ENTRESEMANA / LA INSANA DISTANCIA @msanchezlimon #MartesDeColumnas
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Cuando Ernesto Zedillo estaba a poco más de dos meses de rendir protesta como Presidente de la República, eran los primeros días de septiembre de 1994 y México se encontraba inmerso en una crisis política derivada del asesinato de Luis Donaldo Colosio, la declaración de guerra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, al gobierno de Carlos Salinas… Y no era todo. No.
Y es que, el 28 de ese mes de septiembre, después de asistir a una reunión, en el Hotel Casa Blanca, sito en la calle de José María Lafragua, con diputados priistas que recién habían ocupado sus curules, el entonces secretario General del CEN del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, fue asesinado.
El partido entró en un severo conflicto de identidad y lucha por el poder que lo llevó, precisamente, a perder el poder, ruta apisonada por el propio Ernesto Zedillo.
Después, como mal fario, en diciembre de ese año estallaría la crisis económica derivada del llamado error de diciembre. Pero el PRI quedó en el segundo plano como factor de cohesión política y sujeto a las ambiciones y acuerdos en las grandes ligas que luego derivarían en el escándalo del rescate bancario.
Los días del tricolor en el poder se bordaban en las manos de personajes que llevaron a Francisco Labastida Ochoa a perder la elección presidencial del año 2000. Y Ernesto Zedillo no hizo nada por detener la caída del PRI e incluso, el domingo 21 de agosto, antes de que el Instituto Federal Electoral informara del resultado de los comicios, anunció el triunfo de Vicente Fox Quesada y éste no se lo creía.
¿Operaron los acuerdos a espalda del guanajuatense al grado de que debió replegar su actitud beligerante y declarar que esperaría al informe oficial del IFE? Si tiene patas de pato y pico de pato debe ser un canijo pato. En fin.
Veamos. En esos días iniciales de septiembre de 1994, Zedillo Ponce de León era Presidente electo pero, como candidato, el 4 de agosto en el Foro Nacional de la Democracia, había creado una discusión al interior de la cúpula del PRI, que derivó en diversas conjeturas respecto del futuro que deparaba al aún invencible Revolucionario Institucional, toda vez que, quien por norma era considerado el jefe nato del partido, había aludido a la distancia que habría entre él y el PRI que lo había llevado a la Presidencia, en las elecciones celebradas días antes.
El doctor Zedillo, empero, pretendió una explicación y dijo que no era ruptura, se trataba, adujo, de “una sana y clara distancia que permitiría al PRI fortalecer sus tareas y su capacidad como interlocutor legítimo de la sociedad ante el gobierno, distancia que debía quedar clara tanto para la sociedad como para cada militante, y que debería establecerse por igual frente al gobierno federal y los niveles estatal y municipal”.
Faltaban 17 días para le elección federal, cuando se celebró ese Foro Nacional de la Democracia. Ernesto Zedillo estaba seguro de ganar los comicios y manifestó que a partir del primero de diciembre se asumiría como un miembro pasivo del PRI, “con el inquebrantable compromiso de no intervenir en lo absoluto en su vida interna”.
Y puntualizó que la democracia “exige una sana distancia entre mi partido y el gobierno (…) la Constitución señala con precisión el espacio que a cada uno corresponde y mi compromiso será mantener diáfana la distancia que debe separarlos”. El PRI se quedó en la orfandad, sin fiel de la balanza ni líder ni nada.
Como dicen los clásicos, el resto es historia harto conocida. Vicente Fox Quesada sembró en la cancha electoral a Francisco Labastida Ochoa y a Cuauhtémoc Cárdenas, dos distinguidos priistas, aunque el segundo había renunciado al PRI en 1987 y, como abanderado del PRD, enfrentaba la enésima derrota en su aspiración de llegar a la Presidencia de la República, algo en lo que le imitaría Andrés Manuel López Obrador, quien para el efecto se construyó su propia empresa con la fachada de partido político. Morena.
La historia se repite; la cuna es la misma y, por tanto, el ADN priista lo llevan todos, prácticamente todos quienes integran a esta aventura llamada 4T y, por lo que se observa, están destinados a cumplir similar capítulo de pérdida del poder ahítos de éste, del apetito desmedido de saberse dueños de todo, que los ha llevado a romper compadrazgos, hermandades, pactos de sangre.
¿Y el jefe nato de Morena?
Está molesto, contrariado porque sus alfiles no respondieron como se esperaba. Dicen que la sucesión presidencial arranca el mismo momento en que el Presidente electo rinde protesta como Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, ante el Congreso de la Unión y la representación del Poder Judicial.
Morena no fue la excepción y las tribus morenistas que abrevaron en el PRI y en el PRD, especialmente, divididos en dos bandos, es decir, entre los que apoyan las aspiraciones presidenciales de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo y del canciller Marcelo Ebrard Casaubón.
Porfirio Muñoz Ledo, el enfant terrible del echeverrismo, rumbo a la jubilación política, y Mario Delgado Carrillo, operador de Andrés Manuel en la pasada campaña, itamita que sobrevive de la agraciada generación neoliberal, se baten en duelo de descalificaciones, éstas que advierten una realidad: cualquiera de los dos que rinda protesta como presidente de Morena, no será un ciudadano honesto e inmaculado.
Se avista la debacle electoral de Morena en 2021 y, en consecuencia, su necesaria refundación si pretende mantener el poder presidencial en 2024. O de plano Andrés Manuel ya no quiere saber más de su corporativo Morena, S.A.
En la mañanera del inicio de semana, Judith Sánchez Reyes, corresponsal de Imagen del Golfo, de Veracruz, preguntó a López Obrador:
–Su opinión sobre lo acontecido en las últimas horas, presidente, en el proceso de renovación de la dirigencia nacional de Morena.
–No, eso no—respondió López Obrador.
–¿Ninguna opinión al respecto?—insistió Judith.
–No, no, no opino de eso para no meternos en la cosa partidista, solamente cuando hay alguna cosa grave; pero no, esto no, esto es, vamos a decir, algo muy común en los partidos y ya que se pongan de acuerdo—puntualizó Andrés Manuel.
¿Insana distancia? El licenciadopresidente está lo que le sigue de encabronado por esa rebatinga que hace pedazos a Morena. Digo
COMO ME LO PLATICARON. Circula un interesante pliego petitorio de salud y protección al ambiente que las organizaciones Comité de Participación Ciudadana en Defensa del Rio Tula, Friday’s For Future Hidalgo, el Grupo Ecologista Hidalguense de Protección al Medio Ambiente y la Sociedad Ecologista Hidalguense han presentado a los candidatos a la presidencia municipal de Tula de Allende, Hidalgo
Refieren que, a diez días de celebrarse –próximo domingo 18 de octubre—la elección para presidente municipal de Tula de Allende, están seriamente preocupadas por la falta de interés y propuestas concretas de los candidatos para atender, desde la raíz, los efectos nocivos de factores ambientales que causan la contaminación del ambiente en nuestro municipio.
El municipio de Tula de Allende es una de las zonas más tóxicas, ambientalmente degradadas y contaminadas no sólo del estado de Hidalgo, sino de México, con graves problemas de contaminación del aire, del agua y del suelo.
En el pliego documentan sus peticiones y puntualizan que, argumentar que algunos problemas son de competencia federal elude la responsabilidad que se adquiere en un puesto de elección popular.
Y acotan que los gobiernos locales no deben desvincularse de su obligación de prevenir que los efectos nocivos ambientales impacten en la salud de la población. Los problemas citados afectan a quienes habitamos en la región de Tula de Allende, y quien se beneficia de nuestro voto está obligado a resolverlos.
Por tanto, emplazan a los candidatos: “necesitamos que se comprometan con sus futuros gobernados realizando acciones concretas e inmediatas para evitar que las víctimas ambientales continúen incrementando”. Conste.
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