retroceso a la vida universitaria de la UDLAP, que afecta, por supuesto, a estudiantes, docentes, empleados, etc., sin olvidar también, lo que representa en diferentes rubros la universidad para los municipios de San Andrés y San Pedro Cholula.
Me uno a los miles de voces que exigen una #UDLAPLibre, que el gobierno de Miguel Barbosa saqué las manos de este conflicto y se devuelvan las instalaciones de la gran Universidad de las Américas-Puebla, porque como bien interpreta Daniel Franco y comparto “…me parte en dos verlos en su rebelión, escuchar su rabia pura, sus protestas de dolor…”.