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COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

• La incapacidad de ofrecer respuestas desde el Congreso resulta tan escandalosa como ilustrativa del cambio político de fondo que experimentamos: nadie que no sea el presidente López Obrador puede representar la orfandad.

Asombra la paradoja que el COVID-19 acentúa: mucho poder y resultados dudosos.
Porque aun cuando la emergencia no permitirá distinguir entre lo que ésta echó a perder y lo que ya venía mal, es evidente que el control político no está siendo sinónimo de un gobierno eficiente: crecen los homicidios, el crimen organizado reparte despensas, el mercado petrolero desconfía de Pemex, hay inconformidad empresarial con el plan anticrisis, gobernadores amagan con romper el pacto fiscal y las denuncias de corrupción persisten sobre compras gubernamentales.

Son fallas que pueden justificarse con el elefante heredado. Pero las ineficiencias siguen ahí cuando médicos y enfermeras acusan estar desarmados.

Frente a esa señal de alarma, la incapacidad de ofrecer respuestas desde el Congreso resulta tan escandalosa como ilustrativa del cambio político de fondo que experimentamos: nadie que no sea el presidente López Obrador puede representar la orfandad.

Vayamos al caso del Senado, donde quedó al descubierto la irrelevancia que el bloque PAN-PRI-PRD-Movimiento Ciudadano tiene en la coyuntura, al no haber podido conseguir la modificación de nada: ni del quórum que quería frustrar en la sesión del lunes ni de la orden del día con el punto único de aprobar con urgencia, a solicitud presidencial, la Ley de Amnistía y, mucho menos, la agenda gubernamental que niega las vicisitudes en la atención hospitalaria al COVID-19.

Políticos profesionales como Miguel Osorio, Miguel Mancera, Damián Zepeda y Dante Delgado fueron ignorados en su convocatoria al presidente Andrés Manuel López Obrador para diseñar salidas al abasto sanitario y a la crisis económica. ¿Por qué?

Porque el objetivo de la concentración de poder es inhabilitar cualquier contrapeso en 2021 que pueda abrirle paso a una alternancia en 2024. Por eso las invitaciones al consenso y las iniciativas independientes, ciudadanas o de autoridades no morenistas, carecen de eco.

Por eso nadie atendió públicamente la propuesta de Gustavo de Hoyos, al frente de la Coparmex, de diferir la declaración fiscal. Aunque, al final, el gobierno cedió y el SAT anunció una prórroga.

Por eso, en la Cámara de Diputados nadie le hace segunda a la coordinadora del PRD, Verónica Juárez Piña, cuando advierte que la agresiones al personal de salud también son institucionales cuando trabajan con precariedad.

Porque la tarea de la mayoría morenista en el Congreso es reiterar que México tendrá salvación en la emergencia, gracias a la austeridad, a pesar de que existen fundadas sospechas de que ésta es causa del agobio y de la orfandad que se extiende a sectores históricamente afines al Presidente, como los creadores.

Fue triste observar cómo nadie de la Secretaría de Cultura, de Alejandra Fraustro, se asomó a la protesta virtual de los artistas por la eliminación del Fonca, a quienes la titular de la Función Pública, Irma Sandoval, mandó a serenarse y a no defender “un fondo salinista”.

Más lamentable resultó la tardía aparición de la directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, en el asunto de los ventiladores, para criticar a los neoliberales de la ciencia, sin reconocer que gracias a los esquemas que defenestra opera el consorcio que ahora desarrolla el prototipo del que presume.

Y mientras esa retórica y la de tantos funcionarios nos atosiga, los constructores independientes de respiradores afrontan la burocracia de una administración caótica que, en vez de sumarlos, les pone el pie: sea por requisitos inalcanzables de la Cofepris o por las contradicciones entre la Secretaría de Economía, Conacyt y Cancillería.

¿Quién, políticamente hablando, puede hoy abanderar con éxito los reclamos de orfandad de pacientes y médicos?

Ni siquiera un político formado en la escuela de los acuerdos como el canciller Marcelo Ebrard se atreve a salirse del guion de cero contacto con cualquiera que reclame, cuestione o critique las acciones gubernamentales.

La finta que el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, le aplicó a la oposición, haciéndole creer que no tendría quórum, para avasallarla después, fue aderezada con sus declaraciones a Leticia Robles ayer, en Excélsior: no seremos rehenes de la minoría, porque no es indispensable en el avance de los planes de gobierno.

 

 

 

La claridad con la que el experimentado político evaluó la irrelevancia numérica y política del PAN, PRI, PRD y MC debería alertar a los ilusos que esperan que el caos se traduzca en posibilidades electorales para acotar al Presidente.

Porque nadie les va a invitar un café en Palacio para que sean partícipes de nada.

O salen a la calle a representar a quienes padecen los dudosos resultados del gobierno o serán engullidos por la imparable concentración de poder.