PARA ENTENDER LAS DECLARACIONES DE FRANCISCO EN CHILE: @sacroprofano
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO, ITALIA.- No cesan de filtrarse en la prensa chilena cartas y correos electrónicos privados de cardenales, en medio de un juicio millonario interpuesto por las víctimas de abuso de un famoso sacerdote contra el Arzobispado de Santiago
Casi un “vatileaks”. O, mejor dicho, un “chileleaks”. Es lo que afronta la Iglesia católica chilena desde hace algunas semanas. Una situación de crisis explosiva, aprovechada por una opinión pública hostil y derivada de una serie de filtraciones de cartas y correos electrónicos privados de los dos más importantes cardenales del país: Ricardo Ezzati Andrello y Francisco Javier Errázuriz. Ahora el mismo Papa quedó en medio de este fuego cruzado, por un video en el cual defiende a un obispo cuestionado por supuestamente encubrir abusos sexuales. Francisco asegura que no existen pruebas contra el clérigo, y tiene razón. Pero las críticas no se aplacan.
La polémica consta de varias partes, pero todas tienen un mismo protagonista: Fernando Karadima, otrora poderoso sacerdote y párroco de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de El Bosque, un acomodado barrio de la capital Santiago. Por años gozó de “fama de santidad” y la utilizó para ejercer un poder que condicionó todo el contexto eclesial. En 2010 salieron a la luz denuncias contra él por abusos sexuales a menores y en 2011 fue declarado culpable por la Santa Sede.
Su caso provocó una crisis cuyos ecos se sienten hasta la actualidad, aunque a sus 85 años se encuentra separado de todo ministerio sacerdotal. En su momento de mayor actividad logró que cuatro de sus pupilos llegaran a ser obispos, entre ellos Juan Barros Madrid, quien fue auxiliar de Valparaíso, titular de Iquique y ordinario castrense. Cuando en enero pasado el Papa lo designó como responsable de la diócesis de Osorno, se desató el descontento.
Barros es acusado por tres víctimas de Karadima como cómplice de los abusos. Dicen que estuvo presente en alguno de los ataques. Pero las denuncias han sido sólo mediáticas, al menos hasta ahora. Por lo pronto no se tiene registro de juicio alguno contra el obispo. Aún así un grupo de personas de Osorno, apoyadas por las víctimas, iniciaron una tenaz campaña contra la llegada de Barros.
Mientras la tensión subía en Chile, antes de tomar posesión en su nueva diócesis, el obispo viajó a Roma para un retiro espiritual y fue recibido por Francisco. Entonces le ofreció su renuncia, pero el pontífice no se la aceptó porque está convencido de su inocencia. Eso quedó patente en un video que, a distancia de muchos meses, acaba de salir a la luz.
Apenas unos días atrás la grabación apareció en el programa Ahora Noticias. Se trata de un registro casero, durante los saludos finales en la audiencia pública papal del 6 de mayo pasado en la Plaza de San Pedro. Ahí estaba presente Jaime Coiro, ex portavoz de la Conferencia Episcopal y actual secretario adjunto, quien habló de una Iglesia “que está sufriendo”.
Refiriéndose al caso Barros, Bergoglio exclamó: “Si, pero es una Iglesia que perdió la libertad dejándose llenar la cabeza por políticos, juzgando a un obispo sin ninguna prueba después de 20 años de ser obispo. Piensen con la cabeza y no se dejen llevar de las narices por todos los zurdos que son los que armaron la cosa. Además la única acusación que hubo contra ese obispo fue desacreditada por la corte judicial así que, por favor, no pierdan la serenidad”.
Y apuntó: “Osorno sufre sí, por tonta, porque no abre su corazón a lo que Dios dice y se deja llevar por las macanas que dice toda esa gente. Yo soy el primero en juzgar y castigar a alguien con acusaciones de ese tipo pero en este caso ni una prueba, al contrario. De corazón se lo digo, a ver si me ayudás en eso”.
El Papa se refería a una campaña impulsada por un grupo de legisladores y otros políticos que juntaron firmas y viajaron hasta Roma para hacer llegar al Vaticano su descontento. Además, del video se desprenden varias cosas: Francisco siempre conoció la situación, mandó a investigar los detalles y tiene una postura tomada. Y el tono de sus palabras denotó una cierta molestia por los dolores de cabeza que, durante semanas, le causó este asunto. Un acento quizás producto de la vergonzosa toma de posesión de Barros en Osorno, cuando los quejosos no respetaron ni la catedral e irrumpieron en la celebración, con toda clase de faltas de respeto.
Producto de la grabación los representantes legales de una de las víctimas, Juan Carlos Cruz, emitieron un exhorto internacional dirigido al Vaticano para pedir información sobre la acusación desestimada por los tribunales a la que se refirió el Papa en su conversación informal.
Lo hicieron porque Cruz y otras dos víctimas (James Hamilton y José Andrés Murillo) están en juicio contra la Iglesia de Chile. Se trata de un proceso millonario, por el cual piden una indemnización de 450 millones de pesos (más de 650 mil dólares). Y en medio de este litigio se filtraron correos electrónicos y cartas sustraídas a los cardenales.
Los textos, difundidos por la prensa, dejan mal parado sobre todo a Francisco Javier Errazuriz, arzobispo de Santiago hasta 2010. Y constatan la preocupación de su sucesor en el arzobispado capitalino, Ricardo Ezzati, por el proyecto de integrar a Juan Carlos Cruz en una comisión del Vaticano para la protección de menores. Ese nombramiento finalmente no se dio, debido a la intervención de ambos prelados. Y también por una regla no escrita de la Santa Sede: Todas las víctimas que se han reunido con los Papas y que han sido consideradas para proyectos específicos, han tenido procesos de reconciliación con la Iglesia.
Resultaba muy difícil, por no decir imposible, que el Vaticano diese entrada en un organismo de su jurisdicción a una persona que tiene demandada a la Iglesia por millones, que critica con dureza públicamente al Papa y que sostiene una campaña contra un obispo al cual Francisco considera inocente.
En las últimas horas otra carta se ha filtrado. Está fechada a mediados de 2010 por Errázuriz y dirigida a Karadima. La misma ha sido interpretada por algunos medios de comunicación en Chile como la prueba de que el cardenal nunca dio un verdadero valor a las denuncias de las víctimas. Tal vez porque inicialmente fue prudente y quiso asegurar que fuesen verosímiles. Pero en realidad, para esas fechas, el Vaticano ya estaba investigando el caso por instancias del mismo purpurado. Poco más de seis meses después la sentencia estaba dictada. Y tocó a su sucedor, Ezzati, anunciar públicamente la culpabilidad del imputado, cosa que no pudo hacer la justicia penal.
Por lo pronto el juicio civil de las víctimas contra el Arzobispado de Santiago continúa. No sería extraño que también sigan las filtraciones y, con ellas, la noche oscura de la Iglesia chilena.
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