MÉXICO: LA SUCESIÓN DE RIVERA TOMARÁ SU TIEMPO @sacroprofano

COLUMNA, INTERNACIONAL

ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ

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CIUDAD DEL VATICANO.- Es una de las Arquidiócesis con más fieles católicos del mundo. Su titular es el primado de México y custodio de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario es el más visitado del planeta, incluso por encima del Vaticano. Su arzobispo y cardenal, Norberto Rivera Carrera, ya cumplió los 75 años y presentó su renuncia, según lo establece el protocolo. Pero su salida no será inmediata. Pese a la gran expectativa creada por saber quién guiará en el futuro a esa porción de la grey mexicana, las consultas de rigor aún tomarán su tiempo. En un proceso que podría extenderse hasta la Pascua de 2018.

Nacido en 1942, el pasado 6 de junio Rivera alcanzó la edad establecida por la ley de la Iglesia como límite a la misión episcopal. Como todos los obispos en activo, a los 75 años presentó su carta de dimisión dirigida al pontífice. Pero eso no quiere decir que cesó automáticamente de su puesto, como llegó a filtrarse en las redes sociales. El arzobispo de la Ciudad de México mantendrá su ministerio en tanto el Papa le acepte la renuncia y le nombre un sucesor. Cuando esto ocurra, será comunicado de manera oficial por el Vaticano y por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).

El cardenal no es un personaje que pase desapercibido. Tiene seguidores y detractores por igual. No le faltan defensores a ultranza y encarnizados críticos, tras 22 años de episcopado en la urbe. De ahí la enorme expectativa por su sucesión. Aunque diversos observadores apostaban a una aceptación inmediata de su renuncia, advirtiendo “diferencias” con Francisco y otras motivaciones, el proceso podría tomar más de lo esperado y todo depende del nuncio apostólico en la capital mexicana.

Franco Coppola, diplomático vaticano, es el personaje clave en el proceso. A él le tocará conducir las consultas con obispos y otros referentes de la Iglesia para alcanzar una lista de candidatos propuestos para la sucesión. Una terna para mandar a Roma. Cada nuncio tiene su método, pero es bastante común que el trámite se conduzca en dos fases: una verbal, más informal, y la otra por escrito, más específica.

Este camino aún está pendiente, según pudo confirmar el Vatican Insider. Y aunque podría empezar de un momento a otro, Coppola requiere una oportunidad para poder dialogar en persona, directamente y sin intermediarios, con cardenales, arzobispos y obispos. Esa alternativa se le presentará durante la próxima asamblea ordinaria de la CEM, prevista para el mes de noviembre.

Por eso, resultaría difícil que el caso se decida en este 2017 y, más bien, todo podría extenderse hasta después de la Pascua del próximo año. Esto gracias a la reconstrucción del tiempo que toma conducir una amplia consulta que incluye no pocos cuestionarios por escrito.

Según el protocolo pontificio, más allá del diálogo personal, el nuncio debe enviar a quienes considere interesados los respectivos módulos con preguntas. Todo se hace por escrito, nada de correos electrónicos ni mensajes que pueden perderse en el ciberespacio. Los cuestionarios son repartidos a los cardenales del país, a los arzobispos y a todos los obispos, incluidos muchos eméritos. Pero no sólo a ellos, también suelen ser tomados en cuenta superiores de congregaciones religiosas, líderes de movimientos y algunos sacerdotes con puestos de relevancia. Entre ellos se incluyen, claro, el propio renunciante, sus obispos auxiliares, los miembros del Consejo Presbiteral diocesano y otros colaboradores principales de la diócesis.

Cada uno de ellos está llamado a proponer tres nombres de posibles sucesores. Deben justificar su indicación respondiendo a dudas sobre los antecedentes, la labor pastoral e incluso el estado de salud del candidato propuesto. Las respuestas se envían, por correo postal, a la nunciatura. Todo un recorrido que podría tomar, en promedio, unos dos meses o más.

Ya con todas las respuestas, Coppola deberá compilar un largo informe. Centrará su reporte en los tres candidatos más votados, ofreciendo un repaso pormenorizado de toda la información disponible sobre ellos. La buena y la no tan buena. Dependiendo de la minuciosidad del nuncio, estos documentos pueden llegar a tener hasta 150 páginas s Entre otras cosas porque incluyen las respuestas por escrito de los consultados.

Ese volumen será enviado por valija diplomática a Roma, donde pasará el filtro de la Congregación para los Obispos. Sólo entonces el prefecto de esa oficina vaticana, el cardenal Marc Ouellet, someterá el caso a la consideración del Papa.

El líder católico casi nunca responde inmediatamente. En audiencia de trabajo recibe los expedientes de obispos por nombrar y los coloca sobre su escritorio. Luego los estudia con calma y precisión. Por su investidura tiene amplia libertad. Puede elegir uno de la terna, salirse de ella y nombrar a otro, quizás menos votado. Incluso podría llegar a decidirse por un desconocido, un “outsider”, como ha ocurrido en otras ocasiones.

Según la tradición, para un arzobispado grande e importante como la Ciudad de México, suele ser elegido un pastor que ya se desempeña como arzobispo. O, cuanto menos, como obispo. Cuando Norberto Rivera fue seleccionado, en 1995, formaba parte de la terna el entonces arzobispo de Puebla, Rosendo Huesca y Pacheco. Pero Juan Pablo II terminó inclinándose por el entonces joven obispo de Tehuacán. El Papa ha demostrado que puede llegar a sorprender, elevando al arzobispado a sacerdotes. Eso ya ha ocurrido.

Los tiempos pueden variar, porque no se trata de un sistema milimétrico ni automatizado. De todas maneras, Rivera Carrera ya está en tiempo de descuento. La identidad de su sucesor marcará los derroteros de la Iglesia mexicana en los próximos decenios. Con su salida de escena culminará definitivamente una era: aquella que dividía a los obispos en “el club de Roma” y el “club de Ginebra”. Al mismo tiempo, se abrirá un nuevo horizonte. La tónica la impondrá Francisco.
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