FERNANDO AGUIRRE RAMÍREZ / VIOLENCIA ÁCIDA #Domingueando @feraguirrermz
“¡Si tu supieras el maldito infierno que vivo a diario? Todos los días vivo con el trauma de ¿qué va a pasar! No es vida salir de tu casa y mirar a todos lados, a pesar de que hay policías. Estoy con la incertidumbre y me da miedo salir, porque, además, por mi activismo me han amenazado de que me van a volver a chamuscar”, narra María Elena Ríos Ortiz.
Entre lágrimas, la oaxaqueña que sufrió un ataque con ácido sulfúrico en septiembre de 2019, me confiesa que los recuerdos de aquella agresión están presentes en el más mínimo detalle, “las cicatrices siempre están para recordarte todo el tiempo qué es lo que pasó, es muy difícil, a mí me gustaría amanecer pensando en otra cosa”.
Al oír eso le pregunté, ¿has pensado irte de México y comenzar de cero en otro lugar? Con voz firme, sin titubeos, responde que a pesar de que Amnistía Internacional le ofreció salir del país por su seguridad junto con su familia, está consciente de que “tampoco es vida estar huyendo como si yo hubiera matado porque, además, ahora me siento con la responsabilidad de apoyar a un chingo de mujeres que, de alguna manera, ven en mí una lucecita para abrir brecha y establecer un precedente de justicia frente a este tipo de ataques”.
En días pasados, a través de redes sociales, Ríos Ortiz relató casi minuto a minuto la embestida que estaba sufriendo en una audiencia de más de 60 horas, en la que se sintió violentada y revictimizada. Pero fue la deliberación del juez Teódulo Pacheco de concederle la prisión domiciliaria por motivos de salud a Juan Antonio Vera Carrizal, señalado por la activista como el autor intelectual de su ataque, lo que hizo que volviera a sentir mucho terror. “Si lo liberan y se da a la fuga y me mata #¡QuémenloTodo!”, escribía en un acto de desesperación.
Nada asegura que el inculpado permanezca en la cárcel porque, además del tema de salud, su defensa busca cambiar la tipificación del delito, de feminicidio en grado de tentativa a lesiones, lo que supondría prácticamente dejarlo en libertad. Y una reparación del daño, parece impensable, pues asegura Malena que como no hay sentencia, su agresor ha tenido el tiempo de cambiar a los beneficiarios de sus propiedades y se ha declarado en bancarrota.
Por supuesto, la presión mediática del caso tuvo eco en los pasillos presidenciales y del Palacio de Gobierno de Oaxaca, pero ¿qué tanto se ha brindado verdadero apoyo de los tres Poderes del Estado para que Malena tenga justicia? Las respuestas están en el aire cuando a veces todo queda en buenos deseos y tuits de solidaridad, y en los hechos, poco se avanza. Tan sólo la administración de Salomón Jara no le ha resuelto siquiera otorgarle los tratamientos médicos, aun cuando existe una recomendación de la CNDH.
El activismo de la oaxaqueña rinde uno de sus frutos con la Ley Malena, propuesta por la diputada local de la CDMX Marcela Fuentes, que plantea modificaciones al Código Penal y a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para tipificar la violencia ácida. Una legislación que urge, pero que debe ser bien fundamentada por especialistas en la materia y, lo más importante, tome en cuenta a las mujeres agredidas con ácido y otras sustancias químicas, incluyendo mujeres trans, nadie mejor que ellas para dar un testimonio de lo que han enfrentado, para que con su experiencia, esta nueva ley no tenga vacíos legales que puedan ser objeto de interpretaciones o maromas legaloides.
En sus pocos ratos libres, María Elena se refugia en lo que ha sido su pasión: el saxofón. Estudiar de nueva cuenta la licenciatura en música; no es fácil con un proceso jurídico desgastante, pero le permite desahogarse a través de su talento y retomar con mayor ímpetu su búsqueda de justicia, “se tiene que comenzar a dar en México, y mi caso será el vivo ejemplo de lo que le pasa a una persona cuando se atreve a echarle ácido o cualquier sustancia química a una mujer. Después de eso, quizás me vaya a pasear o a vivir a otro país, pero ya que esto termine”, sentencia.