FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ / EL MEXICANISMO CONTRA EL PLAGIO #MartesDeColumnas @feraguirrermz

FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ, INTERNACIONAL, NACIONAL

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En cada región de México, la vestimenta indígena tiene distintivos propios exaltados a través de diseños y colores que reflejan la expresión simbólica y cosmovisión con la que cada grupo étnico o población se identifica. En muchos casos, se sigue portando por tradición, pero también por orgullo, amor y respeto a esa identidad.

Por eso, cada vez que se conoce un nuevo caso de plagio de los bordados indígenas o tradicionales, indudablemente nos lastima, pues estamos frente a una transgresión total hacia la herencia cultural de nuestro país.

En los últimos años, la moda étnica ha tenido un auge en México, pero también en el extranjero. Por ello, no es casual que los diseñadores nacionales e internacionales, estén ávidos de inspiraciones para sus nuevas tendencias, pero con cierta frecuencia plagian diseños y bordados ya existentes, no patentados muchos de ellos, pero claramente originarios y representativos de la comunidad en cuestión.

Oaxaca es uno de los estados con mayor variedad y tradición de bordados indígenas del país. Comunidades como Santa María Tlahuitoltepec, San Antonino Castillo Velasco, San Juan Bautista Tlacoatzintepec y Jalapa de Díaz, entre otras, se han visto fuertemente afectadas por el plagio aberrante de sus diseños. Otras regiones del país tampoco han sido la excepción, Tenango de Doria, en Hidalgo y Aguacatenango, Chiapas, por citar algunas, se han sumado a la lista.

Pero, ¿de qué tamaño es el problema? Realmente, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial a través de sus mecanismos, como la denominación de origen, las indicaciones geográficas y las marcas colectivas, ¿puede ofrecer garantías para la protección de nuestro patrimonio cultural vivo e intangible? Frente a lo que algunos consideran una vorágine plagiaria, y una indefensión al respecto, surgen voces que desean contrarrestar este problema.

Tal es el caso de Susana Harp, reconocida cantante, promotora y una de las defensoras férreas de la cultura oaxaqueña, quien definió que una de sus primeras acciones legislativas, de alcanzar un escaño en el Senado en las próximas elecciones, sería presentar una iniciativa que empiece protegiendo el patrimonio intangible de nuestro país y también lo promocione.

Bienvenidas éstas y otras propuestas más que buscan preservar lo único que poseen estas comunidades, y que, en algunos casos, es su modus vivendi. La legislación al respecto debe proteger y hacer valer el reconocimiento de estas comunidades como creadoras del diseño otorgándoles también condiciones y ventajas para dinamizar su producción y comercialización.

Por qué si bien, parte del encono de los afectados por el plagio tiene sus vértices al sentirse despojados de su identidad, no neguemos que también hay un trasfondo económico.

Mientras las acciones legislativas toman forma, ¿Cuál debe ser la actitud de los diseñadores y empresas señaladas de plagio? ¿Basta con dar el crédito a las comunidades o deben ofrecerles una retribución económica? Es unánime el rechazo entre los defensores, a que sólo se dé un simple reconocimiento, cuando estas empresas obtienen ganancias millonarias por comercializar algo que no es suyo, quizás vale la pena considerar que las comunidades, en el uso de sus facultades y decisiones propias, puedan formar alianzas comerciales para verse beneficiadas.

El tema no es sencillo, quizás es más complejo de lo que parece por las aristas que surgen al reflexionarlo y más al intentar legislarlo. Lo que está claro, es que el plagio y la apropiación de autoría tan deliberada por parte de diseñadores, muchos de ellos extranjeros, no debe permitirse.

Por eso la necesidad y urgencia de contar con una ley que ”ponga un alto a los actos de gran cinismo”, como los considera mi paisano, Armando Mafud, reconocido diseñador oaxaqueño, quien también se inspira en los diseños indígenas, pero siempre respetando la autoría de lo que él considera “verdaderos artistas”.

La problemática existente debe ser un objeto de estudio y debate. Recordemos que varios países nos llevan la delantera, bien vale la pena hacerlo para defender la conservación y trascendencia de algo muy nuestro.

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