FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ / OAXACA EN SU MERO MOLE #MartesDeColumnas @feraguirrermz

FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ, NACIONAL

Ya lo recita el estribillo de Flor de Piña escrito por Felipe Matías Velasco, cronista de Tuxtepec: “Ya se escuchan los acordes de música sin igual, y una feria de colores el atavío regional, que lucen bellas mujeres de mi rincón tropical”.

El mes de julio en Oaxaca se resume a eso, la fiesta máxima de los oaxaqueños, la Guelaguetza, inunda con un colorido, música y alegría inigualables, las principales calles de la capital, así como de otras comunidades del estado.


Fernando Aguirre Ramírez

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Quienes hemos crecido celebrando esta festividad racial no dejamos de entusiasmarnos y maravillarnos, año con año, con su llegada. Aun a la distancia, julio contagia a los oaxaqueños que vivimos fuera de nuestro terruño y nos invita a regresar para celebrarla. Otros más, organizan su propia Guelaguetza como una forma inconsciente de arraigarse a su cultura e identidad a pesar de la lejanía, prueba de ello son los miles de oaxaqueños que residen y la celebran en ciudades americanas como Los Ángeles, New Jersey, Filadelfia, etcétera.

Lo que conocemos como los Lunes del Cerro o la Guelaguetza (del vocablo zapoteca Guendalezaa que significa ofrenda o presente) derivó de celebraciones que se remontan desde la época prehispánica y que han tomado características especiales al paso de la historia de nuestro país. A pesar del tiempo, la constante de esta fiesta ha sido el realizarse en julio, los días lunes (posteriores al 16 de julio) y en el Cerro de la Bella Vista o Fortín.

El antecedente contemporáneo de la actual celebración empezó en los años treinta como un homenaje racial para conmemorar el IV Centenario de la elevación al rango de ciudad a Oaxaca, y en el cual, todas las etnias de la entidad le ofrecieron sus parabienes y respeto a través de sus expresiones artísticas y culturales. Desde la década de los cincuenta, este evento se incluyó formalmente a las festividades antañas de los Lunes del Cerroy, a la fecha, la Guelaguetza es una fiesta multicultural que muestra la riqueza de las danzas, tradiciones y costumbres que increíblemente, considero, aún resisten y persisten en Oaxaca en pleno siglo XXI.

En sus más de 80 años, la Guelaguetza ha vivido épocas de esplendor, pero también una serie de trances presa de intereses políticos y económicos, y por supuesto, de la globalización.  Hoy en día, algunos cuestionan su autenticidad por considerar que los estilos de vida y, por consiguiente, los usos y costumbres que identifican a una región, comunidad o etnia han sido trastocados y son cosa del ayer.

Asimismo, la explotación comercial que se ha hecho sobre esta festividad lleva a reflexionar hasta qué punto se le ha convertido más en un espectáculo como generador de dinero que en un verdadero retrato de la diversidad y riqueza cultural de Oaxaca.

Además de las influencias externas, también la Guelaguetza ha sido utilizada por grupos sindicales y políticos, como la Sección 22 de la CNTE, que tratan de evitar su realización como medio de presión para conseguir respuesta a sus exigencias. No olvidemos que su cancelación en el 2006 se debió al conflicto social derivado de los problemas entre el sindicato y el gobierno de Ulises Ruiz.  Desde entonces, el fantasma del boicot ronda todos los años.

Reconocida mundialmente por ser la fiesta más grande de tipo étnico del continente americano, y presenciada por mandatarios, líderes y figuras internacionales, así como artistas e intelectuales, parece quedar en el olvido del interés de los presidentes mexicanos, desde Vicente Fox no ha asistido ninguno. La presencia presidencial no la hace ni mejor ni peor festividad, pero se pierde una oportunidad para que conozcan y entiendan a un estado que va más allá de sus constantes problemáticas.

Para preservar una celebración tan importante como ésta, no basta con contar con un Comité de Autenticidad, que existe desde hace ya varias décadas, pero que se ha visto rebasado cuando hay presiones políticas y económicas para aceptar o contravenir ciertos criterios y disposiciones que regulan la fiesta.

Se habla de legislar y asentarla en la constitución estatal de modo tal que verdaderamente se le proteja. De igual forma, se sugiere su inscripción ante la Unesco como patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Fuese lo que fuese, algo tienen que hacer autoridades y oaxaqueños en conjunto, porque quien conoce y ha vivido esta fiesta, coincidirá conmigo que le deseamos larga vida a la Guelaguetza.

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