FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ / LA DILMA ROUSSEFF MEXICANA #JuevesDeMasColumnas @feraguirrermz

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

La disputa por la silla presidencial en nuestro país nos plantea varios escenarios, pero hay uno en especial que nos hace recordar inevitablemente lo que aconteció alguna vez en el gigante latinoamericano, Brasil.

En 2010, Luiz Inácio Lula da Silva llegaba a la recta final de su mandato adespués de dos periodos consecutivos que le permitieron gobernar por un decenio. Tras él, concluía una gestión presidencial con altos índices de aprobación y popularidad jamás registrada en ese país, dejaba una gran sombra y los zapatos enormes para quien osara sucederlo. Se auguraba difícil, más no imposible, canalizar toda esa pasión, defensa, amor y lealtad de su ferviente y amplio electorado a la elegida de continuar con su legado.

El cómo ser recordado o pasar a la historia lo tenía resuelto, a Lula sólo le interesaba cerrar con broche de oro su leyenda, y esto sería posible entregándole la banda presidencial, por primera vez, a una mujer. Con ello, el Hijo de Brasil sumaba puntos a su figura como demócrata progresista que se autodefine, al tiempo que encaminaba su proyecto de nación con su sello personal.

Para la construcción de la imagen de su sucesora, Dilma Rousseff, el mandatario brasileño contribuyó decididamente a través de elogios en sus discursos, en los que destacaba las razones por las que debía ser la primera presidenta: “Conoce muy bien el país, sabe de economía, es una extraordinaria administradora, tiene su propia historia política como militante de izquierda desde los 70, fue presa, torturada y ha sido gran compañera de varias batallas”.

Pero hay una frase con la que empezaría a identificarla asiduamente y que no pasó desapercibida para la oposición, líderes de opinión, mercadólogos y periodistas brasileños: “Dilma, es una especie de madre”.

Bajo este apelativo emocional, en el que Lula era el patriarca y ahora se necesitaba de una matriarca, se empezó a vender a los brasileños la idea de la continuidad de la mano de una “madre”. Desde entonces, en entrevistas, discursos, presentaciones y hasta filmes prolulistas, resaltaron la figura materna, el fin era transferir el apoyo popular hacia el mandatario a la “Juana de Arco brasileña”. Sólo algo no estaba contemplado, la candidata carecía de carisma y conexión con los brasileños.

Dilma Rousseff arrancó campaña en su papel de “madre del pueblo brasileño”, sin moverse un ápice de los ideales lulistas, y dejando en claro que “Dilma es igual a Lula y el gobierno de Dilma es igual al gobierno de Lula”. Por supuesto, las comparaciones no se hicieron esperar, pero astutamente solía responder que ella, en su papel de ministra de Casa Civil (equivalente a la secretaría de Gobernación) era quien coordinaba a los ministros y los principales proyectos del gobierno de Luiz Inácio. “Trabajé cercanamente con el presidente Lula en los últimos cinco años y medio. El éxito de él es el mío, fui su brazo derecho e izquierdo”, aclaraba.

 

 

Era imposible que Dilma Rousseff perdiera la presidencia, incluso conquistó hasta un segundo periodo presidencial, pero ni en la esfera nacional e internacional consiguió siquiera igualar a su antecesor. No logró consolidar el diálogo con la clase política brasileña y mucho menos envolverse en un gran apoyo popular para vacunarse ante cualquier dificultad en su gobierno, por lo que, envuelta en señalamientos de corrupción y crisis económica, pero, sobre todo violación a las normas fiscales, la volvieron el blanco perfecto para que se fraguara desde el parlamento un impeachment en su contra.

Quien se enarbolaba con la bandera de llegar a la presidencia “para proteger a los débiles, honrar a las mujeres y gobernar para todos”, dejó el cargo de una forma desastrosa y arrastró al partido de los trabajadores (PT) a sus peores días. No hubo poder humano ni siquiera el de su mentor y amigo para ayudarla. Lula logró heredarle poder, pero nunca afecto popular, eso se conquista. ¿El caso de Dilma es una referencia de éxito para querer emularla en México?