ESCAÑO ABIERTO / EL POPULISMO VENEZOLANO ANTE LA OEA @arturozamora #MartesDeColumnas
Ayer se iniciaron los trabajos de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), que se celebra en Cancún, en una coyuntura mundial y regional que hace que esta asamblea tenga un valor histórico.
Las decisiones del presidente Donald Trump revierten el clima de cooperación, integración y corresponsabilidad en el orden internacional durante las últimas décadas. Importan a México, en particular, el giro en materia de seguridad, combate al narcotráfico, comercio y migración hacia políticas persecutorias, unilaterales y aislacionistas. Además de la regresión de esa nación en su relación con Cuba.
Sin embargo, el tema central de la Asamblea General de la OEA es la delicada situación que vive la República Bolivariana de Venezuela, bajo el régimen surgido del movimiento chavista que hoy encabeza el presidente Nicolás Maduro.
La lección que se desprende del proyecto populista en Venezuela es altamente valiosa para América Latina y para los mexicanos. Hugo Chávez llegó al poder en 1998 y, de inmediato, promovió una nueva constitución y una batería de leyes que desmontaron las instituciones republicanas en favor de un régimen autoritario y antidemocrático.
Un mercado petrolero favorable permitió el financiamiento de una política de subsidios indiscriminados, de control de precios y un gasto público deficitario. Sin embargo, el fin de la ficción populista llegó muy pronto, con un incremento desorbitado de la criminalidad, la pobreza y la inflación (720% en lo que va del año).
Los ciudadanos que votaron por la promesa de la izquierda de un mejor futuro perdieron el empleo, el acceso a los bienes más elementales y, sobre todo, las libertades fundamentales ante las medidas gubernamentales de corte militar, de represión y cárcel a la oposición.
La situación en Venezuela, en las últimas semanas, es dramática e insostenible; las evidencias de una violación sistemática de los derechos humanos obligaron a la comunidad internacional a actuar en forma decidida al amparo de la Carta de la OEA. La respuesta de Maduro ha sido convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, pretender un “autogolpe” de Estado e imponer una dictadura “constitucional”.
Agotadas las posibilidades de diálogo y los buenos oficios del Vaticano, la cancillería mexicana, que dirige el doctor Luis Videgaray Caso, encabezó, con responsabilidad y valor, la adopción de una declaración por el reconocimiento de la Asamblea Nacional, la liberación de los presos políticos y para fijar un calendario electoral que restablezca el orden democrático.
La canciller venezolana, Delcy Rodríguez, respondió con la conocida retórica de Maduro y esgrimió asuntos internos de México, lo cual está, a todas luces, fuera de lugar, toda vez que la situación de Venezuela es de interés de toda la región y que México atiende los asuntos citados con total apertura a las instancias internacionales, lo cual sería inconcebible en el caso venezolano.
En ningún caso, los populismos han sido una solución a los problemas de las naciones latinoamericanas, por el contrario, han atentado contra las instituciones democráticas y son una receta para el colapso económico.
Estaremos atentos a la reunión de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos, deseosos de un pronto restablecimiento del orden democrático en favor del pueblo de Venezuela y de que sea aprendida la lección del riesgo del populismo autoritario.