DULCE MARÍA SAURI RIANCHO: ¿MAXIMATO EN PUERTA? @DulceSauri #Domingueando EN @DiariodeYucatan
Sucesión presidencial
A la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2021. Espacio de libertad y pensamiento crítico, contra viento y marea
Es tiempo de especulación sobre candidaturas a la presidencia de la república. Los problemas urgentes se postergan cuando se trata de analizar posibles prospectos para suceder al presidente López Obrador, aunque todavía falten más de dos años para la elección del 2 de junio de 2024.
La anticipación ha impactado los procesos políticos en distintas formas, no necesariamente para mejorarlos.
A diferencia de sexenios anteriores, no han sido las oposiciones quienes han perfilado candidaturas, sino el propio presidente de la república quien ha “destapado” —“corcholatas” los llamó— a un grupo de sus colaboradores como aspirantes a sucederlo.
Que si Claudia, la predilecta; que si Marcelo, el eficaz y sacrificado; que si Ricardo, el “rebelde con causa”; que si Adán, el “recién llegado”, o Zoé, que lidia con la pandemia. O quizá el menos visible Lázaro, en la cercana oficina de Palacio.
Mostrado el “músculo” presidencial en la concentración celebratoria de los tres años de gobierno, la normalidad política ha retornado a la especulación sobre la persona que habrá de sucederlo como cabeza del Ejecutivo federal.
Sigo firme en mi creencia que el 1º de octubre de 2024 asistiremos a la protesta de quien haya resultado electo/a en junio de ese año, pero cada vez se refuerza más mi preocupación sobre el intento de restaurar la figura del “jefe máximo” que dominó la política mexicana entre 1924 y 1936.
Como estudioso de la historia, el presidente López Obrador debe conocer muy bien el origen del nombre, pues al primer mandatario de entonces se le denominaba “jefe máximo” de la Revolución.
Al llegar Plutarco Elías Calles al Palacio Nacional, electo para suceder a Álvaro Obregón en 1924, se abrió un periodo de poco menos de 12 años que lo consolidó como el verdadero poder político, primero como presidente electo (1924-1928) y después como quien verdaderamente mandaba, aun habiendo concluido su gestión.
Esta es la etapa conocida como “Maximato”. Como genial estratega que fue, Plutarco Elías Calles concibió la creación de un gran partido político nacional que permitiera dirimir pacíficamente la transmisión del poder desde 1929. Así nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR), hoy PRI.
La historia nunca se repite, pues los escenarios y las circunstancias en que ocurren los hechos se modifican al paso del tiempo.
Sin embargo, en los deseos, pasiones y sueños de algunos políticos encumbrados resurge periódicamente la expectativa de prolongar su influencia y su capacidad para determinar el rumbo del país, aunque se haya extinguido el mandato de los votos.
No sé si las paredes de Palacio Nacional albergan todavía ese virus de la ambición de prolongarse, que puede estar contagiando al presidente López Obrador. Él es, por cierto, el primero en habilitar Palacio Nacional como residencia, prácticamente un museo hasta el 1º de diciembre de 2018.
Consecuente con la hipótesis del intento de restauración del espíritu callista en el ánimo presidencial, pretendo analizar sus afanes por construir una candidatura que le permita mantener influencia y poder de decisión después de 2024.
Es decir, elegir a un/a leal a toda prueba, que preserve el legado de la Cuarta Transformación, tal como sucedió con presidentes anteriores que también aspiraron a inclinar la balanza a favor de quienes creían que les garantizaban obediencia —incluso sumisión— transexenal.
Si el cristal con el que mira el presidente López Obrador a los aspirantes a sucederlo es el de la lealtad a toda prueba, ¡menudo problema! Porque una y otra vez la realidad ha mostrado el tamaño de las equivocaciones presidenciales cuando las “palabras mayores” (Luis Spota dixit) tocaron al elegido que, más temprano que tarde, se deslindó ruidosamente de quien le había facilitado el camino a sucederlo.
Entonces, ¿tendremos que concentrar la atención en las actitudes, pensamientos e incluso gestos del presidente López Obrador para especular hacia dónde inclina sus preferencias? Supongo que este análisis consumirá jornadas completas de los equipos de asesores que se han constituido en torno a la y los aspirantes morenistas, incluyendo casas encuestadoras de cabecera.
Sin embargo, hechos recientes muestran la inutilidad del ejercicio, salvo que sea usted —amig@ lector/a— parte de estos grupos interesados en apostar “al bueno” (¿o “buena”?) de la futura contienda. Entretiene, sí, pero distrae del debate de fondo. Y sobre todo, es un ejercicio inútil por la impredecibilidad de la conducta presidencial.
¿Qué sucedió con la postulación de Arturo Herrera como gobernador del Banco de México? ¿Qué se interpuso entre julio y noviembre en la voluntad presidencial para retirarlo y sustituirlo, aun a riesgo de provocar turbulencias en los mercados financieros mexicanos? Nadie sabe a ciencia cierta.
¿Y si procede de esa manera en la postulación de la candidatura de Morena a la presidencia de la república? ¿“No, Claudia” pero “Sí, Lázaro”?
No veo fuerza capaz de oponerse a la impredecible decisión del presidente López Obrador sobre su posible sucesor/a. Subrayo: “posible”, porque aún en tiempos de arremetida en contra del Instituto Nacional Electoral (INE), podría acontecer que el voto popular tomara una orientación distinta a la propuesta presidencial.
Hoy, las encuestas muestran a Morena como claro favorito en las preferencias electorales. Pero otros actores están en movimiento, como los partidos políticos, los grupos cívicos y nuevas organizaciones de la sociedad que han decidido participar.
Movimiento Ciudadano (MC) hizo cambios a sus documentos básicos y a su dirigencia nacional. El PRI tendrá su asamblea nacional a finales de esta semana. Lo propio hizo el PRD. Se conformó el Frente Cívico Nacional. “Sí x México” mantiene su estrecha relación con la coalición “Va por México”, entre otros.
Y el gran ausente: el relato del porvenir, la opción de futuro. De eso nos ocuparemos la próxima semana.— Mérida, Yucatán.
dulcesauri@gmail.com
Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán