EL “TÍO FIDE” #MartesDeColumnas @lorenapignon_ EN @DIARIODE_XALAPA

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

En un país donde la política tiende cada vez más a la inmediatez, a la improvisación y a los liderazgos fugaces, son contados los personajes capaces de dejar una huella profunda, de formar discípulos, de construir un método, de crear —en términos académicos— una escuela política. Fidel Herrera Beltrán no solo fue un actor protagónico del priismo veracruzano y nacional; fue un auténtico mentor de cuadros, un arquitecto de liderazgos, un formador de generaciones. Y eso lo distingue de la mayoría de los políticos de su tiempo.

Cuando desde la ciencia política hablamos de “crear escuela”, nos referimos a algo mucho más profundo que simplemente influir o ser recordado. Formar escuela implica configurar un estilo reconocible de hacer política, basado en ciertos principios, prácticas y formas de relacionarse con el poder y con la ciudadanía, que trascienden la figura del líder y se reproducen en quienes fueron sus cercanos, sus discípulos o incluso, sus adversarios. Es dejar un legado operativo, no solo simbólico.

Fidel Herrera construyó esa escuela en Veracruz. Lo hizo desde una lógica de presencia territorial sistemática, contacto directo con la gente, formación jurídica sólida, y una capacidad de negociación política que lo llevó a ser respetado —e incluso temido— más allá de las fronteras partidistas. Su liderazgo era metodológico y carismático a la vez, y esa combinación no es común. Fue capaz de articular intereses diversos, movilizar estructuras complejas y, sobre todo, dejar una generación de políticos que absorbieron su visión de lo público como vocación y no como botín.

Yo misma fui testigo y parte de esa escuela. A inicios de mi carrera, cuando me desempeñé como Secretaria de Mujeres Jóvenes del PRI en Veracruz, conté con el respaldo de un gobernador que no solo se preocupaba por la operación política sino por el desarrollo personal y profesional de quienes apostábamos por el servicio público. Me enseñó, como a muchos, que gobernar no es sentarse en un escritorio, sino caminar con el pueblo, arremangarse, meterse —literalmente— en el agua cuando la emergencia lo exige, y también saber cuándo dar una batalla jurídica, institucional o moral.

Fidel Herrera tuvo todas las condiciones para aspirar a la presidencia de la República. Su perfil era completo: formación, visión, estructura, respaldo popular y experiencia. Pero sin haber llegado a Los Pinos, su legado rebasa con creces lo que muchos de quienes lo lograron dejaron en la historia. Hoy que la política mexicana carece de liderazgos pedagógicos, que pocos enseñan y menos aún construyen, su figura se vuelve aún más relevante.

En mi caso, además, me marcó desde lo humano. Cuando atravesé por una situación profundamente dolorosa como víctima de un acosador, él no dudó en apoyarme, en dar la cara, en alentar que se hiciera justicia y mi agresor quedara para siempre como un paria, sin prestigio ni honor.

Hoy Veracruz está de luto. Pero también está lleno de mujeres y hombres que aprendimos de él que hacer política es una forma de amar a nuestro estado y a su gente. La escuela de Fidel Herrera sigue viva, en cada rincón donde haya un priista comprometido con el servicio público, en cada joven que se forma para cambiar las cosas desde la acción y no desde la queja. Y seguirá viva mientras sigamos entendiendo la política como una herramienta de transformación y no como una escalera personal.

Descanse en paz el “Tío Fide”. Su ejemplo no terminó con su vida. Apenas empieza a rendir frutos en las nuevas generaciones que hoy —más que nunca— necesitamos recordar lo que significa formar escuela en la política mexicana.

X: @lorenapignon_

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