DULCE MARIA SAURI RIANCHO: PELLIZCONES Y FEDERALISMO @DulceSauri #JuevesDeMasColumnas EN @DiariodeYucatan

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

¿Qué relación puede existir entre el proyecto de ampliación del puerto de altura de Progreso y la inversión pública federal en Yucatán?

Estamos ante un pellizco de la cantidad colosal de dinero invertido en el Tren Maya. Esa: “porción pequeña de algo que se toma o se quita” (RAE), “sólo” representa alrededor de $4,000 millones, una “migaja” en el océano del gasto en la construcción de esta monumental obra cuyo costo, se dice, ya rebasó los $300,000 millones.

Simple y llanamente, con la mano en la cintura, la administración lopezobradorista se desdijo del compromiso suscrito con Yucatán para aplicar recursos en la modernización y ampliación de su puerta marítima.

Considerada como una obra indispensable, el gobierno estatal inició la búsqueda de alternativas financieras para solventar lo que la federación no pudo o no quiso suministrar. No voy a relatar las complejas negociaciones que culminaron con reformas constitucionales, a las leyes y las instituciones yucatecas, todo para abrir la puerta a la ejecución del “proyecto bandera” para los próximos 30 años de nuestra economía.

La excelente entrevista a Ernesto Herrera realizada por el Diario explica con detalle el calvario institucional que han recorrido las autoridades locales sin que hasta el momento obtengan el ansiado permiso para iniciar la obra.

Parafraseando al clásico: “a mí no me vengan con que no hay dinero”. El despilfarro de recursos públicos realizado a vista y paciencia de la ciudadanía muestra un adefesio con arquitectura staliniana en el terreno de “Ponte Xux” (antigua Escuela Normal de Yucatán) de la salida a la carretera al puerto. ¿Cuánto habrá costado cuando finalmente concluya y pueda ser inaugurado, aunque al día siguiente se le caigan los plafones?

El Parque de la Plancha, hermoso, representó también una cifra más de 10 veces superior al proyecto desarrollado conjuntamente con la UNAM por los vecinos de la zona. Pero, ¿y si se hubiesen aplicado las otras nueve partes a la ampliación de Progreso?

Puedo citar otros ejemplos más, enfatizando que no se trata de menospreciar museos de sitio, hoteles en las zonas arqueológicas, sino preguntarnos respecto a las prioridades pendientes de atender porque el dinero se fue a otro lado.

Pensemos en el desarrollo futuro de Yucatán como una especie de trípode. Una pata, sin duda, es la energía, suficiente y a precios competitivos. Otra, el puerto de altura de Progreso, con instalaciones eficientes y modernas. La tercera es el transporte aéreo y el terrestre, la conectividad ferroviaria, carreteras con el centro y norte de la república.

La administración lopezobradorista de inicio quebró los proyectos de energías renovables —eólica, fotovoltaica— de los que es enemiga jurada, para promover la construcción de dos nuevas termoeléctricas de ciclo combinado —gas natural y combustóleo— que, supuestamente, estarán listas cuando concluya el gobierno.

También debería llegar el gas natural en cantidad suficiente y de calidad para la industria y la generación de electricidad.

La pata del transporte ferroviario de carga, dicen, será atendida por el Tren Maya (espero que el diseño en la construcción y su logística permitan el traslado de mercancías, graneles y gasolinas). No deja de extrañarme que a más de tres años del cese de las operaciones ferroviarias desde y hacia Yucatán, ninguna organización empresarial o el gobierno del estado hayan expresado preocupación o referido daños por esta situación que, supuestamente, concluiría con la operación regular del Tren, sin visos de que así sea.

La tercera pata, el puerto de Progreso, ha sido dejada por el gobierno federal a su suerte. ¡Qué enorme diferencia cuando se construyó la ampliación en 1985! Inaugurada en octubre de 1989, toda la obra fue financiada con recursos federales, entonces muy escasos por la crisis económica que azotaba México. Lo poco que había entonces fue compartido con el pueblo de Yucatán, cuya reconversión productiva exigía una obra de ese calado.

Treinta años después, es insuficiente. Como entonces, hay obstáculos e incomprensiones que es necesario superar. Pero no contamos con el gobierno federal. Solo me quedaría decir que mucho ayuda el que no estorba. Si no quiere o puede aportar, ni modo. Pero facilítenos los trámites y el cumplimiento estricto de la legislación federal para poder tener garantías de recuperación del multimillonario crédito.

El gobernador Vila se ha mostrado muy hábil para “pellizcar” el gasto federal. Guiado quizá por la sabia frase “De lo perdido, lo que aparezca”, ha puesto buena cara y mucha mano izquierda para lograr “bocaditos”, “menudencias” de los recursos federales destinados al Tren Maya.

No me voy con la finta: son créditos estatales los que han dado suficiencia financiera al ambicioso proyecto de modernización del transporte público de Mérida, con el Va y Ven y el Ie-Tram, “sistema de movilidad amable” que las y los yucatecos pagamos con nuestros impuestos.

Caso similar es el de las inversiones en seguridad pública. Recursos federales, cero. Agradezcamos que le otorguen permiso de portación de armas a los policías. “Pellizcando” virtualmente, autoridades estatales y organizaciones empresariales aparentemente han logrado el “bypass” del gas natural que vendrá desde el gasoducto submarino del Golfo de México, hasta Tuxpan, Veracruz.

Se valen los sueños guajiros, esas “fantasías irrealizables o poco probables”. Si se hubiesen dividido los $300,000 millones entre los cinco estados de la región: Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo y Yucatán; si nos hubiera preguntado el gobierno federal qué queríamos, qué necesitábamos, muy probablemente la respuesta hubiera sido la gran obra hidráulica de control de los ríos en Tabasco para prevenir las inundaciones anuales; en Quintana Roo, un tren de cercanías que una Cancún y Tulum (120 km) y en Campeche, mejoramiento urbano y remediación de los daños de la explotación petrolera de tantos años, en especial en Ciudad del Carmen.

En Chiapas, aventuro la operación eficaz de Puerto Madero, hoy Puerto Chiapas. Y en Yucatán, Progreso, con su viaducto ferroviario y su canal de navegación dragado para recibir embarcaciones de mayor calado. No nos preguntaron: impusieron una obra y una visión.

Por eso, cuando en el futuro inmediato reflexionemos sobre la concentración de poder y los riesgos que representa, pensemos en Yucatán, en las decisiones que corresponde tomar a la ciudadanía yucateca para su avance y bienestar. Y preguntemos a las y los candidatos a la gubernatura y a la presidencia de la república cómo conciben el federalismo. Su respuesta y su compromiso de respeto con las demandas del pueblo de Yucatán son fundamentales.— Mérida, Yucatán.

dulcesauri@gmail.com

Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán