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COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

Sin duda no hay equívoco cuando, al proceso electoral en curso, se le califica lo mismo como el más complicado y competido en la historia contemporánea de México, ya por el número de partidos y candidatos participantes como por su nivel, importancia e influencia, pero igual por el alto riesgo en el que están inmersos nominados y militantes, simpatizantes y ciudadanos que no enhiestan bandera alguna ni siglas.

Y, mire usted, no cabe duda que las descalificaciones motivan, los insultos enardecen y avivan rencores, suman voluntades incluso de quienes absolutamente desinformados han decidido treparse a las redes y, desde ese anonimato descalificar y llevar a la hoguera del linchamiento, al que no piensa igual, a quien se atreve a dar un click en Retwittear o me gusta en un mensaje que alude positivamente a un candidato contrario a ya sabes quién.

Dirán estos modernos Torquemada que las prácticas de linchamiento mediático contra quienes se atrevían o atreven a discrepar de la línea de mando, no es privativa de las huestes que hoy atienden al mensaje de Andrés Manuel López Obrador o los dirigentes y operadores de esos partidos que se han sumado a la ola de la descalificación que insulta y atenta contra la dignidad del vecino de enfrente.

No se trata, en absoluto, de defensas oficiosas de quienes han sido y son blanco de esa ola alimentada por las posturas radicales, las que tienen cimiento en la frustración por la derrota, así haya sido por la mínima cantidad de votos, y cuyo objetivo se convirtió en obsesión que avasalla, que atropella y alza el índice para acusar sin fundamento, que levanta la mano y lanza la piedra hacia la multitud, decíamos, en la apuesta de que seguramente alguien resultará descalabrado.

Pero eso es impunidad, es transitar por la ruta que lleva a la Presidencia de la República con la cínica postura de decirse arropado y apoyado económicamente por quién sabe qué personajes.

Por supuesto, Andrés Manuel López Obrador es un ciudadano a quien la Constitución, a la que ha descalificado, le otorga los mismos derechos que al resto de los más de 120 millones de mexicanos pero es un personaje de excepción, no es cualquier mexicano, porque desde sus tiempos de tricolor encontró la forma de vivir del presupuesto.

Es el mejor ejemplo, en la paráfrasis de César El Tlacuache Garizurieta, de que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error. Pero, se molesta o se sale por la tangente, cuando se le cuestiona esta forma de vivir sin dar golpe, porque se ha dedicado de tiempo completo a hacer campaña en busca del máximo cargo de elección popular de México.

No es la misma postura de sus seguidores, operadores y simpatizantes que consideran una agresión que se cuestione a su líder por la opacidad en la que se maneja. Pero, vaya, ese es un tema que el electorado registra, indudablemente.

El caso, empero, es que contra esa postura del amor y paz que enfatiza en sus discursos con la referencia de que no se va a pelear con ninguno de sus contrincantes, opera y prohíja frases cortas, acusaciones directas, descalificaciones sin medias tintas pero igual sin pruebas.

Acusa a la mafia del poder de, por ejemplo, mandar carteristas para robar en sus mítines para descalificarlo. Imagine usted que el dirigente del partido que usted guste y mande, contrario a Morena, contrate los servicios de un ejército de carteristas para hacerle mala fama a las concentraciones del Peje. Es un exceso.

Como exceso es convocar a corrientes fundamentalistas para evitar que cualquiera de sus contrincantes le gane la elección. No es necesario decirlo con todas sus letras, pero sí con un mensaje de ironía y salpicado de acusaciones, como ese de ternurita, apúrate porque te va a ganar Margarita, que envió al candidato del PRI, José Antonio Meade Kuribreña, quien lo acusó directamente de provocar acciones violentas, como ocurrió en Puerto Escondido, donde miembros de la CNTE reventaron su mitin proselitista.

Y Margarita Zavala y Ricardo Anaya, como Jaime Rodríguez, también acusan a López Obrador de provocar ese tipo de manifestaciones, mediante la alimentación del encono. Claro, también del otro lado hay adjetivos que descalifican al candidato de Morena.

Por ello la importancia del mensaje del consejero electoral Ciro Murayama, para que los dirigentes partidistas eviten el ataque verbal que descalifica cuando se llaman mafiosos, corruptos, peligrosos o que uno es un loco. Se vale el esgrima verbal, pero no debe ser puñalada verbal, dijo Murayama.

Sí, es un proceso electoral complicado pero también corre sobre terreno minado. Generar enconos no podrá tener, nunca un fin de amor y paz. La apuesta, entonces, deber ser por la civilidad, que cada quien ofrezca lo que quiera y acuse lo que le venga en gana, pero siempre con fundamento. Pruebas, pruebas, que no tiene López Obrador.

Por ejemplo, ¿Carlos Salinas y Enrique Peña Nieto ordenaron al empresario Carlos Slim salir a defender la obra del Nuevo Aeropuerto Internacional de México? Bueno, esa es una acusación que, no lo dude usted, utilizarán las huestes de Andrés Manuel en una embestida contra Slim, quien está en su derecho de defender la inversión que tienen en esa obra, nos guste o no.

¡Ah!, no hay que olvidar aquella luna de miel de negocios que Andrés Manuel, cuando jefe de Gobierno de la ciudad de México, tuvo con Carlos Slim. Pero, bueno, es un tema que da para más.

¿La ruta de las campañas será la del encono? ¿Y quién pagará las cuentas derivadas de la violencia? ¿Amor y paz? Conste.

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