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MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Impedido legalmente para impulsar y aprobar en este momento la reforma electoral que ajuste las reglas del juego en la sucesión presidencial, el Congreso de la Unión puede avanzar en esa materia e incluso abonar el terreno en enmiendas al sistema de partidos políticos rumbo a los procesos electorales posteriores a la contienda por la Presidencia de la República en 2018.
Todo es cuestión de voluntad política y de atender a la experiencia electoral del año pasado y lo ocurrido el domingo último en la jornada comicial que fue aleccionadora.
El sistema de partidos está agotado y la evidencia es que un instituto político por sí solo no suma una mayoría; gana, sí, pero con una magra participación ciudadana. Es una democracia acotada.
Hay excepciones, sin duda, como son los casos del partido Movimiento de Regeneración Nacional y el repunte que tuvo el Partido de la Revolución Democrática, que finalmente son bastiones de la izquierda a los que se han sumado militantes de ideología distinta, aunque son los menos.
La lección, en este caso, es que la polarización de la izquierda, sujeta en el PRD a los arrebatos e intereses de las tribus, obstaculiza una negociación unificadora que permita atender prioridades y, por ejemplo, en el caso del Estado de México bien pudo haberse sumado a la candidatura de la maestra Delfina Gómez y en este momento la consecuencia del voto tendría otro resultado.
Porque, mire usted, finalmente esa democracia vertical que hay en Morena funciona sin reticencias con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza. La democracia tiene esa identidad en México y sus reminiscencias del siglo pasado cuando la oposición de izquierda y comunista funcionaba en la clandestinidad sin posibilidad de ser gobierno, porque se asumen hoy en todos los partidos con cúpulas de poder.
Una reflexión priva, en este sentido, respecto de cuánto habrá de pagar en membresía la izquierda o ésta que se asume en la oposición con Morena para arribar a una verdadera oposición, no ese frente convocado por Alejandra Barrales Magdaleno con el dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, que finalmente sólo es enunciativo porque difícilmente uno y otro arriarán bandera para sumarse a un candidato diferente al suyo.
¿Qué ocurrió el domingo pasado en las urnas? Lo que se esperaba: el PRD en sus espacios, el PAN en los suyos y el PRI en la cabecera de una pléyade que por sí sola no lograría una posición superior, es decir, no ganaría la elección de gobernador que es tema de ligas mayores, pero en la suma de voluntades mantiene el registro y espacios de poder.
Así, en la realidad legal de la improcedencia de una reforma electoral que surta efecto en los comicios federales del año próximo, cuando se elija al sucesor de Enrique Peña Nieto, todos los partidos políticos deben atender a esta lección, porque fue superada esa expectativa de una vasto abstencionismo implicado en la participación de menos de 50 por ciento de la lista nominal, estimada en los comicios celebrados en seis entidades –Oaxaca y Tlaxcala tuvieron extraordinarios–.
De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE), en la jornada electoral del pasado domingo se instaló el cien por ciento de las casillas en las seis entidades y hubo representantes de los partidos políticos o candidaturas independientes, en 99.99 por ciento de las casillas instaladas. Un porcentaje no visto en la elección federal intermedia.
Y, lo importante fue la participación ciudadana. En la elección de gobernador en Coahuila fue de 62 por ciento; en el Estado de México entre 53.31 y 54.15 por ciento. En Nayarit la participación fue de entre 60.43 y 63.69 por ciento. Incluso, en Veracruz, donde se eligieron ayuntamientos, la participación fue de 58.75 por ciento.
En la jornada participaron 135 mil 67 ciudadanos como funcionarios de casilla, equivalente al 99.04 por ciento de los 136 mil 376 que eran requeridos. De ellos, 126 mil 911 estaban debidamente capacitados (93.06 por ciento), y el resto, 8 mil 163 ciudadanos, fueron llamados de la fila para integrar debidamente las casillas; es decir, el 5.99 por ciento.
Esta jornada electoral fue de las más observadas de la historia democrática del país 185 mil 918 representantes de partidos políticos vigilaron el desarrollo de las elecciones en las casillas. Es decir, hubo representantes de los partidos políticos o candidaturas independientes, en el 99.99 por ciento de las casillas instaladas.
El PRI fue el instituto con mayor presencia de observadores, 98.44 por ciento de las casillas, seguido por el PAN en 88.26 por ciento.
Y, bueno, 6 mil 334 observadores electorales asistieron en 3 mil 502 mesas de votación, adicionalmente presenciaron las sesiones de los consejos locales y distritales, así como otras etapas de los procesos electorales.
Esta es parte de la numeralia que no puede ser soslayada. ¿Por qué la afluencia de votantes superó a la expectativa de abstencionismo? La respuesta está en las alianzas y los candidatos. Los partidos que apostaron, como Morena, en un nuevo nicho que pertenecía al PRD, pero también al Partido del Trabajo e incluso del PRI en zonas tradicionalmente bastiones del tricolor.
Procede, sin duda, ese ajuste en el sistema de partidos políticos; una reflexión del voto ocurrió el domingo último sin carros completos. En la elección presidencial, las alianzas serán factor que evitará la atomización del voto. Cada quien con su cada cual. Conste.
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