JÓVENES Y ABUSOS TEMAS DE UN SÍNODO, ENTRE REPROCHES Y ESPERANZA DE CAMBIO: @LaStampa @sacroprofano

NACIONAL

ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

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CIUDAD DEL VATICANO.- “¡Corina es la jefa del lío!”. La expresión espontánea del cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, resume el impacto de la personalidad arrolladora de la única mexicana participante en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes, que tiene lugar estos días en el Vaticano. Corina Fiore Mortola Rodríguez ha deslumbrado con su espontaneidad y la libertad con la cual afronta los problemas, incluidos los abusos sexuales contra menores en la Iglesia. Reconoce que ha habido reproches en el aula sinodal, exigencia de claridad pero también gran esperanza de cambio.

Docente de canto para teatro musical en Guadalajara, llegó al Sínodo (en el cual participa como oyente) de manera rocambolesca. Tras asistir en la asamblea pre-sinodal de marzo pasado con decenas de jóvenes de todo el mundo, le llegó una carta del cardenal secretario del Sínodo, Lorenzo Baldisseri, con la convocatoria.

En el primer intervalo de la asamblea, comentaba con otros jóvenes la sorpresa por ver al Papa compartiendo el café. Francisco la oyó y le dijo: “Sí, estoy aquí, pero acérquense”. “Nos dijo que hagamos lío. Lo insiste a diario. Quiere que digamos lo que sentimos. Quiero que en la asamblea ustedes, cuando alguna idea los mueva profundamente en el corazón, lo dejen ver. Y si no, cordialmente, ustedes aplauden en cada intervención. Eso hemos procurado hacer”, contó, en entrevista con el Vatican Insider.

Se dice que la Iglesia es antigua, no escucha y está encerrada en su mundo. ¿Eso está cambiando?

Creo que estamos en un proceso; entiendo lo que se dice pero no todos en la Iglesia somos así. Estamos generalizando. En mi intervención pedí que dejemos de etiquetar: La Iglesia católica es…, el joven católico es… No, existe gran diversidad. Demasiados colores, demasiadas personalidades. Quizás algunas personas se sienten indefensas ante el cambio y es normal. Es difícil hacer un cambio, sin embargo poco a poco se está viendo. Lo que han agradecido obispos y cardenales es que los jóvenes estemos presentes, nuestra bulla durante los discursos, nuestra alegría los llena de energía según nos dicen. Es un proceso, que sí es relevante reconocerlo.

Los jóvenes están presentes, pero no tienen derecho a votar. ¿Eso les molesta?

No tenemos posibilidad de votar pero nos escuchan. En mi círculo menor muchas cosas que yo comenté las tuvieron en cuenta, las defendieron. A la hora de votar, alguno de los padres sinodales pidió que una de mis peticiones se convirtiese en propuesta concreta. Si nos están escuchando, no tenemos voto por la forma en que está concebido el Sínodo pero claro que nuestra voz vale.

¿Qué piden los jóvenes?

Testimonio coherente, el reconocimiento de las faltas y el hacer algo con esas faltas. No dejarlo a un lado. Eso ha sido algo muy fuerte, que tanto jóvenes como padres sinodales hemos dicho. Además, el buscar abrirnos a la era digital, que no pensemos que todo es malo, que podamos tomar lo bueno para poder implementarlo en la Iglesia. Los jóvenes hemos insistido en el rol de la mujer dentro de la Iglesia, porque necesitamos más testimonios de mujeres protagonistas.

Hablando de errores. ¿Cómo impactan los escándalos en ustedes los jóvenes y en el Sínodo? Últimamente se ha hablado mucho de los abusos sexuales y otras situaciones delicadas.

Resuena fuerte, firme, pero los jóvenes y constantemente lo hemos dicho a los obispos: “estamos con ustedes”. No aceptamos los hechos ni los vamos a aplaudir. Tenemos que actuar y poner cartas sobre la mesa, pero no por eso los vamos a dejar abajo. Porque esta Iglesia no es de unos, es de todos y no porque uno se equivoque deben pagar todos. Hay que dejar de generalizar y hay que ponernos en acción, frenando estos acontecimientos, plantando cara a las problemáticas. Al mismo tiempo. qué fácil es dar la culpa a los otros y qué difícil es ponernos también de su lado, para trabajar en conjunto.

Ante esos escándalos, los jóvenes en general critican y reprochan a la Iglesia. ¿En el Sínodo ha habido reproches de este tipo?

Hay de todo. No podemos decir que todos son de una manera o de otra. Algunos claro que sí han reprochado, pero lo veo más producto de sentir fuertemente esa dolencia porque han tenido los problemas cercanos, quizás en sus diócesis o cosas por el estilo. Sin embargo, la mayoría, hemos reaccionado constatando el problema y pidiendo que se resuelva, que le demos cara a las cosas. ¿Qué les ofrecemos? Estar ahí con ellos. Todos los jóvenes queremos hacer algo, pedimos que nos digan qué podemos hacer.

¿Cuáles son los problemas de los jóvenes latinoamericanos que han salido con más fuerza durante el Sínodo?

La migración, el desempleo, el narcotráfico y la trata de personas. Es nuestra realidad, estamos viviendo eso constantemente.

¿Cómo debería el Sínodo responder a estos aspectos?

Por ejemplo, en el tema de la migración, hemos dicho que no es posible que nosotros mismos no acojamos a quienes están migrando. Ellos necesitan esa acogida, esa escucha, porque muchos de los que migran lo hacen por guerras, por situaciones políticas que afectan gravemente a los jóvenes en su estabilidad. El hecho que vayamos a su encuentro me ha gustado porque ha generado conciencia porque los veíamos como ilegales, tomando distancia.

¿Qué puedes aportar desde tu “mexicanidad” al Sínodo?

La alegría. Ya todos me dicen: “Ahí viene la mexicana que hace argüende”. Creo que es algo positivo, lo han visto tanto padres sinodales como mis propios compañeros. En cuanto al aporte, puedo ofrecer una mirada desde el corazón. Los mexicanos, y en general los latinos, somos muy apasionados y siempre hablamos del corazón. No se trata de ser sensibleros y no razonar, sino de sentir fuerte estos dolores por nuestra realidad, pero también estos sueños y esta esperanza de algo mejor.
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