EL PRECIO DEL OLVIDO / FABIOLA DÍAZ DE LEÓN @escdesenoritas ESCUELA DE SEÑORITAS
Hay muchas opiniones respecto a los monumentos intervenidos en las marchas feministas. Muchas de gente que pertenece a la diversidad sexual o de género. Muchos hombres que se identifican como gays están muy indignados porque las feministas son violentas y destrozan vidrios y pintan monumentos. Antes que nada recordemos de donde vienen los derechos de la diversidad sexual. Stonewall fue una revuelta que duro dos semanas en las que gays, lesbianas y personas trans se atrincheraron, desafiaron la violencia policíaca que vivían todos los días. El miedo a la cárcel. Quemaron, pintaron, gritaron y no fue un saldo blanco, hubo sangre. Gracias a eso el gobierno en EU tuvo que cambiar todas sus políticas públicas respecto a la diversidad sexual y de género. Eramos los enfermos, los desviados, los locos, los apestados. La escoria social. Los sin derechos. Ahora celebramos esas revueltas como el día del orgullo y es una fiesta de colores y alegría. Ya no somos más una patología en los manuales psiquiátricos. Y tomó decenas de años.
En México a los gays, a las personas trans, a algunas lesbianas, nos siguen matando. La homofobia y la transfobia siguen cobrando vidas y no son pocas. La discriminación es todavía un mal que sufrimos muchos de los que conformamos las identidades sexuales o de género diferentes. Muchos sufrimos violencia económica, social, política, física. Muerte. Y es la misma violencia machista la que la causa, la misma violencia machista que es la razón de las demostraciones extremas en las marchas feministas. Somos víctimas del mismo verdugo. Si tu enemigo es mi enemigo debemos ser aliados. Por simple sobrevivencia. Los que se digan LGBTTTIQ y no sientan empatía por esta causa son tan machistas y misóginos como lo son los feminicidas y violadores, los abusadores, los causantes de que miles de mujeres tomen las calles y desafíen el orden establecido para lograr un cambio que les garantice seguridad y justicia. No veo las marchas de gays tomando las calles porque los siguen matando en crímenes de odio. Las mujeres trans sí salen a las calles. Sí gritan y unen fuerza con el feminismo para gritar que a sus hermanas las matan todos los meses. Que el estado no les garantiza el derecho a su personalidad jurídica. Que sufren violencia económica. También en Stonewall fueron las mujeres trans las primeras en involucrarse a golpes con la policía. Las primeras en hacer barricadas. Las que iban al frente de los contingentes.
Al feminismo no le importan los juicios. No ponen atención en cómo les decimos que pensamos que tienen que ser como movimiento. No le afecta si apoyamos o no su lucha, su causa. Nunca le ha importado. Siempre han sido las locas, las violentas, las enfermas, las desquiciadas, las rechazadas, siempre lo van a ser y así se asumen. No buscan la aprobación de nadie. Saben que no la tienen, tan es así que se atreven a adentrarse en el feminismo. Ese movimiento de colectivos que no responden a nada ni a nadie hasta que salen todos a las calles y se convierten en una sola voz. En un grito que es más fuerte que el trueno, que es un cañón. Porque una no es ninguna y a la vez es todas. Alfa y omega a la vez. Las mujeres estamos hartas de ser las buenas, las educadas, las obedientes, las decentes, las respetuosas. Porque todos esos adjetivos, todas esas cualidades no nos han dado ni la seguridad y la certeza de que mañana estemos vivas. O de que nuestros hijos lo estén. La lucha no es si somos buenas, la lucha es que no estemos muertas o desaparecidas o destrozadas por abusos sexuales o anuladas económicamente. No nos desgastemos en decirles como protestar o como deben ser buenas feministas o malas feministas. No importa. Unamos la voz en un reclamo legítimo. Garantías de seguridad en México para todos. Justicia real para todos. Reparación del daño a todas las víctimas. Un reclamo legítimo ante un Estado Fallido.