LA HERENCIA DEL ODIO / FABIOLA DÍAZ DE LEÓN, ESCUELA DE SEÑORITAS @ESCDESENORITAS #JuevesDeMasColumnas
Si algo podemos aprender de la historia de la humanidad es que siempre han existido oprimidos y opresores. Grupos minoritarios que explotan a grupos mayoritarios para conseguir beneficios en su calidad de vida y riqueza.
Desde la antigüedad las jerarquías han existido. Las teocracias, tanto prehispánicas como clásicas, en las que se dictaba el derecho divino al ejercicio de la autoridad por autoridades religiosas (fueran las que fueran), desde los sacerdotes que coronaban a Moctezuma, hasta los Papas que coronaban a todas las cortes europeas, pasando por los orientales que de igual forma dictaban el linaje de sus jeques, emperadores y zares, han tenido como finalidad la distribución de la riqueza y el poder para tomar la vida de sus gobernados. Esto se ha visto reducido, en algunos países, no todos, a partir de la abolición de la pena de muerte y la prohibición de grupos organizados de odio como lo fuera el Ku Kux Klan que tenía gran cercanía con el primitivo partido demócrata en los Estados Unidos y que fue protegido y cobijado para ejercer actos de franco terrorismo en contra de negros, judíos, asiáticos y latinos. Un grupo de ultra derecha de supremacistas blancos que hasta la fecha sigue siendo tristemente célebre.
Ya en el siglo XVI la misma Reina Isabel I de Castilla en su testamento abolía la esclavitud de sus súbditos americanos, cosa que a los conquistadores poco les importó ya que, aunque la corona española no reconociera a los nativos como esclavos sino como súbditos, la corona portuguesa engordaba sus arcas con el mercado esclavista tanto de negros como de nativos americanos y, en complicidad con conquistadores y encomenderos españoles, depredaron poblaciones enteras como fuera el caso de cuba, en ese entonces La Española, cuya raza original se borró completamente del mapa y se pobló de esclavos negros y colonos.
Los horrores del esclavismo han atravesado a casi todos los grupos sociales, a las mujeres y las infancias, a las etnias racializadas, a los migrantes de todos los destinos, a los vencidos en guerras, la lista es infinita.
El racismo sigue cobrando su cuota a lo largo y a lo ancho de todo el planeta. La aporofobia (la fobia a los pobres) también. Los crímenes de odio son tan vigentes que están tipificados en los códigos penales. La desinformación sobre los marcos jurídicos vigentes en México, para no irnos lejos, es una realidad aplastante. El desconocimiento sobre derechos humanos, más aún todavía. El alcance de la discriminación como delito calificado es absoluta y, desgraciadamente, cuando no tendría por qué serlo, muchas de las quejas formales ante CONAPRED y sus derivadas, no son vinculantes. Las disidencias sexuales y de género seguimos luchando por la igualdad y las más básicas garantías. Lo mismo las mujeres que tenemos que tomar las calles una y otra vez con el reclamo básico de la defensa de la vida misma.
El privilegio blanco o masculino (patriarcal) sigue mandando en todos los sentidos y los pocos espacios políticos y derechos ganados siguen siendo insuficientes en un país donde las mujeres y las minorías (que no son tales) siguen siendo explotadas y violentadas en extremo.
La burla y el escarnio, ejemplificados en esta columna por la ilustración de Jim Crow, que dio pie a las leyes de segregación de las personas de color en los Estados Unidos tanto por leyes como por costumbres, en los que no se les permitía ocupar los mismos espacios que a los blancos: baños, transporte, escuelas, espacios públicos, accesos a oportunidades que todo ser humano debería de gozar por igual en el país que fuere por el simple hecho de tener humanidad en la 2ª década del siglo XXI siguen existiendo amparados por la existencia de fronteras y soberanías, tal es el caso de millones de víctimas que son obligadas a emigrar de sus hogares en busca de permanecer con vida y buscar mejores garantías para ellos y los suyos. Refugiados de guerra, personas que van huyendo de la violencia del crimen organizado, desplazados que ven sus tierras atacadas por sus vecinos como se vive a diario en la zona de Chenalhó en el estado de Chiapas, y muchos otros más de la República Mexicana.
La Vicepresidenta Kamala Harris visitando Guatemala con el mensaje claro de decir a los migrantes que no vayan a cruzar sus fronteras y usando mecanismos paliativos de largo término para erradicar los motivos por los cuales, no sólo guatemaltecos, sino mexicanos y centroamericanos en general, se mueven hacia el norte exponiéndose a pasar hambres, fríos y enfermedad para poder llegar a tener una vida libre de violencia solo para verse violentados por el gobierno, perseguidos, separados de sus familias, tener niños enjaulados y, en el mejor de los casos, deportados o repatriados apenas con lo puesto.
Todo esto, y mucho más, es la herencia del odio que vivimos como humanidad y que todos tenemos la obligación de erradicar de la forma que nos sea posible. No bastan gobiernos para hacerlo, necesitamos legiones que tiendan la mano a los que necesitan ayuda que son miles de millones. Sólo una búsqueda auténtica del bien común puede generar el cambio de la humanidad de una especie roída por el odio a una especie esperanzada en crear un mundo mejor para todos.