EL SÍNDROME DE HUBRIS DE AMLO #Domingueando @MARTHAGTZ en @elheraldo_mx
La arrogancia del gobierno mostrada en negociaciones evidencia su incompetencia
Víctor, en Frankenstein; Marlowe, en Doctor Faustus; Ícaro, e incluso Lucifer, han sido personajes inmejorables para describir el síndrome de hubris o extrema arrogancia. En todos estos casos los protagonistas no tuvieron un final feliz, ni siquiera cómico. Más bien su final fue trágico.
El síndrome de hubris es la mejor definición que puede existir para el actual gobierno. La reunión en la que participó Rocío Nahle con la OPEP y el desastroso resultado refleja nítidamente su arrogancia, al pretender jugar con el grupo más experimentado de negociadores en el mundo, sobre uno de los bienes más valiosos de este planeta: el petróleo. Primero se pospuso la reunión por cinco horas, después no regresó, y México terminó dependiendo de EU por más de 250 mil barriles diarios de crudo, por compromisos que desconocemos. La firma del T-MEC, en donde México perdió mucho más de lo esperado, evidenciado por Canadá, y en una notoria urgencia de negociar sobre las rodillas a través del subsecretario para América del Norte, un personaje inepto y atrabiliario, que pretendió venderse como el negociador del año y terminó como un patiño, quedó evidenciado en uno de los compromisos que hizo público Trump: la obligación de México de adquirir semilla, infraestructura, mobiliario y equipo a EU.
Otra muestra fue la crisis de abasto de gasolina, que terminó en una negociación por parte de Marcelo Ebrard para la compra de pipas para transportar gasolina a un precio mucho más elevado que el del mercado. Para resolver por arte de magia el huachicoleo, el tráfico interno en Pemex y hasta presumieron que bajó el precio de la gasolina. Soberbia pura.
Esa arrogancia propicia que las micro, pequeñas y medianas empresas no reciban apoyo en medio de la crisis por el COVID-19, y los lleve a ufanarse que tres de los empresarios más exitosos de México están de plácemes con su visión económica, y darse además el lujo de autocalificarse como transformadores, cuando en menos de dos años destruyeron lo poco o mucho que habíamos avanzado institucional y económicamente. Sólo un gobernante que muestra ese nivel de arrogancia y que pretende hacer valer la misma como superioridad ideológica, estratégica e intelectual, es digno de sufrir las consecuencias que Víctor o Marlowe padecieron cada uno en su historia de novela. Las consecuencias del síndrome de hubris de AMLO y su 4T son la quiebra económica, patrimonial, política y social.