HERIBERTO GALINDO / MÉXICO Y EL PRI: LA HISTORIA Y LA POSIBLE RESURRECCIÓN @HMGalindoQ #MartesDeColumnas

HERIBERTO GALINDO, NACIONAL, POLÍTICA

Heriberto M. Galindo Quiñones

Heriberto-Galindo-Quiñones

EL PAÍS.

Ante la nueva fisonomía política de México, el PRI, partido político que ha gobernado durante 76 años, y que sigue siendo el de mayor número de militantes, a pesar de la más grande derrota que haya recibido a lo largo de sus casi noventa años de existencia, y ante la inminente disminución de su futura influencia parlamentaria y gubernamental, se niega a morir, seguramente por los nada despreciables casi diez millones de votos que obtuvo en las recientes elecciones, y se apresta a su resurrección, renovación, reestructuración o refundación, que habrá de significar mucho más que un mejoramiento cosmético, o que el cambio de nombre, siglas, logotipo o slogan, o incluso que el de sus dirigencias nacional, estatales, municipales o secciónales. Los cambios que requiere el Partido Revolucionario Institucional son urgentes y deberán surgir como frutos de una profunda auscultación y consulta a las bases, y producto de un debate de mucha altura entre los mayores y más lúcidos exponentes, ideólogos y estrategas, mediante un concienzudo examen al que deberá someterse el partido que ha gobernado a México por espacio de casi ochenta años, período en el que ha hecho las más grandes contribuciones al avance de la República, aunque en medio de vicisitudes, luces y sombras, aciertos y errores, honores y vergüenzas, grandezas, críticas y cuestionamientos.

Pero como diría Galileo Galilei, “…y sin embargo se mueve”

el partido político fundado exitosa y visionariamente por el General Plutarco Elías Calles en 1929, con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR), que está obligado a disponerse a vivir su cuarta etapa histórica y política (PNR-PRM-PRI-?) también como instrumento de operación política del entonces naciente poder llamado “maximato” Callista, que consistió en la consolidación de Plutarco Elías Calles como jefe maximo de la revolución mexicana en su etapa institucional, habiendo jefaturado, de facto, a varios presidentes de la República que se sometieron a su mando; pero al asumir el General Lázaro Cárdenas la presidencia de México, las cosas cambiaron para bien, el Caudillo salió a un exilio temporal y el Partido Nacional Revolucionario se transformó en Partido de la Revolución Mexicana, cambio que no fue únicamente de nombre, sino que a la consumación de la sinergia de las principales fuerzas y corrientes revolucionarias que protagonizaron la lucha armada que dieron origen al PNR.

En su tránsito de PNR a PRM se puso énfasis en la reivindicación de la población campesina y en el reparto de la tierra para cultivo, que estaba en manos de latifundistas; en la educación popular y en la consolidación y la creación de instituciones que fueron fundamentales para el desarrollo nacional. Años más tarde, bajo la inspiración del llamado “cachorro de la revolución”, Miguel Alemán Valdés, quien llegaría a ser el primer presidente civil, e impulsó la modernidad y la más intensa construcción de infraestructura, del PRM surgió el PRI, que hasta la fecha conserva nombre, siglas, logotipo y slogan, cuya transformación se dio en las postrimerías del gobierno del General Manuel Avila Camacho, pero inspirado por Miguel Alemán-, cuya inauguración se planteó con un espíritu de civilidad que, sin romper con las fuerzas armadas, se pudo acotar a los mandos militares, dando paso a una nueva generación de políticos, administradores y empresarios, imbuidos de una ideología de centro, moderno e innovador, que contrastaba con la idiosincrasia fundacional revolucioinaria del otrora partido hegemónico en el poder, y más aún con la izquierdista doctrina cardenista.

Desde entonces el PRI ha caminado como en “zigzag”, a veces por el centro, y a veces por la izquierda o por la derecha; conforme con estrategias pendulares, de acuerdo con intereses, tendencias o presiones en boga, pero a pesar de esos vaivenes el PRI y el gobierno hicieron avanzar a la nación en mayor o en menor medida.

A lo largo de la historia fueron electos presidentes de variada orientación, pero que correspondían a un mismo tronco ideológico, basados en la doctrina de la revolución mexicana, pero arropados por la típica tendencia autoritaria de aquellas épocas; sin embargo los gobernantes fueron cediendo a las peticiones y a las presiones sociales y políticas, y tuvieron la visión de impulsar notables evoluciones a la vida política, mediante reformas con espíritu democrático que, paulatinamente, fueron alentando a un país con mayor justicia y con respeto a la pluralidad, con el consecuente reconocimiento a las minorías, hasta llegar a la pérdida de la mayoría absoluta en el poder legislativo y al triunfo presidencial de la derecha en el año 2000, que gobernó durante doce años, y al retorno del PRI a encabezar el Gobierno federal hace seis años, pero ahora dando paso al triunfo de un movimiento popular de corte nacionalista y populista, donde la mayoría de sus mejores cuadros y exponentes surgieron del PRI de antaño, emanados del nacionalismo revolucionario mexicano, corriente entrañable en el PRI y ahora en Morena, la organización política que llevó al triunfo electoral al futuro gobierno-, empezando por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, quien tiene su origen precisamente en el ala izquierda del otrora partido político gobernante, hoy derrotado.

Para promover el resurgimiento o la resurrección del PRI, hay una población activa dispuesta, y existen cuadros políticos con capacidad, experiencia y trayectoria, pero es menester que se les convoque para que se manifiesten, con firmeza y con propuestas específicas y viables, y hace falta, también, desarrollar, con visión de largo aliento y con determinación, ideología, innovación y creatividad, además del aprendizaje de las lecciones sociales y políticas propinadas por el electorado, y del conocimiento de las nuevas experiencias políticas mundiales, y de las exigencias de la sociedad mexicana de los tiempos actuales, pues los retos y los desafíos que le esperan a los priistas que aman a su partido y que pugnan por su renovación y resurgimiento son imponentes y harto difíciles, pero no son imposibles de vencer.

Hace falta consolidar a los nuevos y legítimos liderazgos, con capacidad, prestigio y buena fama pública, con valor y prestancia, con eficacia y poder de convocatoria para liderar, consultar y consensuar, con el objeto de modernizar al partido, tomándole el pulso a la militancia, a los simpatizantes y a la sociedad en general, con el fin de que orienten hacia dónde quieren que el PRI camine, se dirija y avance; y que la gente diga si hay que cambiar o actualizar sus documentos básicos: la Declaración de principios, el Programa de acción, los Estatutos y el Código de Etica.

No basta con el cambio del nombre, siglas, logotipo y slogan del partido, si no se cambian programas, planes, actitudes, conducta, estrategias y tácticas, pues de no hacerlo todo seguiría igual, y ello conduciría a su destrucción definitiva.

Por lo anterior habrá que preguntarle a la ciudadanía, y hacer un análisis profundo de los pros y de los contras de sus propuestas.

Es urgente concientizar, agitar positivamente y sacudir al PRI, desde sus entrañas, y hacerlo entrar, de lleno y con seriedad, a la cultura democrática de la que no proviene, pues no obstante su viejo slogan aspiracional de “democracia y justicia social”, su sustento provino de la cultura de la lealtad, la disciplina y la obediencia jerárquicas, y su origen fue la búsqueda de la unidad nacional y regional, tendiente a la civilidad política, al orden y al progreso, tras la deposición de las armas, para lograr, mediante la gran convocatoria, la formidable consolidación política ordenada de las fuerzas revolucionarias, que condujo a la creación de instituciones bajo el credo de la filosofía del nacionalismo revolucionario con un régimen de economía mixta, como lo consagra, hasta la fecha, la Constitución politica de los Estados Unidos Mexicanos.

El mayor ideólogo y político del México moderno y del PRI fue el gran reformador Jesús Reyes Heroles, impulsor y defensor de esa doctrina y de las reformas políticas más avanzadas, cuyo pensamiento y enseñanzas, están aún vigentes, y no han sido superadas. Por lo que es urgente el surgimiento de nuevos ideólogos, que retomen la antorcha ideológica reyesheroleana, y que le den continuidad, evolución y seguimiento con espíritu innovador, para continuar avanzando y para recuperar el terreno perdido, aunque sea a mediano y largo plazos.

Si no se actúa con tino, pertinencia, eficiencia y oportunidad al interior y al exterior del PRI, y si grupos de interés político y económico se perpetúan y otros mezquinos se apoderan del control del partido y de la franquicia del PRI, sobre todo a partir de enero próximo, sin un plano de inclusión, se correrá el riesgo de que surjan nuevos quebrantos y se presenten más desprendimientos con el advenimiento de nuevos partidos, -otra vez-, originados en el seno del mismísimo PRI como ha ocurrido antes.

Es claro que los principales fracasos de los gobiernos emanados del PRI se originaron cuando por mandatos presidenciales se asumieron doctrinas neoliberales antipopulares en la economía y en las finanzas nacionales, dictadas, recomendadas e impuestas por los organismos financieros internacionales, que encontraron un excelente caldo de cultivo, dada la enorme dependencia financiera de México.

A la luz de lo anterior es que se dieron los primeros desprendimientos políticos en el PRI, y consecuentemente se formaron otras organizaciones políticas, cuya derivación y resultante más contundente y definitiva se dio con el cómputo final de las elecciones del 1 de julio próximo pasado.

Está por verse el resultado de las políticas públicas, de tendencia popular y populista, que pondrá en práctica el próximo gobierno mexicano, cuyos futuros integrantes están preparando el Plan Nacional de Desarrollo.

Lo deseable es que los programas cuenten con viabilidad y con sustento financiero y político, para que no existan demagogia, simulación, mentiras, falsas promesas y engaños, y así evitar los fracasos que lastimen a la sociedad.

Sustentar todo en el estado de derecho, combatir la corrupción y la impunidad, impulsar el crecimiento económico y el bienestar de la población, sobre todo de los segmentos más vulnerables, son las prioridades más urgentes de las y los mexicanos de hoy.

El 53% de los electores otorgó el triunfo a López Obrador, y votó por un cambio y ese movimiento ya está en marcha.

Esperemos que todo sea en bien de México, para que no haya decepciones y retrocesos mayores.

Habrá que estar al pendiente del acontecer, desde el 1 de diciembre próximo, día en que asumirá la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador.

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