ENTRESEMANA / CARCAJADA DE EMILIO, SONRISA DE GERMÁN @msanchezlimon #JuevesDeMasColumnas
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Cuál cree que fue la reacción de Emilio Lozoya Austin cuando se enteró que la Secretaría de la Función Pública lo inhabilitó por diez años para ejercer cargo en la administración pública?
¿Y cómo reaccionó Germán Martínez ante el mal disimulado desdén de Andrés Manuel López Obrador a su renuncia a la dirección general del IMSS?
Sin duda, Lozoya soltó una carcajada de pronóstico por esa sanción que le impuso la Secretaría de la Función Pública. ¿Usted cree que al ex director de Pemex, de sobrada fama de corrupto, le interesa trabajar para el gobierno de López Obrador?
Y, bueno, Germán dibujó una sonrisa llena de ironía, de esas que se dibujan en el rostro de quien ha cometido una travesura o que se salió con la suya en un pleito epistolar o de vecindad, de plano. Porque la reacción presidencial se plasmó en las respuestas que pretenden demostrar que le vale madre la dimisión de un integrante de su gabinete en un cargo fundamental, delicado.
Emilio Lozoya sabía que le llegaría una sanción administrativa, pero de ahí a una sanción penal hay un largo trecho. Y, que se sepa, lo que ayer divulgó la Secretaría de la Función Pública mediante su oficina de prensa, no entraña en forma alguna el nivel correspondiente al procedimiento penal, es decir, denunciar el caso ante la Fiscalía General de la República, para que ésta solicite la orden de aprehensión correspondiente contra Lozoya.
Vaya, ni siquiera se interpone denuncia penal contra Edgar Torres Garrido, ex director general de Pemex Fertilizantes, a quien la SFP impone sanción resarcitoria por 650 millones de pesos y lo inhabilita por 15 años.
Quien transó esa cantidad ¿cree usted que la pagará porque se lo ordena la Función Pública? ¿Estará al punto del suicidio porque no podrá emplearse en la administración pública en un plazo de 15 años? Creo que Torres Garrido también ha de estar carcajeándose por el espíritu justiciero de la doctora Irma Eréndira Sandoval Ballesteros.
Mire usted. Cuando a López Obrador se le planteó la situación de crisis que priva en el IMSS, incluso con el pronóstico que acompañó a la renuncia de Germán Martínez Cázares en la que tácitamente responsabiliza a la Secretaría de Hacienda, respondió con un lacónico: “Lo vamos a revisar, lo vamos a ver”.
Y luego se echa el elemental rollo con el que pretende justificar una situación difícil, grave y hasta perniciosa como califica Martínez Cázares en su carta de renuncia enviada al Comité Técnico del IMSS. A saber:
“Mire –respondió Andrés Manuel a la reportera en la conferencia mañanera de este miércoles– cuando uno está de servidor público y está de por medio la atención a la gente, la justicia, uno lucha y hace valer la justicia, lucha con convicción, o sea, está permitido hasta a hacerle un plantón, un motín emocional al funcionario que sea cuando se trata del bienestar del pueblo, nada más que hay que ser perseverante, no rendirse, hay que ser tercos en las causas que uno defiende.
“Cuando se tienen una profunda convicción en favor de los demás, cuando se le tiene amor al pueblo qué me voy a dejar vencer por una disposición legal o por lo que dice una Secretaría, aunque se trate de Hacienda”.
Pues sí, pero resulta que el señorpresidente respaldó al secretario de Hacienda, Carlos Urzúa Macías, y a la Oficial Mayor de esta dependencia, Raquel Buenrostro Sánchez, es decir, al dúo que acuerda directamente con él.
Incluso, ayer en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, la mayoría de Morena frenó el punto de acuerdo propuesto por la bancada del PAN, en voz de la senadora Kenia López Rabadán, para citar a comparecer a Urzúa. Elemental estrategia para no exponerlo porque el punto es la dimisión de Germán Martínez.
¿Ese es el espíritu de la 4T? Lamentable, muy lamentable. Simplemente evidencia el ánimo justiciero, el que se refleja en las notas principales de los medios de comunicación, éstos a los que el licenciado López Obrador culpa de no dar la relevancia que él considera de actos de gobierno importantes.
Dice López Obrador que lamenta la renuncia de Germán al IMSS. Y cuando aparenta desdén porque considera que “está en su derecho, que somos libres y que nosotros queremos que gobiernen mujeres y hombres libres, no subordinados, no peleles, gente sin criterio”, incurre en la insistencia de negar lo evidente, en la máxima de pretender tapar el Sol con un dedo.
Y en la retórica compara a su gabinete con el de Benito Juárez, en el que, cita, “bueno, se enfrentaban y le presentaban la renuncia al presidente, a veces la aceptaba, los convencía, a veces pues se iban, entraban otros y fue el mejor gabinete”. ¿Pretende que el suyo sea el mejor gabinete? ¡Sopas!
Y luego, fiel a su costumbre, López Obrador dijo que no estaba de acuerdo con lo dicho por Germán Martínez respecto de que “ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano”.
Y escurrió el bulto:
“Respeto su opinión pero no la comparto. No voy a polemizar, los adversarios se van a quedar con las ganas de eso”.
Por eso las carcajadas de Lozoya Austin y de Edgar Torres Garrido, porque la inhabilitación, seguro, los tiene sin cuidado. Y la sonrisa de Germán Martínez, quien se reincorporó a su escaño en el Senado de la República y como miembro de la bancada de Morena, llevaba ese mensaje de “el daño está hecho”. El mismo papel demagógico justiciero de los neoliberales. ¿Qué pactó Andrés Manuel con su antecesor? Pégale, cúlpalo de todo, califícalo neoliberal, llámalo fifi, señoritingo, camején, corrupto, golpista, conservador, critícalo todos los días, hazlo cera y pabilo. Total, no lo tocarás ni con la foja de un expediente penal ni la hoja de un citatorio, siquiera, con un juez calificador. ¿Te duelen las carcajadas de Lozoya y te ofende la sonrisa de Germán? Bueno, eres justiciero Andrés Manuel. Conste.
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