EN VOZ ALTA/ LA FUERZA DE LA UNIÓN #JuevesDeMasColumnas

MARTHA MEJÍA CANTÚ

Trabajé más de 30 años en organizaciones sociales. Ahí entendí en dónde estaba la fuerza: en la unión. Los mejores logros se obtienen cuando estamos colaborando juntos.

Cuando luchas por un ideal, aunque -aun después de muchos años- no lo veas totalmente construido, acaba por construirte interiormente y por edificar una red de solidaridad que marca una época de la vida e impacta a muchas personas a tu alrededor.

Esos pequeños logros, se diseminan en otros seres que, a su vez, (si así lo desean) pueden ir cambiando su realidad inmediata.

La democracia, así como la Justicia, no son dádivas que se “derraman” desde las cúpulas del mal llamado “poder”. En realidad son logros que se expanden y se distribuyen en las bases de la sociedad y por ello, desde ahí es necesario que nazcan.

La más eficaz de las formas en que se obtienen los resultados, es mediante la colaboración, el trabajo en equipo y la solidaridad.

Aunados a ello, debe ir la formación para la colaboración y la tolerancia y una total falta de sed de poder.

Alemania venció la depresión económica tras la guerra, gracias a la proliferación de cajas populares y cooperativas de producción y de consumo.

Aquí en México, hasta las cooperativas y las cajas populares son presa de los poderosos y los codiciosos.

¿Una solución? La reglamentación y ordenamiento de la vida sindical.

La falta de éxito de los sindicatos es la cuota de poder que piden los líderes a cambio de “proteger” los derechos de los trabajadores.

Si por una parte, hay que agradecer a los sindicatos los logros sindicales: los beneficios en las condiciones de trabajo, la presencia en el hogar -sobre todo de los padres varones – los salarios y las facilidades para tener créditos y viviendas e incluso, paseos vacacionales, entre otros, también hay que reprocharles la poca transparencia de sus ingresos, la imposibilidad de ser auditados, la defensa de individuos nocivos para el ámbito laboral; personajes a veces, hasta siniestros, que incluso cometen abusos o ilícitos dentro de los empleos y que por ser sindicalizados no son corridos, sino -sólo en algunos casos- movidos de su empleo a otra localidad o incluso como la maestra de inglés del escuela de mi nieto, que le pegaba los niños, a la que le siguen pagando y que sigue checando su tarjeta todos los días y se sienta en la dirección sin hacer nada, porque no la pueden correr.

Sin duda, a todos nos escandaliza la larga lista de líderes sindicales que amasan enormes fortunas y que luego tienen el DESCARO de decir que fueron heredadas. ¿Y sus benefactores cómo las obtuvieron? Puede una mesera ahorrar tanto como para usar zapatos de $7000? O ¿una maestra rural dejar más de 300 millones a su hija? Que no se nos olviden los millones de dólares sacados del país desde el sindicato de Pemex. O ¿ya están olvidados acaso? La lista de los líderes sindicales corruptos es escalofriante: PEMEX, CFE, SNTE, mineros… por citar a los más grandes. Y todos con una constante: la opacidad del origen de sus enormes recursos y la discrecionalidad de sus acuerdos y convenios con los poderosos.

Por eso, habría que proponer que no fueran electos más que una sola vez en períodos de 4 o 5 años. Para evitar que puedan tener tanto poder, juntar tanto capital político y económico y tener tiempo para urdir un malévolo plan para no ser descubiertos en los desfalcos y atracos.

¿Por qué si a las organizaciones sociales (IAP’s, por ejemplo) se les revisa todo el manejo de los fondos porque reciben el beneficio de la deducibilidad de donativos, a los sindicatos no se les puede hacer lo mismo?

Esto serviría para proteger no sólo las cuotas sindicales, sino los montos, y evitaría en buen grado la venta de plazas, y la compra de privilegios.

Si queremos acabar con la corrupción hay que tomar también a este toro por los cuernos. Aun a sabiendas de que nos dé una cornada.

¿A nadie se le ha ocurrido? Estoy segura que sí. Por eso hay que decirlo en Voz Alta.