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Los denunciantes apuntan, además, al “aumento de la deforestación del 34,5% en un año”, a la “mayor tasa de asesinatos de líderes indígenas en los últimos 11 años” y al “colapso y amenazas de las agencias medioambientales” desde la investidura de Bolsonaro.
No sólo en México la pandemia del covid-19 cayó como anillo al dedo a las máximas autoridades, también en diferentes rincones del mundo algunos líderes internacionales han aprovechado este momento de coyuntura en el que viven sus sociedades para acrecentar su poderío y ejecutar acciones en diversos ámbitos sin que tengan que enfrentar grandes resistencias. El confinamiento ha sido su mejor aliado para ello.
En este contexto se inscribe Jair Bolsonaro, el controvertido presidente brasileño, quien, desde su llegada al poder y durante el 2020, ha promovido diversas acciones que van en retroceso de la preservación de uno de los pocos pulmones de la tierra como es la Amazonia, al permitir una apertura a la explotación minera, legalizar la agricultura, así como flexibilizar los controles ambientales y no apoyar a los grupos indígenas de esta región, quienes se consideran celosos guardianes de su protección y cuidado.
En 2020, según datos del Instituto de Investigaciones Espaciales brasileño (INPE), la deforestación de la Amazonia se disparó en relación con los últimos 12 años y perdió 11,088 kilómetros cuadrados de selva tropical, lo equivalente a la superficie de Jamaica. El incremento de 9.5% respecto al 2019 muestra el reflejo de las preocupantes medidas que ha implementado el gobierno brasileño en esa materia.
Es bien conocido las grandes diferencias que Bolsonaro tiene con organizaciones ambientalistas como Greenpeace o WWF, incluso con otros gobiernos, por su desastrosa política medioambientalista en la Amazonia. En todas ellas, el mandatario brasileño se escuda en no aceptar señalamientos o recomendaciones, por considerarlas “injerencias” que atentan contra la soberanía de su país.
En Brasil se han alzado voces en contra de sus acciones y, recientemente, el cacique del pueblo indígena kayapó, Raoni Metuktire, emblemático líder nativo y defensor de la Amazonia de más de 90 años de edad, pidió a la Corte Penal Internacional (CPI) que investigue por “crímenes contra la humanidad” al presidente brasileño, por “perseguir” a los indígenas, destruir su hábitat e ignorar sus derechos.
Es la segunda denuncia presentada contra el mandatario de ultraderecha desde julio ante este organismo con sede en La Haya, la primera fue por su desastrosa gestión de la pandemia de covid-19. Esta nueva denuncia enviada por Raoni a la CPI, redactada por el abogado francés William Bourdon, reúne las acusaciones de decenas de ONG locales y extranjeras, instituciones internacionales y científicos especializados en clima.
Los denunciantes apuntan, además, al “aumento de la deforestación del 34,5% en un año”, a la “mayor tasa de asesinatos de líderes indígenas en los últimos 11 años” y al “colapso y amenazas de las agencias medioambientales” desde la investidura de Bolsonaro.
Desde 2019, Bolsonaro muestra marcadas discrepancias con el presidente francés Emmanuel Macron, a quien acusó de tener una mentalidad colonialista y tildarlo de decir “tonterías” cuando éste afirma que la dependencia de Europa de la soja brasileña “sustenta la deforestación de la Amazonia”. “Por el amor de Dios, señor Macron, no compre soja brasileña, así usted no deforesta la Amazonia. Compre soja en Francia”, ironizó Bolsonaro, a los constantes señalamientos que el gobierno francés ha expresado en relación con este tema.
Por si fuera poco, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, conminó en octubre pasado al gobierno de Brasil con “consecuencias económicas significativas” si la deforestación continuaba en la Amazonia, pero el presidente Bolsonaro había advertido en ese momento que su país no cedería a las presiones al respecto.
Hoy, el actual inquilino de la Casa Blanca tiene un decidido impulso de su gobierno en materia de políticas medioambientales, así lo ha hecho saber al anunciar la convocatoria, para el 22 de abril próximo, de una cumbre Internacional de líderes en la que Estados Unidos intentará dejar claro el cambio de rumbo que se ha propuesto su administración y en el que tema climático es un elemento esencial para su política exterior y de seguridad nacional.
El gobierno de Bolsonaro sabe que este tema es crítico en sus relaciones exteriores, no sólo con Estados Unidos, sino también con la Unión Europea. ¿Será posible que cambié su visión retrógrada hacia la Amazonia? Por el bien de la humanidad, así debería ser.
La protección de la Amazonia, así como otras reservas naturales, no debe someterse al yugo de la incapacidad política ambiental de unos cuantos. Apostemos por el equilibrio ecológico tan necesario en estos tiempos, las futuras generaciones lo agradecerán.