PASIÓN POR CORRER / “DE TRAMPAS Y DECEPCIONES” #MartesDeColumnas @ayalaross1 en @elheraldo_mx
Lejos de la élite atlética, y en el mundo de los simples mortales, aunque parezca mentira, hay amateurs que recurren a este tipo de sustancias
Todavía recuerdo la gran decepción que muchos sentimos al enterarnos de que el análisis de Ben Johnson, tras la final olímpica de 100 metros en Seúl 1988, dio positivo a doping. Tras haber visto con asombro en la televisión aquella demostración de poder nunca antes vista en el atletismo con una marca de 9.79 segundos, todos nos sentimos engañados por él y los falsos números.
El positivo de Johnson, fue para quienes entonces teníamos 18 años, como perder la inocencia y después de eso ya nada nos sorprende. El doping en el atletismo es un fenómeno en continúo crecimiento, pero en los últimos años, los casos de dopaje han aumentado escandalosamente en Kenia. Muchos de sus atletas, considerados como la élite del atletismo mundial, han sido descubiertos en el consumo de sustancias prohibidas, y en consecuencia, han sido sancionados.
El caso más reciente es el de Rhonex Kipruto, uno de los fondistas más importantes del mundo y récord mundial de 10K, que fue sancionado por la Unidad de Integridad del Atletismo (AIU), de World Athletics, por “el uso de una sustancia o método prohibido” en sus entrenamientos.
Fue a partir de los años 80 que sustancias como la EPO (eritropoyetina) se empezaron a utilizar por los atletas, porque ese químico es capaz de aumentar en el organismo la producción de glóbulos rojos.
“Ahora, la gran mayoría de los casos comparten un denominador común: triamcinolona acetonida, el cual está clasificado como glucocorticoide por la Agencia Mundial Antidopaje, lo que significa que no está prohibido fuera de competición. Si se administra, a través de un método prohibido (inyección, oral y rectal), y aparece en un control en competición, constituye una infracción de las normas antidopaje”, apunta la web, Let’s run. Este medicamento ayuda a los atletas a perder peso, desarrollar músculo y ganar resistencia.
Pero lejos de la élite atlética, y en el mundo de los simples mortales, aunque parezca mentira, hay corredores amateurs que recurren a este tipo de sustancias sin pudor alguno, escudándose en el hecho de que ellos no buscan un lugar en un podio y que no van a afectar a nadie con lo que consuman.
Es verdad, pero también se trata de una cuestión de honestidad personal, pues se considera trampa, en cualquier ámbito deportivo, el consumir productos que ayudan a rendir más, sabiendo que están prohibidos.
Y es que en el momento en que, para obtener resultados de alto nivel, se hace trampa, se deja de ser un verdadero atleta, y ¿cuál es el mérito de mejorar una marca si se hace gracias a ayudas de sustancias no permitidas?
Oficialmente quien hizo trampa habrá logrado una marca insuperable, podrá hasta creérsela y presumir con los amigos, pero ¿de qué le sirve a una persona acostumbrada a correr muchos kilómetros, que entrena todos los días, caer en la tentación de elegir el camino más corto para llegar a la meta? Tal vez se convierta en un perdedor, aunque haya logrado su mejor marca.
POR ROSSANA AYALA
AYALA.ROSS@GMAIL.COM
@AYALAROSS1