ESPÍRITU IMBATIBLE Y CORAZÓN INVENCIBLE

COLUMNA, NACIONAL, SEMAR

blob-24El Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina son instituciones armadas permanentes, integradas conforme la vocación pacifista de México y a los principios que rigen nuestra política exterior, señaladamente la Doctrina Estrada, la cual postula la libre determinación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de los Estados.

A partir de la modernización de las corporaciones militares, acelerada por las exigencias de la posguerra, su Ley Orgánica establece como sus misiones generales defender la integridad, la independencia y la soberanía de la nación y garantizar la seguridad interior y, de manera relevante, auxiliar a la población civil en casos de necesidades públicas y prestar ayuda en caso de desastre para el mantenimiento del orden, auxilio de las personas y sus bienes y la reconstrucción de las zonas afectadas.

Fue así como surgió, el 18 de septiembre de 1965, el Plan Director de Defensa Nacional No. III, del que se desprende el anexo E con el título de Plan de Auxilio a la Población Civil en Casos de Desastre. Apenas un año después, ante los desbordamientos del río Pánuco, en Veracruz, provocados por el huracán Inés, en octubre de 1966 (de trayectoria semejante a la de Matthew), y dada la inexistencia de una Sistema Nacional de Protección Civil constituido hasta 1985, se puso en operación por primera vez el Plan DN III-E, que ha intervenido desde entonces en decenas de explosiones, sismos, huracanes, erupciones y accidentes.

Para conmemorar el 50 aniversario de tan valiosa, humanitaria y heroica labor, el pasado viernes 7, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, encabezó una ceremonia de reconocimiento a la lealtad, disciplina y valor de nuestros soldados, marinos y pilotos, y honrar la memoria de cientos de ellos caídos en el cumplimiento de su deber. “Hoy, como hace 50 años, nuestras Fuerzas Armadas están con México; como siempre su espíritu es imbatible y su corazón es invencible”, dijo el Presidente ante los ciudadanos secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, y secretario de la Marina, almiranteFrancisco Soberón Sanz.

En el mismo acto, el general Arturo Granados Gallardo, jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, refrendó ante la Nación el “compromiso de seguir cumpliendo la elevada misión de salvaguardar la vida y el patrimonio de las familias mexicanas, en coordinación y cooperación con los tres niveles de gobierno, organizaciones civiles y ciudadanía en general”.

Muy amargos fueron sin embargo estos momentos, en los que la República lamentaba las irreparables bajas de los elementos caídos en acciones de rescate y emergencia, a siete escasos días de que un convoy militar sufriera una cobarde celada en Culiacán, Sinaloa, cumpliendo tareas para salvar la vida de un presunto narcotraficante.

El atentado en el que murieron cinco militares y otros diez soldados, más un civil, resultaron gravemente heridos, perpetrado, además, en una misión de la Cruz Roja, representa una seria transgresión a todos los códigos imaginables y “una afrenta al Estado mexicano que no debe permanecer impune… en actos de barbarie que muestran la saña y la capacidad de fuego de los delincuentes”, según afirmamos en el exhorto dirigido al Ejecutivo federal desde el Senado de la República, “para que se investigue y castigue con todo el peso de la ley a los responsables”.

La justa indignación del general secretario Cienfuegos Zepeda, expresa fielmente el sentimiento de reprobación de estos hechos y la solidaridad de los mexicanos con su Ejército.

(Publicada en Excélsior 11 de octubre 2016)

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