EL METRO DE LA CDMX Y EL ANALFABETISMO POLÍTICO @MARTHAGTZ #Domingueando#MartesDeColumnas en @elheraldo_mx
La afirmación del boicot o sabotaje es proporcional y la otra cara de la moneda, que con la misma vara que utilizamos para medir el argumento del mantenimiento
¡El Metro de la Ciudad de México colapsa por la falta de mantenimiento! Es el más reciente invento de la “oposición” para criticar al actual gobierno de la CDMX.
Ante esto, por la otra parte la respuesta fue vaga girando la atención hacia actos “atípicos” en la operación del transporte y sugiriendo que se trata de una especie de boicot o sabotaje, a partir de una encuesta realizada de manera semi improvisada entre algunos usuarios del Metro. O sea que tenemos dos aproximaciones, las cuales a simple vista parecieran un pleito mediático en la era de la información, de batallas estridentes en redes y de una mayor importancia por la inmediatez, en lugar de la calidad de la información y de análisis más profundos.
Así, es como salen de sus moradas miles de políticos convertidos en remedo de “influencers” a manipular en pro y en contra. La lista es infinita y todos ellos con una característica similar de raquítica seriedad. Es más, yo diría que más bien con la premisa que han venido desarrollando poco a poco para terminar en no creerle a ninguno y seguir cavando su patética credibilidad y el distanciamiento con la sociedad. Sin embargo, es necesario desentrañar ambas posiciones.
Por una parte el argumento del mantenimiento es ridículo —ya que igual se lo aplican a otras áreas de la infraestructura mexicana llámese Pemex, aeropuertos, carreteras o lo que se les ocurra—, porque la realidad es que jamás en la historia ha existido recurso suficiente para cubrir el mantenimiento necesario para tal efecto.
Ni con los gobiernos priistas, panistas, perredistas o morenistas, con ninguno. Simplemente no es algo que tenga prioridad en la lógica política y menos aún en la cultura política de la mayoría de los gobernantes. Sean políticos duros, tecnócratas, arribistas, oportunistas, o las históricas élites.
Sencillamente porque no tienen el chip instalado, porque todos -de eso construyen las campañas- generan expectativas de tan diversa y amplia gama que les hace tocar múltiples temas y hacer compromisos que en la acumulación, falta de preparación y desconocimiento de las problemáticas cotidianas hace imposible que estos sean cumplidos.
El ejemplo más cercano son los 100 compromisos de López Obrador, o Peña Nieto con su “te lo firmo y te lo cumplo” que ante fedatario público construyó una larga lista de compromisos por todo el país que después Luis Videgaray fue intentando acreditar obra por obra de una manera ridícula.
Además, toca otro tema que es histórico en Latinoamérica y que simplemente no se ha podido resolver y que consiste en la baja recaudación (que en su momento era compensada con un gran endeudamiento y que de puro milagro ya no estamos discutiendo esos supuestos) y la falta de recursos para elevar a niveles de primer mundo el mantenimiento de la infraestructura.
Sobre todo, cuando la verdadera dicotomía que se presenta en todo gobierno es si se invierte el poco recurso de los impuestos en gasto social, donde por cierto hoy es multimillonaria la entrega de recursos directos a la población, que en las propias palabras del Presidente de la República es por estrategia política (léase electoral), o bien se destina para inversión en otros rubros.
Con el complemento de la voracidad de los sindicatos (educación, sector energía, metro, etc.) que influye en gran medida en la aproximación a los temas, en ocasiones hasta ser el centro de atención. En suma, el argumento del mantenimiento es superficial y vago porque niega la propia historia de los políticos que la afirman y es una ofensa para la inteligencia de los ciudadanos.
Por el lado contrario la afirmación del boicot o sabotaje es proporcional y la otra cara de la moneda, que con la misma vara que utilizamos para medir el argumento del mantenimiento, ésta también se cae. Llegan al extremo de considerar un asunto de Seguridad Nacional y el despliegue de seis mil elementos de la Guardia Nacional con la justificación de que una señora lanzó un aspa de plástico y esto provocó que la corriente de alto voltaje haya hecho explotar el transformador de uno de los trenes. Esto es simplemente ridículo.
Luego, el choque entre un tren y otro en un evento distinto donde ha sido imposible determinar la causa específica y acuden al descarte de hipótesis, siendo una de ellas la provocación por personas en situación de calle para cortar cables para vender el cobre, o el que alguien haya cortado esos mismos cables —imputados al sindicato de extracción priista— provocando el lamentable accidente.
Después de toda esta narrativa, queda claro que el problema es entre esos dos bandos y la lógica política que nada tiene que ver con las causas reales de los accidentes que han sucedido y que van a continuar sucediendo en el futuro.
Porque eso no se cambia ni se prevé gritando sandeces y acusaciones entre ambas partes, sino a través del cambio radical de cultura política en estas generaciones semi pensantes, analfabetas y muy poco formadas de políticos y servidores públicos con los que llevamos cuando menos 20 años.
Y no es pregunta.
POR MARTHA GUTIÉRREZ
ANALISTA EN COMUNICACIÓN POLÍTICA
@MARTHAGTZ