EL RENACER DE MÉXICO #Domingueando @RiosPiterJaguar EN @Excelsior
Por una #SociedadHorizontal
Dos semanas han pasado desde que se supo del más agresivo hackeo del que haya sido objeto una institución mexicana. La sustracción de documentos provenientes de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), obtenidos por un grupo de hackers que se hace llamar Guacamaya, se ha traducido en una amplia difusión de notas y reportajes sobre los más variados temas relacionados con esa dependencia y la amplísima información que generó alrededor de una multiplicidad de actores y hechos.
Si bien la primera tanda de información la dio Latinus, con diagnósticos sobre la salud del presidente López Obrador, aunada a comunicaciones militares del momento en que se realizó el operativo relacionado con Ovidio Guzmán López hijo de El Chapo, en Culiacán, Sinaloa, con el transcurrir de los días hemos sido testigos de una inimaginable ola de información, la cual ocupa desde los listados con nombres y apellidos que integran la nómina militar, hasta el bordado de toallas para uso personal de altos mandos castrenses.
Los hackers obtuvieron los documentos directamente de los servidores de la Sedena. Se habla de la sustracción de millones de correos electrónicos y documentos que han quedado expuestos, con un amplísimo nivel de detalle. Según el autodenominado grupo Guacamaya, se trata de 6 terabytes de información interna y confidencial, recopilada a lo largo de los últimos seis años (2016 a 2022). El propio grupo ha publicado: “filtramos sistemas militares y policiales de México, Perú, El Salvador, Chile, Colombia y entregamos ésta a quienes legítimamente hagan lo que puedan con estas informaciones”. El grupo también ha atacado a grandes corporaciones mineras y en sus publicaciones ha sido abiertamente crítico del “imperialismo norteamericano”.
No extraña que el presidente López Obrador ha minimizado la gravedad de estos hechos. Previamente se había manifestado a favor de hacktivismo. Tan sólo recordar su defensa hacia el activista Julian Assange, a quien el mandatario mexicano había calificado como “el mejor periodista de nuestro tiempo”. López Obrador le ha ofrecido asilo en México y ha intercedido por él, ante el presidente Joe Biden, pese a haber revelado hace algunos años, documentos clasificados por el Pentágono. Ahora que se ha puesto en jaque la seguridad nacional de México y de sus instituciones, el dilema que enfrenta el mandatario es asumir una posición de Estado, por encima de la retórica fácil y las declaraciones pomposas.
Por otro lado, las voces opositoras se han engolosinado con lo que para ellos es un “festín” de críticas contra el gobierno de López Obrador. Poco han reparado en la magnitud del daño que se ha hecho y la gravedad del riesgo que la diseminación de información implica para la vida del país. Entre señalamientos y reportajes contra la actual administración, no logran identificar y mucho menos aceptar que, las fallas que se exhiben en la relación cívico-militar muestran vulnerabilidades, distorsiones y tumores de la vida democrática del país que trascienden la coyuntura del presente sexenio.
Este terrible episodio ha dado cuenta de la falta de inversión en escudos y protecciones de ciberseguridad, de lo cual sin duda hay responsables específicos en el actual gobierno. No obstante, por encima de esos señalamientos, también desnuda la pequeñez de nuestra clase política, dentro y fuera del gobierno. La minimización del tema por parte de unos y la exacerbada crítica por parte de otros, evidencian el nulo entendimiento de la vulnerabilidad que vive nuestra nación. Ambos a su modo, exhiben inmadurez, frivolidad y una lastimosa incapacidad para proteger a México.
Los meses por venir nos presentarán una cruda radiografía sobre el mal funcionamiento del Estado mexicano, especialmente en temas relacionadas con la corrupción de la clase política que ha hecho de México una “fábrica de muerte”: narcogobiernos, actos de corrupción, acuerdos de personajes públicos con criminales y frivolidades en el ejercicio del servicio público. Veremos con nuestros propios ojos, un país desnudo en sus instituciones, principios y valores.
Esperemos que el guacamayazo enmarque el epitafio de un sistema político, así como la posibilidad de que uno nuevo arranque. Uno en el que la hipertransparencia siente las bases para un nuevo Estado, con nuevas instituciones, una nueva clase política y un nuevo acuerdo social. Serán meses y tal vez años amargos, pero de estos hechos surgirá la nueva era mexicana, la de la #SociedadHorizontal.