ENTENDER EL MENSAJE Y MANTENER EL RUMBO
Las elecciones celebradas en catorce entidades de la República el domingo pasado pueden considerar como las más competidas en la vida del nuevo régimen electoral mexicano. Los datos conocidos hasta ahora arrojan un mapa geopolítico marcado por un confuso pluralismo, fuerte abstencionismo en la Ciudad de México y un patrón del voto distinto al observado en las elecciones efectuadas hace un año.
Estos resultados se explican por muy diversos factores que se habrán de analizar detenidamente en su momento, por el bien del desarrollo de la cultura política de la sociedad y para develar su verdadera materia.
Un rasgo visible en los resultados preliminares conocidos, es el peso que adquirieron las coaliciones pactadas entre el PAN y el PRD en cinco estados y la declinación de facto que hicieron los perredistas en otros casos a favor de Acción Nacional, en un gesto de pragmatismo sin otro fin que vencer al PRI.
Pero también habrá que observar que, de confirmarse las tendencias que marcaban los resultados preliminares hasta el momento de escribir este artículo, el signo de esta jornada será la alternancia. El PRI recuperó estados con gobiernos emanados de alianzas y las alianzas ganaron en plazas del PRI, con poco margen.
Esto es, el juicio de los electores valora ciertamente a los gobiernos en funciones, pero también es empujado en mucho por el medio ambiente social, el clima de opinión pública conformado por factores locales y globales, antes que por las propuestas de gobierno o el perfil de los candidatos.
Es aquí donde cabe reflexionar con toda seriedad acerca de ese clima de “desaliento” o “desilusión democrática”, como le han llamado Enrique Krauze y José Antonio Aguilar a este clima de opinión pública, cuyas ventajas concretas no hemos logrado comunicar.
Es un asunto de la mayor trascendencia que debemos encarar con toda responsabilidad y que el Partido Revolucionario Institucional y su gobierno ha asumido con entereza.
Mantener la estabilidad macroeconómica y de las finanzas públicas es una tarea que no genera simpatías, pero de la que dependen la viabilidad del país y los niveles de vida de los mexicanos. Conservar la gobernabilidad del territorio nacional requiere firmeza y supone desgaste institucional, pero es un deber de Estado.
La ruta de las grandes reformas estructurales emprendidas en materia energética, de educación, finanzas, laboral, justicia, transparencia, telecomunicaciones y competencia económica es la ruta correcta. Son las reformas que requiere y merece nuestro país.
Los resultados no han llegado tan pronto como sería deseable, debido a un entorno internacional adverso. Las clases medias, que han crecido como nunca los últimos 12 años, hasta representar 47% de la población y 14.5 millones de hogares, se han visto afectados por la indispensable depreciación del peso y hacen más reclamos que habrá que escuchar.
Esperemos que todos los partidos entiendan que debemos cuidar lo fundamental de la plataforma económica nacional y de la estructura institucional para permitir que el país no detenga su marcha. Hay que voltear a ver al mundo para no olvidarlo.
Vienen, pues, dos años difíciles en los que se pueden presentar tentaciones populistas, un pragmatismo brutal en el Congreso y no pocos embates de organizaciones radicales. El PRI ha mostrado ser un partido sólido, competitivo, así como responsable ante la nación.
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