DULCE MARIA SAURI RIANCHO: ¿Quién se opondrá al nuevo régimen? #JuevesDeMasColumnas  @DulceSauri EN @DiariodeYucatan

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

El suspiro de alivio exhalado por much@s interesad@s frente a los primeros nombramientos para integrar el próximo gabinete presidencial no puede borrar la necesidad de trazar el largo camino para enfrentarse al régimen autoritario surgido de las urnas el 2 de junio pasado.

Asumamos que el nuevo régimen político se va a instalar, que buscará profundizar su arraigo entre las y los ciudadanos, que concentrará el poder necesario para mandar sin contrapesos y centralizará la toma de decisiones en la figura de la presidenta de la república.

Un destacado integrante de la jerarquía católica, el cardenal Felipe Arizmendi, expresó en estas mismas páginas del Diario su perplejidad ante los inesperados resultados electorales: “A pesar de esto (narcotráfico, extorsión, cobro de piso) la mayoría votó por que siga la misma estrategia del gobierno federal… Aunque hayamos insistido mucho, en forma explícita o subliminal, que seamos más críticos ante la realidad nacional y local, no nos hicieron caso. (Subrayado DMSR)… A pesar de nuestras recomendaciones (del Episcopado mexicano) la mayoría apoyó con su voto a quienes les dan y les prometen más dinero en su bolsillo”.

De alguna manera, la elección pasada mostró la profunda transformación de un amplio sector de mexican@s que tomó distancia de las posiciones de sus ministros religiosos para decidir conforme a sus intereses concretos e inmediatos.

Consigno también, amig@s lectores, otra interpretación curiosa de lo acontecido en el proceso electoral todavía en marcha. Román Esqueda (1), director de Neural Research, atribuye a los marcos cognitivos del “padre estricto” y del “padre cariñoso” la enorme diferencia de votos. El primero, que asimila a la Coalición opositora y a su candidata presidencial, “castiga, pone orden, manotea sobre la mesa… los hijos deben valerse por sí mismos y superarse, ayudarles es hacerlos débiles”.

En cambio, el “padre cariñoso”, que identifica con el presidente López Obrador, “favorece la vida en comunidad, donde cada miembro de la familia es responsable por los demás”. Abunda el autor: “a un padre cariñoso que escucha a sus hijos y ve por ellos se le pueden perdonar muchas cosas”. Sugiere también a las oposiciones que “deben irse preparando” pues la futura presidenta “puede llegar a ser todavía más empática y generar un vínculo emocional aún más fuerte que el de López Obrador, pues “¿quién más cariñosa, protectora y afectiva que una madre cariñosa?”

Explicaciones religiosas o psicológicas aparte, el tiempo corre hacia la crucial prueba de realidad que representa la reforma al poder Judicial del Estado mexicano. ¿Es posible contener, o al menos atemperar, la destrucción de su independencia? No se trata solamente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), de sus ministros y ministras, sino también de los tribunales superiores de Justicia de las 32 entidades federativas a los cuales les alcanzará también la ola desatada por la mayoría oficialista más temprano que tarde.

Vale mucho la pregunta realizada por Carlos R. Menéndez Losa, director de Grupo Megamedia, en la página editorial del domingo pasado: “¿Qué debemos hacer quienes vislumbramos serio peligro de regresión autoritaria con la puesta en marcha del ‘Plan C’ de López Obrador?”

Parece una misión imposible, ante la práctica aniquilación de los contrapesos institucionales, incluida la Iglesia católica, la tibieza disfrazada de prudencia de los sectores empresariales y financieros y el amedrentamiento de los órganos constitucionales autónomos que actualmente sobreviven con la guadaña pendiendo sobre sus cabezas, que caerá en cuanto comience el periodo ordinario de sesiones del Congreso el próximo 1o. de septiembre. Pero tenemos la obligación moral y política de debatir alternativas, y asumir de una vez por todas, que la lucha que se avecina es larga y difícil.

Entendamos que no son los partidos políticos, sus intereses y estrategias, los que pueden roturar las posibles salidas a la crisis que nos ahoga. Son las causas, concretas y específicas, lo que preocupa a grupos de ciudadan@s y les motiva a organizarse, la vía para sumar voluntades y movilizar a las personas. La participación electoral es el final de un proceso, no el principio de la organización ciudadana. Se va a elecciones porque se necesita ganar las posiciones para materializar las políticas públicas y las estrategias diseñadas para resolver problemas previamente diagnosticados: de contaminación, derechos de la infancia, de las mujeres a una vida libre de violencias, por citar algunas de las causas más sentidas por amplios grupos sociales. Los partidos políticos tradicionales seguirán existiendo, pero la lucha de largo plazo que se avecina deberá poner a la ciudadanía a la vanguardia.

Una luz hacia la ciudadanización de la política. En Uruapan, segunda ciudad en importancia de Michoacán, la diputación federal, las dos diputaciones locales que les corresponden y la presidencia municipal fueron ganadas por candidat@s independientes de los partidos políticos. El “Movimiento del Sombrero” logró organizar a una población descontenta y decepcionada, hasta alcanzar la mayoría.

Pudieron unir sus causas a la capacidad de organizarse políticamente, competir y ganar la elección.— Mérida, Yucatán.

dulcesauri@gmail.com

1) Román Esqueda. “La campaña de Xóchitl vista desde la ciencia cognitiva. Enmarcar para fracasar”. Reforma, Revista R, p. 13, domingo 23 de junio, 2024.

Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán