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COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN

“Los delincuentes son seres humanos y merecen nuestro respeto”, dijo el licenciado López Obrador ante disciplinadas integrantes de la Guardia Nacional, en el cuartel de Pénjamo, Guanajuato, el pasado fin de semana.

Por supuesto, las guardias uniformadas en gris de camuflaje no aplaudieron ni vitorearon la declaración del señorpresidente por elemental respeto a quien, con ese abdomen prominente y desgarbado con la hebilla del cinturón fuera de lugar, se le llama Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.

La expresión más elemental a esa declaración del licenciado fue un abrir de ojos como no queriendo para que no se notara que les ofendía la referencia de tratar con respeto al enemigo, sí, al enemigo que asesina con saña e incluso utiliza a integrantes de ese pueblo bueno para agredir y vejar a elementos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Nacional.

¡Ah!, pero cómo se solaza el señorpresidente cuando llama a la población a portarse bien y desde hace un año transita por esa misma ruta de convocar a la delincuencia organizada, a sicarios de perversa visión de cobrar víctimas y matar con saña y sin ella, a portarse mejor so riesgo de acusar a sus integrantes con su mamá o su abuelita.

Y aquí se concreta esa historia del malquerido, de aquel político que creció en los tiempos del populismo galopante, del “arriba y adelante”, de las filas de indígenas y campesinos que, llegados de diversos puntos de la república, dormían afuera de la residencia oficial de Los Pinos, o hacían largas antesalas cerca de la puerta del Salón Venustiano Carranza, donde el licenciado Luis Echeverría Álvarez encabezaba maratónicas reuniones de las que solían salir órdenes para crear un fideicomiso que atendiera demandas de solución urgente.

Así nació, por ejemplo, la Productora Forestal de la Tarahumara que, al paso del tiempo se convirtió en un elefante blanco y nunca resolvió la tala clandestina y no tanto de los bosques que debían dar estabilidad económica y llevar desarrollo y justicia social a los rarámuris.

Sí, estos indígenas con quienes todos los candidatos a la Presidencia de la República se han tomado la foto; sí, estos andarines que se presumen como mercurios en la carrera de fondo, pero que siguen en el atraso y mueren por desnutrición y enfermedades que, desde esos días del arriba y adelante y desde antes, los políticos prometieron atender. Demagogia.

Y qué de este personaje que hoy presume de levantarse de madrugada y que dice atiende la agenda de seguridad nacional todas las mañas con el gabinete del ramo, pero que ha superado un año en el poder y ni con fuchi y guácala o con fuchi caca ha logrado contener a la delincuencia que se ha convertido en poder fáctico en prácticamente todo el país.

Sí. Érase que se era un joven que, arrobado por el estilo de gobernar del presidente Luis Echeverría, soñaba con emularlo y, en ese objetivo personal que luego se convertiría en obsesión, abandonó sus estudios universitarios con la idea de graduarse en la escuela de la vida, aunque ahora presume que en 1976 concluyó sus estudios en la Faculta de Ciencias Políticas de la UNAM y, con nivel de pasante, se fue como director del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco, pero entonces cursaba el sexto semestre de diez y sus calificaciones no daban para lograr el nivel de pasante.

Lo que ahora no presume el tabasqueño, es que en esa ruta que se trazó para llegar al máximo cargo de elección popular del país, se afilió al PRI, partido del que aspiró a ser su dirigente y hasta le compuso un himno –del que ahora reniega pero ahí está en su ficha del Cisen-, aunque sólo llegó a dirigirlo en su estado natal, donde aprovechó el abrigo del poeta Carlos Pellicer y del maestro Enrique González Pedrero.

De Pellicer Cámara fue, incluso, confidente y cercano colaborador, tanto que hasta estuvo en la condición de ayudarlo a vender unos cuadros obra de José María Velasco, que unos ladrones robaron de la residencia del entonces senador por Tabasco, que moriría en 1977 y dejaría en el escaño a un entonces joven Nicolás Reynes Berzaluce.

¿Habrá heredado Andrés Manuel esa filosofía humanista del poeta Carlos Pellicer?

Tal vez, pero con ánimo fundamentalista, porque en este ánimo que hoy lo lleva a invocar respeto hacia los delincuentes podríamos encontrar esa influencia, aunque entre sus advocaciones del pueblo bueno discurre en la demagogia del paraíso en México, mientras en las calles transita el recurrente feminicidio que él había soslayado en su justa dimensión hasta que la feminista Frida Guerrera lo arrinconó en la conferencia mañanera, sacándolo de su espacio de confort y en riesgo de sacarlo de sus casillas.

Su respuesta de un decálogo simplista, barnizado con lugares comunes, es ejemplo de cómo suele mentir y salirse por la tangente, recurrir a la retórica y evitar esas respuestas que solo requieren de un sí o no.

Así, Andrés Manuel se asume víctima de los fantasmas del neoliberalismo cuya muerte declaró hace unos meses. Es malquerido y todos los días recurre, victimizándose, a culpar a los conservadores, a los malditos conservadores responsables de todos los males, de estar en esos medios de comunicación que se confabulan en su contra y descalifican la obra de su gobierno. ¿Cuál?

Sí, érase que se era un estudiante mediocre, de pésimas calificaciones que encontró la vocación en la práctica de la polaca y en su ruta por hacer realidad su sueño de ser Presidente de la República hizo alianzas que luego desconoció y deshizo acuerdos porque se convirtió en la estrella de una causa en la que el PRI le ayudó, en ésta en la que incluso el PRD permitió se hiciera de su andamiaje para llegar hasta donde ha llegado y gobierna como siempre quiso: como un solo hombre, el poder centralizado para hacer lo que le venga en gana. Y para cobrar la factura a sus malquerientes, a los neoliberales y conservadores.

Así, hoy una fuerte corriente social se pregunta por qué votó por él. Pero él desoye el descontento y lo endilga  los conservadores, a la gente mala, aunque ya no alude a la mafia del poder, porque a una parte integrante de estos neoliberales los tiene dispuestos a servirle y apoyarle en una farsa de rifa que no es rifa y aportan cientos de millones de pesos a cambio de tamales de chipilín y chocolate vendido, seguramente, por sus hijos que tienen a la chocolatera que lleva el nombre de su extinta esposa.

Negocio es negocio y, de paso, cobra la afrenta a estos capitanes del dinero en México, a los que no lo querían e hicieron todo lo posible para evitar que llegara, en dos intentos, a la Presidencia, aunque en el tercero no contaron con la sapiencia delictiva de los amigotes de Enrique Peña Nieto y la omisión cómplice de éste, que hicieron todo lo posible por perder la elección federal de 2018.

Pero, ya en la Presidencia sus estrategas le quedan mal y su estado de ánimo se desgasta recurrente e incurre en yerros que luego pretende recomponer con esa misma idea de culpar al pasado que ya es pasado, olvidándose de que ha superado un año en la Presidencia de la República.

Y cuando se le trata el aberrante asesinato cometido contra la menor que se llamaba Fátima, responde que “es muy lamentable que esto suceda y desde luego estamos haciendo todo lo que nos corresponde para evitarlo”.

¿Cómo? Bueno, dice que “lo más eficaz es procurar entre todos, y desde luego el gobierno es el principal responsable de aplicar una política para tener una sociedad mejor”. Vaya respuesta y más esa perla de buscar culpables.

“Yo sostengo –acotó en la mañanera– que se cayó en una decadencia, fue un proceso de degradación progresivo que tuvo que ver con el modelo neoliberal. Siempre he dicho que se mide el desempleo, el crecimiento económico, se mide, incluso el número de homicidios, pero no se mide el grado de descomposición social que produjo la política neoliberal.

“(…) Entonces, son crímenes que tienen que ver con odio, crímenes que tienen que ver con problemas sociales, problemas familiares, es una enfermedad social. Entonces, esto no sólo se resuelve con policías ni con cárceles, ni con amenazas de mano dura; aquí tenemos que atender el fondo, que haya bienestar material y bienestar del alma”.

El prócer descubrió el hilo negro. En el PRI no lo quisieron, en el PRD lo detestan, ¿lo quieren en Morena? ¿Qué le aprendió al poeta Pellicer Cámara, a su alter ego Ovalle Fernández y al maestro González Pedrero? Su discurso es similar al de Luis Echeverría Álvarez. Pues, vaya, ¡arriba y adelante! La historia es cíclica. Digo.

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