#LasDelSabado “DÍAS INÉDITOS” @ivonnemelgar EN @Excelsior

IVONNE MELGAR, NACIONAL, POLÍTICA

En medio de las resistencias al cambio que el gobierno impulsa y de las resistencias que éste manifiesta frente a los efectos que su proyecto genera, México protagoniza días inéditos.

Porque el jaloneo entre transformadores y conservadores —si nos atenemos al lenguaje del poder, al discurso oficial— no es una suma cero.

Los avances de los autoproclamados impulsores del cambio también empujan a los defenestrados conservadores. Y las resistencias de éstos modifican el trote, el mapa y hasta la ruta de los transformadores.

En esa dinámica, el cambio va y se deja sentir, incluso, donde no lo hemos experimentado, como sucede en el terreno de la violencia, donde el presidente López Obrador ya reconoció que aún no se tienen buenos resultados.

A pesar de las cifras de la incidencia delictiva, el cambio en seguridad resulta espectacular, al haberse construido, en menos de 10 meses, el andamiaje jurídico y operativo que las administraciones de Felipe Calderón y Enrique Peña intentaron armar infructuosamente.

Sintetizado en la puesta en marcha de la Guardia Nacional —con elementos del Ejército y la Marina— el cambio logrado por López Obrador concreta la idea de sus antecesores de regular el uso legítimo de la fuerza del Estado.

Pero Calderón y Peña carecieron de una representación legislativa favorable que, expresada en el Congreso, le permitió al actual gobierno construir una nueva institución.

Adicionalmente, gracias al liderazgo del Presidente, las Fuerzas Armadas cuentan hoy con una legitimidad y un consenso social inéditos.

Así que, más allá de la singularidad con la que el Presidente le habla a la delincuencia, declarándole una guerra sólo verbal —fuchi, guácala, al carajo—, en los hechos, esta semana se topó con la cruda realidad de que a la violencia criminal también tendrá que afrontarla con violencia de Estado, así sea moderada, en defensa propia y prometiendo respeto a los derechos humanos.

Otro evidente ajuste derivado del jaloneo entre transformadores y conservadores, es la importancia de los críticos en el combate a la corrupción.

Porque aun cuando la principal bandera del Presidente desde sus años de opositor es erradicar ese mal en el poder público, la voluntad de gobernar sólo con los honestos ha sido insuficiente.

Así lo demuestra el caso del delegado presidencial en Jalisco, Carlos Lomelí, cuyo conflicto de interés y beneficios empresariales fueron documentados por la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), que encabeza Claudio X. González.

Si bien, en un principio, la reacción de López Obrador fue de defensa de su entonces representante estatal, la titular de la Secretaría de la Función Pública (SFP), Eréndira Sandoval, ha actuado —obviamente que con el visto bueno presidencial— como ningún otro de sus antecesores cuando se trató de escudriñar los expedientes de corrupción de los cercanos al gobernante en turno.

La investigación que la SFP abrió sobre el caso Lomelí y las sanciones —multa e inhabilitación— anunciadas ayer a sus empresas confirman la voluntad del gobierno de castigar la corrupción y la importancia que tienen las ninguneadas organizaciones de la sociedad civil.

Hay un mérito mayor en el caso del renunciado delegado de Jalisco: la capacidad de rectificar del Presidente, a pesar de que se trata de la denuncia de MCCI, una de las organizaciones más cuestionadas por él.

El mérito también lo es para Claudio X. González. No sólo porque la investigación estaba sustentada, sino porque, a pesar de la campaña que activistas de la 4T desataron en su contra, lo sucedido con la SFP demuestra que los supuestos conservadores sí cuentan en la construcción del cambio. Y que, al menos ahora, no están moralmente derrotados.

En medio de excesos como el del diputado de Tabasco, Charlie Valentino León Flores, proponiendo cambio constitucional para dar paso a la reelección, y de los jaloneos entre el Presidente y sus opositores por los amparos y los recursos en la Corte, el cambio va y nos está marcando con días inéditos.

Apenas ayer, las presidentas de la Cámara de Diputados, Laura Rojas (PAN), y del Senado, Mónica Fernández Balboa (Morena), acompañaron a López Obrador en la ceremonia de los Niños Héroes. Una imagen sin antecedentes.

Y en representación de los desbocados de la 4T, literalmente hablando, José Manuel Mireles, subdelegado del ISSSTE en Michoacán, comenzó a tomar un taller de enfoque de género para erradicar su misoginia, siguiendo así el consejo presidencial.

¿Qué mejor momento para ilustrar el cambio que hoy nos trastoca que ese llamado de López Obrador a reeducar a los cavernícolas del visibilizado machismo, en ruta de ser moralmente derrotado?

Días inéditos. Negarlo es mezquindad.