MUJERES INDÍGENAS, AGENTES DE CAMBIO PARA LA ALIMENTACION EN SUS COMUNIDADES : FAO

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CIUDAD DE MEXICO .- El acceso a los derechos de las mujeres indígenas es una aspiración legítima para lograr su empoderamiento y es una condición necesaria para erradicar el hambre y la malnutrición en las zonas rurales de México, señaló hoy la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

El Proyecto de Seguridad Alimentaria para Zonas Rurales (PESA) que ejecuta la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) con el apoyo técnico de la FAO, arrancó  el proceso para identificar y fortalecer los contenidos de la Escuela de Liderazgo para Promotoras Indígenas en Seguridad Alimentaria.

Para ello, participaron en un primer taller mujeres promotoras de PESA de las etnias maya, mazahua, nahua, otomí, rarámuri, tenek, tzeltal, tzotzil y zapoteca, provenientes de los estados Chiapas, Chihuahua, Estado de México, Querétaro, San Luis Potosí, Oaxaca, Puebla y Quintana Roo.

Las más de 20 mujeres contribuyeron a delinear el objetivo, perfil de ingreso, perfil de egreso, competencias y contenidos de la Escuela de Liderazgo, cuya primera generación egresará en 2019.

El intercambio les permitió identificar las necesidades de aprendizaje que actualmente tienen las mujeres indígenas como promotoras rurales, para lograr que las comunidades más marginadas del país puedan salir adelante, sin dejar a nadie atrás.

Es por eso que la escuela de liderazgo buscará capacitar a mujeres indígenas en el manejo de grupos, gestión de proyectos y procesos administrativos, el relacionamiento político y la organización comunitaria.

Mujeres visibles y con derechos

Algunos de los principales desafíos identificados por las participantes fueron el acceso desigual a recursos productivos como la tierra y a la capacitación, así como la persistencia de estereotipos de género y el machismo en las comunidades rurales.

Asimismo, las participantes identificaron que estas desigualdades se ven fortalecidas por algunos proyectos productivos orientados a las mujeres, pues brindan menores inversiones y capacitación en comparación con aquellos dirigidos a los hombres, y se centran en actividades ligadas a los hogares.

“Nosotras podemos perder ese miedo que a veces no nos permite avanzar como mujeres indígenas. Si creemos en nosotras mismas podemos cambiar esa mentalidad que muchas veces se vive en nuestros pueblos y ser un granito de arena para mejorar nuestras formas de alimentación y nuestra relación con el medioambiente”, señaló  María Luisa Bustillos, promotora comunitaria de PESA y autoridad tradicional rarámuri en el estado de Chihuahua.

Las participantes también identificaron diversas áreas donde las mujeres indígenas tienen un enorme potencial de participación, como la conservación de semillas criollas, la promoción de una mejor alimentación y la organización comunitaria.

Por esta razón, el rol de las promotoras comunitarias de PESA ha resultado tan importante para la implementación del proyecto.

Así lo explicó Lucía Pérez Luna, mujer tzeltal que trabaja como promotora en el estado de Chiapas: “PESA llegó en el 2011 a nuestra comunidad, Las Manzanas, en el municipio de Tenejapa. Desde entonces hemos aprendido muchas cosas, hemos compartido ideas con las mujeres en las comunidades, hablando en nuestra lengua. Empezamos a organizarnos y empezamos a trabajar”.

Sin dejar a nadie atrás

El taller tuvo lugar los días 3 y 4 de diciembre, en el marco de las actividades de PESA.

Se espera que la primera generación de la escuela de liderazgo egrese durante el primer semestre de 2019, y cuente con un resultado multiplicador: Las mujeres capacitadas podrán replicar lo aprendido tanto en sus comunidades como en sus regiones.

PESA lleva más de 15 años trabajando por la seguridad alimentaria de familias rurales en localidades de alta y muy alta marginación del país, mediante acciones de inclusión productiva, aumento de la productividad y la promoción del desarrollo humano y social.

Hasta ahora, el proyecto ha beneficiado directamente a más de 895 mil mujeres y a casi 3.5 millones de personas de manera indirecta.

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