FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ / EL ISTMO DE TEHUANTEPEC PUDO SER PANAMÁ #Domingueando @feraguirrermz

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

Esta vía interoceánica mueve 3% del comercio marítimo mundial y en 2024 sus principales clientes de flujo de carga fueron: EU, seguido de China, Japón, Corea del Sur, Chile y México.

El 31 de diciembre pasado se cumplieron exactamente 25 años de que la administración del Canal de Panamá pasó de manos de los estadunidenses a la de los propios panameños. Los festejos de esa gran hazaña frente a la gran potencia –casi como la lucha entre David y Goliat–, se ven opacados con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, pues resurgen viejos fantasmas de un nuevo intento de control por parte de EU, que se creían superados.

Recordemos que el Canal de Panamá fue construido por ellos en un periodo coyuntural de disputa entre Colombia y la región de Panamá, que buscaba su separación de ese territorio. Hábiles como son las administraciones estadunidenses, apoyaron al incipiente gobierno a emanciparse a cambio del control de la zona donde debían construir el canal, el resultado de ese apoyo fue el cese a perpetuidad.

No fue sino hasta principios de 1964 cuando jóvenes panameños lideraron una gesta patriótica que marcó un punto de inflexión y rompimiento en las relaciones Panamá-EU, lo que provocó que años más tarde se llegaran a negociaciones que desembocaron en los tratados Torrijos-Carter en 1977, y otorgar, por fin, a los panameños plena facultad de administración a partir de 1999.

Desde entonces, la gestión panameña se ha sabido abrir paso en el mundo para mostrar que el canal, que es su símbolo de desarrollo y orgullo nacional, ha entregado buenas cuentas en beneficio del pueblo panameño.

Tan es así que en su administración se han hecho las primeras mejoras desde su construcción en 1914; por ejemplo, se inició su ampliación desde 2007 a 2016 con nuevas exclusas de mayor dimensión que las originales para darle tránsito a buques tipo neo-Panamax y otras mejoras que le han dado un nuevo rostro a esta vía.

Pensar en quitarle el Canal a Panamá es mandarlo a la ruina, siendo hoy uno de los países centroamericanos más desarrollados, con estabilidad política, social y económica. Ciudad de Panamá, la capital del país, no le pide nada a una gran urbe norteamericana o de primer mundo, se ve la prosperidad pujante de esta nación gracias al canal, que ha contribuido en gran medida a ello.

Según un estudio realizado por la Cámara Marítima de ese país, indica que el sector aporta al producto interno bruto de Panamá alrededor de 21 mil 210 millones de dólares en impacto directo, que representa 7.7% al PIB anual y genera cerca de 109 mil 406 empleos directos, 30% del total del empleo del país. Además de que representa también 34% de la recaudación de impuestos indirectos.

Esta vía interoceánica mueve 3% del comercio marítimo mundial y en 2024 sus principales clientes de flujo de carga fueron: EU, seguido de China, Japón, Corea del Sur, Chile y México. ¿Hay alguna duda que los estadunidenses siguen siendo, por mucho, quienes más lo utilizan?

Metiendo a China en la ecuación trumpista, para nadie es un secreto que el país asiático ha implementado una serie de estrategias geopolíticas que son vistas con resquemor por los estadunidenses, sea en Latinoamérica, África y hasta en la ahora renombrada ruta del Ártico.

De ahí que, para Trump, Panamá que fue uno de los primeros países de la región en conceder obras de infraestructura a China, esté siendo golpeado por el magnate en la disputa del control del canal y, claro, obtener beneficios. ¿O es que acaso no supera que su organización haya perdido hace un par de años la gestión de un gran hotel en ese país?

El presidente panameño, José Raúl Mulino, no se ha quedado con los brazos cruzados y está buscando aliados internacionales que empiezan tímidamente a salir a su favor, como España y nuestro país. Quizás la presión internacional ayude a atemperar las aguas alebrestadas.

En estos tiempos trumpistas qué sería de México si, aparte de aranceles, inmigración y narcotráfico, se le sumará una ambición por el corredor del Istmo de Tehuantepec. En el siglo XIX esta región fue una obsesión para los estadunidenses, ojalá que para Trump nunca lo sea.