OBISPOS, NO ESCANDALICEN AL PUEBLO: PAPA FRANCISCO @sacroprofano @lastampa @vatican_es
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO.- “A los sacerdotes y a los obispos les pido: cuiden al pueblo santo de Dios, ¡no lo escandalicen!”. El ejemplo de Óscar Arnulfo Romero, mártir y emblema de El Salvador, en las palabras del Papa. Francisco se reunió hoy con cinco mil fieles llegados a Roma para participar en la canonización del “obispo de los pobres”, este domingo 14 de octubre en la Plaza de San Pedro. Ahí, en el Aula Pablo VI del Vaticano, escuchó la petición en bloque de los obispos salvadoreños: iniciar el proceso para declarar al arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980, doctor de la Iglesia.
“El mensaje de san Óscar Romero va dirigido a todos sin excepción. Él repetía con fuerza que cada católico ha de ser un mártir, porque mártir quiere decir testigo, es decir, testigo del mensaje de Dios a los hombres”, sostuvo el pontífice, hablando en español. Fue una audiencia de fuertes trazos latinoamericanos, con alegría y música, que empezó temprano con una misa.
Luego llegó el Papa. La expectación era grande, porque muchos esperaban el anuncio de una visita apostólica a El Salvador. Desde hace meses, los obispos del país la piden con insistencia. Primero apuntaron a lograr que el líder católico canonizase a Romero en su país. Desechada esta opción, en junio el cardenal Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador, habló con Jorge Mario Bergoglio y le planteó la posibilidad de un gira corta, incluso de algunas horas, al margen del ya programado viaje a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud de enero. “Me gusta la idea”, deslizó el líder católico.
Pero el anuncio no llegó esta vez. De todas maneras los pastores salvadoreños no se desanimaron. Al contrario, doblaron la apuesta y volvieron a insistir con su invitación. El encargado de transmitir el mensaje de saludo al pontífice, a su llegada al Aula Pablo VI, fue José Luis Escobar Alas, actual arzobispo de San Salvador. No sólo pidió el viaje papal, hizo otras solicitudes.
“Deseo suplicarle, en nombre de los pastores del pueblo de Dios, de la manera más atenta, humilde y respetuosa, tenga a bien autorizar la apertura del debido proceso para que san Oscar Arnulfo Romero sea declarado doctor de la Iglesia, pues estamos seguros que su valiosísimo magisterio ayudará a la Iglesia, a la falta de fe y será un mensaje ante las violaciones gravísimas de los derechos humanos”, dijo.
Una petición que nadie esperaba y que podría convertirse en un poderoso signo del actual pontificado. Luego, renovó la solicitud del viaje. “En nombre de todos los salvadoreños le extendemos una cordial invitación a visitar nuestro país. Le invitamos a visitar a monseñor Romero y le pedimos que, en esa misma ocasión, tenga la bondad de beatificar al padre Rutilio Grande. Tener a su santidad en nuestro país será una inmensa gracia”, continuó.
Se refirió así al sacerdote asesinado en 1977 y cuyo ejemplo impulsó un viraje en el compromiso pastoral de Romero. El propio obispo mártir confesó que, a su llegada a la Arquidiócesis de San Salvador, uno de los que más le animó fue Grande, pocas semanas antes de su homicidio. Actualmente, el proceso de beatificación de este jesuita se encuentra abierto en la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano.
Antes de concluir su mensaje, el arzobispo Escobar Alas habló de los “momentos de turbulencia” que vive la Iglesia por los escándalos de los últimos meses (a causa de los abusos sexuales contra menores) y aseguró la “enorme fidelidad”, el “total apoyo” y la “oración constante” de todos los salvadoreños por su ministerio petrino.
Inmediatamente después tomó la palabra el Papa. No hizo el esperado anuncio de viaje, tampoco habló del posible nombramiento de doctor de la Iglesia. Pero sí repasó algunos trazos característicos en la figura de Romero. “San Óscar veía al sacerdote colocado en medio de dos grandes abismos: el de la misericordia infinita de Dios y el de la miseria infinita de los hombres”, señaló. Y lo puso como ejemplo para los presbíteros, pidiéndoles que trabajen sin cercar para que Dios perdone sin cesar a los hombres que se arrepienten de su miseria.
“Desde aquí envío mi saludo a todo el pueblo santo de Dios que peregrina en El Salvador y vibra hoy por el gozo de ver a uno de sus hijos en el honor de los altares. Sus gentes tienen una fe viva que expresan en diferentes formas de religiosidad popular y que conforma su vida social y familiar”, dijo.
“Sin embargo, no han faltado las dificultades y el flagelo de la división y de la guerra; la violencia se ha sentido con fuerza en su historia reciente. No son pocos los salvadoreños que han tenido que abandonar su tierra buscando un futuro mejor. El recuerdo de san Óscar Romero es una oportunidad excepcional para lanzar un mensaje de paz y de reconciliación a todos los pueblos de Latinoamérica”, abundó.
Al final, pronunció algunas palabras fuera del discurso preparado. A Romero, afirmó, la gente lo quería porque el pueblo de Dios “sabe olfatear bien dónde hay santidad”. Agregó que, entre los presentes, debía agradecer a mucha gente pero, como no podía saludar a todos, convocó a una persona elegida especialmente: Angelita Morales, una mujer que siempre estuvo junto al obispo mártir y a quien llamó al escenario para un saludo particular.
El Papa se despidió con una broma: Preguntó a los presentes si habían pagado el ingreso a la audiencia y todos respondieron que no, a coro. Entonces exclamó, desatando la risa y el aplauso generalizado: “Ahora van a tener que pagar y el precio es que recen por mí”.
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