LA MARIPOSA MONARCA SÍMBOLO MAZAHUA QUE MARCA EL INICIO DE LA COSECHA Y EL REENCUENTRO CON LOS ANTEPASADOS

NACIONAL

ESTADO DE MEXICO .- Desde tiempos prehispánicos, la llegada de la Mariposa Monarca a los bosques de las comunidades indígenas, ubicadas en lo que hoy es territorio del Estado de México y Michoacán, se convirtió en una simbiosis religiosa y cultural que aún se mantiene viva.

La llegada de estos insectos a las zonas boscosas de la entidad, en los meses de octubre y noviembre, luego de recorrer casi 4 mil kilómetros desde los bosques de Canadá hasta el centro del país, coincidía con el fin del ciclo agrícola de muchos productos, por lo que su llegada representaba para los indígenas el momento de cosecha, y por ello en algunas comunidades mazahuas las conocen como  “cosechadoras.”

En el Estado de México, el grupo mazahua, comunidad indígena a la que pertenecen los bosques de oyamel en los que cada año llegan estos insectos, las conocen también como “Xepje” o “hijas del sol”, por el color brillante de sus alas y porque con el despertar de la Monarca, previo a su regreso a las tierras canadienses, llegaba también el sol de la primavera.

Para los mazahuas mexiquenses, la llegada de los primeros grupos de “Xepje” marcaba también el inicio de la cosecha y era una señal de que el clima sería bueno para sus siembras, y en los meses de  febrero y marzo, una vez terminado su ciclo reproductivo y que comienzan su emigración, era la señal propicia para dar paso a la siembra del maíz.

La llegada de la Mariposa Monarca a estos lugares coincide también con una de las celebraciones religiosas con mayor arraigo en los pueblos originarios: el Día de Muertos, por lo que también se asoció su arribo con el regreso de las almas de los difuntos que viajaban desde muy lejos para reencontrarse con sus familiares.

Las “Xepje” se convirtieron así en las cosechadoras del reencuentro con los antepasados.

Por ello, no es raro que en las ofrendas que se colocan en estas comunidades en el Día de los Fieles Difuntos, algunas personas sigan colocando la figura de una mariposa monarca como símbolo del regreso de sus antepasados, e incluso en algunas, den la bienvenida a los primeros grupos de este insecto repicando las campanas de sus iglesias.

El nombre de Mariposa Monarca se debe a la publicación de un trabajo de 1874 del entomólogo y paleontólogo estadounidense Samuel Hubbard Scudder, al considerar a esta mariposa como una de las más grandes y con mayor presencia territorial, aunque algunos refieren que también fue bautizada así en honor del rey Guillermo III de Inglaterra.

Si bien desde la época prehispánica ya se tiene constancia de su llegada a tierras mexiquenses, es hasta 1975, cuando Ken Brugger y su esposa Catalina Aguado encontraron sus sitios de hibernación, lo que significó un gran descubrimiento que permitió al mundo conocer la maravilla natural que año con año se vive en estos lugares.

Cabe mencionar que para los aztecas estos peculiares insectos eran conocidos como “quetzalpapalotl” o “mariposa sagrada” y fue objeto de su culto, representaban el alma de niños muertos que regresaban a la tierra, y en las alas de las mariposas veían una cara humana.

El nombre náhuatl para designar a la mariposa era “papálotl”, y era una representación del fuego,  por ello se mostraba también como el símbolo para la guerra, además la movilidad de este insecto los hizo tomarla por símbolo del movimiento del Sol Nahui Ollin, lo que la convirtió en  símbolo de los dioses del camino, Tlacontontli y Zacatontli.

La mariposa representaba dentro de la cosmovisión indígena, héroes y personas importantes que habían muerto, también lo era de las almas que tenían su casa en el cielo, de los guerreros caídos o muertos en la piedra de los sacrificios, así como de las mujeres muertas en el parto.

Actualmente, los sitios de hibernación de éstas han sido incluidos en la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca que tiene una extensión de 56 mil 259 hectáreas de bosque distribuidos en los municipios de  Temascalcingo, San Felipe del Progreso, Donato Guerra y Villa de Allende en el Estado de México, así como en Contepec, Senguío, Angangueo, Ocampo, Zitácuaro y Aporo, en el estado de Michoacán, sitio que en el año 2008 fue declarado como Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés).

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