HERIBERTO GALINDO / “MEADE, LA NUEVA ESPERANZA” @HMGalindoQ
Con la unción del doctor José Antonio Meade como precandidato del PRI a la Presidencia de la República se despejó una importante incógnita en este partido que, al confirmar su registro, dará un paso hacia adelante, al sentar un precedente histórico, por haberse abierto a la sociedad –misma que sostiene una actitud muy crítica frente a quienes con su mala conducta desprestigian el servicio público–, y por haber seleccionado a un ciudadano, simpatizante y no militante, tal y como lo permiten los estatutos reformados del PRI, –sin tacha y sin señalamientos negativos–, no obstante que el partido mayoritario de México contaba y cuenta con cuadros militantes bien calificados para la contienda que se avecina, pero Meade fue considerado como el prospecto de mayor rentabilidad electoral, y como la opción política más aceptada, tanto por la mayoría de la sociedad libre, que no milita en organización política alguna, como por una parte importante de los militantes priístas, más los segmentos sociales y personalidades de otras organizaciones partidarias que le han expresado sus simpatías y sus adhesiones; lo cual en una sumatoria, le otorgan serias posibilidades de triunfar en las elecciones de julio próximo, no obstante que se espera una contienda de alta competitividad, al estar en juego, nuevamente, la disputa por la nación, en la que participarán candidatos de diferentes formaciones y tendencias políticas, con propuestas distintas, en cuanto a las soluciones de los grandes problemas nacionales.
Habida cuenta de lo anterior, se imponen, seriedad, responsabilidad y claridad en los conceptos y en las expresiones; precisión y contundencia en las propuestas de los proyectos de nación; respeto y madurez de los competidores, para evitar caer en diatribas y en ofensas que lastiman y denigran la dignidad de los participantes, pues cuando se incurre en faltas a la urbanidad política se demuestra el bajo nivel de la conducta pública de los protagonistas, y ello es muy lamentable y dañino.
Las muestras de civilidad son siempre convenientes en cualesquier disputa, y más aún lo son cuando está en juego el futuro de la nación, por ello la sociedad mexicana desea y exige altura de miras en los debates y las discusiones, para que impere la grandeza en todos los órdenes, sin manifestaciones denigrantes que son síntomas de intolerancia y cerrazón, como penosamente se empezó a observar en las últimas horas, en algunos medios y en las redes sociales. Siempre será muy edificante seguir los consejos del gran Antonio Gramsci, quien no se cansaba al recomendar actuar con buenas maneras, hasta con los adversarios.
A la luz de esta sugerencia, y porque conozco muy bien a José Antonio Meade, desde que era un niño y lo he observado muy de cerca en sus desempeños, es que afirmo, categóricamente que, precisamente para enriquecer la democracia mexicana de estos tiempos, estoy seguro que él no caerá en provocaciones, y que actuará en una línea de conducta respetuosa y civilizada, con los propósitos claros de debatir, convencer y ganar limpiamente, frente a una competencia que se espera ardua, intensa y en pie de lucha; pero de su parte habrá, siempre, ideas y propuestas, sin denuestos, ofensas o diatribas. Puedo afirmar que Meade buscará que las discusiones sean de alto nivel, con propuestas viables y concretas, a sabiendas de las vicisitudes y de las dificultades que normalmente se presentan en las precampañas y en las campañas políticas, que sirven para buscar y convencer al electorado, para obtener los votos que permitan alcanzar la victoria.
Con la selección de un ciudadano tan respetado como el abogado, economista y doctorado José Antonio Meade Kuribreña como candidato, y de obtener la Presidencia de la República, dependiendo de las circunstancias endógenas y exógenas que imponen la globalidad y la interdependencia en las que vivimos, podrá surgir en México una nueva y muy sustentada esperanza de prosperidad y de orden, integrando un equipo de gobierno de primera y sin sospechas, dadas las calificaciones de excelencia que Meade posee, como servidor público, aunada a la fama pública intachable, por ser una persona honrada, honesta, íntegra, capaz, articulada, patriota, valiente, equilibrada y muy bien formada, tanto en lo personal, como en lo académico y lo cultural; pues se trata de un hombre brillante, atento y de muy buenas maneras, probo, con sólidos principios y acendrados valores morales e incluso espirituales, virtudes que lo han proyectado con características y virtudes de razonado, decente, sensible, pluralista, respetuoso de las distintas corrientes de pensamiento, y de la dignidad humana.
Un servidor público que cuenta con una trayectoria de más de 20 años de desempeño eficiente y eficaz, que ha transitado cinco veces como secretario: de Energía, Hacienda y Crédito Público en dos ocasiones, de Relaciones Exteriores y de Desarrollo social, conoce muy bien el proceso de desarrollo del país, con avances, retrocesos, necesidades, retos, rezagos y desafíos; sobre todo los que hay que enfrentar para lograr la justicia y los equilibrios sociales y económicos que la sociedad mexicana exige ante la lacerante y penosa desigualdad que aún se padece en nuestro país, y que es inadmisible.
Meade tiene madera de estadista, pero antes tendrá que demostrar su fortaleza y su tino como un candidato exitoso, que convence y pueda triunfar, buscando consensos para la unidad nacional; y si lo logra, como es deseable, habrá que esperar mucho de él, de su visión, energía y sensibilidad, pues ha dicho que pugnará por la aplicación de un pleno estado de derecho para combatir corrupción e impunidad, que son los reclamos más sentidos de la población. Su aspiración presidencial está generando confianza en amplios sectores sociales, por ser un ciudadano que posee sólidos atributos y conocimientos, talentos y determinación, para enfrentar con éxito los problemas que le aquejan a las y a los mexicanos, sobre todo a quienes carecen de oportunidades y a los que muy poco o nada poseen.
Habrá que ir en busca de un crecimiento económico más fuerte y sólido que el que hemos alcanzado en los últimos tres sexenios.
Estos son los verdaderos enemigos a los que habremos de enfrentar
, ha dicho el precandidato priísta, al tiempo que se ha comprometido, si llega a ser Presidente de la República, a impulsar políticas públicas que hagan de México una potencia mundial, en la que todas las familias mexicanas tengan alimento en las mesas de sus hogares, y donde la gente transite por las calles con libertad, seguridad, confianza y tranquilidad.
Por lo anterior es deseable que el buen comienzo del PRI y de las demás fuerzas políticas sea un presagio positivo de tiempos mejores, tanto para prestigiar el quehacer político que garantice una contienda civilizada, que contribuya a enriquecer la vida democrática, cuanto para conocer propuestas que signifiquen un nuevo impulso, para que le vaya mejor a México en un plano de continuidad, en el difícil proceso de transformación, modernización y búsqueda de crecimiento, desarrollo y prosperidad compartida.
Será menester que los diferentes candidatos, los que pertenecen a partidos, y las y los que vayan a participar de manera independiente, preparen muy buenas tesis y que las defiendan ante el electorado, que será a final de cuentas, quien razone y defina su voto por un mejor futuro.
La conexión y el contacto con la gente será condición de la mayor importancia. Los integrantes de las viejas y de las nuevas generaciones estaremos pendientes.