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MOISÉS SÁNCHEZ LIMON
Solo para desmemoriados. El Artículo 87 de la Constitución General de la República dispone:
“El Presidente, al tomar posesión de su cargo, prestará ante el Congreso de la Unión o ante la Comisión Permanente, en los recesos de aquél, la siguiente protesta: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande.”
En ese momento, con la banda tricolor cruzada al pecho que implica haber recibido el poder, investido con el importante cargo de Presidente de la República, rinde la protesta referida y es depositario del máximo cargo de elección popular del país.
Pero. El licenciado Andrés Manuel López Obrador tiene memoria selectiva y en sus homilías del ceremonial matutino calificado eufemísticamente como “conferencia de prensa” de pronto ha recordado en dos momentos recientes que es el depositario de la investidura presidencial.
Y, mire usted, esa sacudida selectiva de memoria acerca de la historia patria, margen aparte de los calificativos peyorativos endilgados a sus adversarios, casualmente se la han provocado los gobernadores de filiación panista y ahora la Alianza Federalista integrada por diez gobernadores que decidieron hacer talacha política desvinculados de la Conferencia Nacional de Gobernadores a la que pertenecen los morenistas que hace unos días, con Claudia Sheinbaum a la cabeza, cerraron fila en torno al licenciado López Obrador. ¿Temor o precaución?
El caso es que Andrés Manuel, cuya praxis personal de gobernar ha ido contra lo dispuesto en la Constitución General de la República, mediante decretos o acuerdos que son una caricatura de los bandos que gustaba dictar cuando fue jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal.
Y con esa mecánica del entendimiento a modo de lo que dicta la Carta Magna, ha entrado en un singular frenesí de desmantelamiento de las instituciones que, cuando Felipe Calderón lo derrotó en las urnas en 2006, fuera de sí mandó al diablo.
Así, López Obrador olvida que la investidura presidencial se respeta y el primer obligado en respetarla es el Presidente de la Republica, cargo para el que, valga la redundancia fue investido frente a la representación de los otros dos Poderes: el Legislativo y el Judicial; con el juramento implícito de respetarla.
Empero, el señorpresidente olvida que es depositario de la confianza que le dieron 30 millones de mexicanos y que, en acatamiento de lo dispuesto en la democracia, está obligado a gobernar para todos los habitantes de la República Mexicana. Todos, sin excepción alguna.
¿Por qué no respeta a la investidura presidencial pero de pronto exige respeto para ésta?
Mire usted, proceder con ausencia de respeto a la investidura implica no respetarse a sí mismo. Y fue Vicente Fox Quesada el primero en perderle el respeto a este encargo fundamental como gobernante de una nación.
Fox careció, en tanto, del nivel de Estadista o Jefe de Estado, que entraña gobernar a un país como México con la división de Poderes pero representante de éstos en una democracia. Con dislates y ocurrencias el Presidente de México perdió el respeto en el concierto de las naciones y fue sujeto de bromas de buen y mal gusto pero al fin bromas que dejaron mal parado al país gobernado por un personaje que no se preparó para ser Presidente y terminó como gerente de un corporativo.
Así ocurre con el licenciado Andrés Manuel. Aquella intervención vía remota en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas dejó algo más que mal sabor de boca en el ánimo, sin duda, incluso de sus simpatizantes porque fue una broma de mal gusto. Peor con esa referencia de que el dictador fascista Benito Mussolini fue llamado así por sus padres en honor a Benito Juárez García.
Con esa intervención, el inquilino de Palacio faltó al respeto a la investidura presidencial, ya no diga usted que quedó como lo que quiera usted menos Jefe de Estado. Disperso, mal presentado, con el cuello de la camisa que lo evidencia falto de higiene personal y, en fin, sin un discurso a la altura del acto mundial fue todo menos Presidente de México.
Por supuesto, reza la conseja popular: el que nace para maceta del corredor no pasa. Bien, aceptemos que esta maceta trascendió pero es una maceta cuyos colaboradores han comenzado a externar, por supuesto en privado, inconformidad y desacuerdo con su forma de gobernar.
Veamos. No es faltar al respeto a la investidura presidencial, no. Porque el licenciado presidente la dejó en el armario desde el primer día en que rindió protesta ante el Congreso de la Unión en el Palacio Legislativo de San Lázaro.
Por eso, los gobernadores de filiación opositora le perdieron el respeto cuando él, el licenciado Andrés Manuel los insultó, estigmatizó y se negó a dialogar con ellos para atender asuntos relacionados con el Pacto Federal y el Fiscal.
Cuando un colega presume de haber sido el primer reportero en quitar la investidura presidencial a López Obrador para que éste hablara como un ciudadano, vivió cinco minutos de una pírrica gloria porque el licenciado le jugó el dedo en la boca y se burló de él y de toda esa pléyade que, con contados reporteros, asiste a las conferencias mañaneras.
Es como pedir a un sacerdote que fue ordenado e investido con los hábitos que por un momento deje su cargo y proceda como un feligrés. Broma de mal gusto; pero, vaya, lo cierto es que López Obrador, reitero, acusa la amnesia selectiva y cuando le conviene es portador de la investidura presidencial y demanda respeto para ésta. ¿Lo merece? ¿Procede?
Veamos. En junio pasado la Asociación de Gobernadores de Acción Nacional (GOAN) planteó a Andrés Manuel López Obrador un nuevo Pacto Fiscal.
La respuesta del “investido” fue que no entraría en dimes y diretes y gobernará apegado a lo que indica la Constitución, amén de que “existe una Ley de Coordinación Fiscal que establece cómo se distribuyen los fondos. Estamos entregando a los estados, puntualmente, lo que por ley les corresponde. Todos reciben, como no era antes, sus participaciones”.
Pero lo más interesante en aquella conferencia mañanera, frente a las expresiones en su contra, sostuvo: “no voy a dejar que se menosprecie la investidura presidencial, tiene que haber respeto”. Por supuesto, a los gobernadores panistas descalificó y estigmatizó. ¿Respeta a la investidura presidencial?
Hace unos días, el pasado jueves 29 de octubre, un asistente a la mañanera –reitero que no se puede llamar periodista o reportero, porque no hay garantía de que todos los asistentes a la homilía lo sean—planteó al licenciado López Obrador:
–Los gobernadores de oposición, si bien han mostrado una postura más flexible, insisten en una reunión con usted y me gustaría saber si estaría dispuesto usted al diálogo para llegar precisamente a un acuerdo en torno a este asunto del presupuesto. Gracias.
–Sí, claro que dialogamos –respondió el licenciado–. (Pero) Siempre y cuando no haya politiquería, porque imagínense que se utilice la investidura presidencial con propósitos partidistas. Tenemos que ser respetuosos de la investidura presidencial. No es asunto personal, es un asunto que tiene que ver con la institucionalidad.
Vaya, vaya. ¿No es politiquería la que practica todos los días el licenciado en las mañaneras y sus conferencias en los periplos a modo por el interior del país? ¿No utiliza a la investidura presidencial con propósitos partidistas cuando descalifica a la oposición y no rasguña a su corporativo Morena?
El inquilino de Palacio le perdió el respeto a la investidura presidencial. Que se respete a sí mismo y respete al opositor si demanda respeto. Lamentable espectáculo: de las botas de charol a las comparaciones “históricas” de Benito a Benito. Conste.
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