PASIÓN POR CORRER / “EL PESO” DE LA MEDALLA #MartesDeColumnas @ayalaross1 en @elheraldo_mx

COLUMNA, NACIONAL, POLÍTICA

Y es que “el peso” de una medalla, y no me refiero a su valor en gramos, sino a esa carga que todo lo reduce en ganar o perder en la vida, es mucho más grande y pesado de lo que podríamos imaginar.

Y no me refiero a su valor en gramos, sino a esa carga que todo lo reduce en ganar o perder en la vida, es mucho más grande y pesado de lo que podríamos imaginar

Cuando hablamos de los grandes maratonistas de élite, pensamos en titanes del asfalto y sus hazañas como Haile Gebrselassie, Eliud Kipchoge, Paula Radcliffe, Abebe Bikila, Catherine Ndereba, Wilson Kipsang o Joan Benoit Samuelson, por mencionar solo algunos. Sus historias son la representación de la lucha constante entre el éxito y el fracaso. Una existencia dedicada, por no decir secuestrada, por una actividad deportiva en la que se juegan, en poco más de dos horas, lo que para ellos es su vida: el sustento y el reconocimiento como atletas.

Y es que “el peso” de una medalla, y no me refiero a su valor en gramos, sino a esa carga que todo lo reduce en ganar o perder en la vida, es mucho más grande y pesado de lo que podríamos imaginar. Un estudio realizado por la Universidad de Toronto revela que los atletas de élite son mucho más propensos a experimentar trastornos de salud mental, como depresión y ansiedad, a causa del estrés y la presión a la que están sometidos. Ahora ya son cada vez más los deportistas que hablan abiertamente de este tema e incluso han puesto una pausa en sus carreras para cuidarse y recuperarse.

Un destacado embajador sobre el tema de salud mental es sin duda Eliud Kipchoge. La keniata que ganó medallas de oro olímpicas en el maratón de Río en 2016 y en Tokio en 2020, pero abandonó en París 2024, que batió el récord mundial de maratón en Berlín en 2022 y ha ganado 15 de los 19 maratones en los que ha competido; ha mostrado una gran fortaleza mental a lo largo de su carrera, y su enfoque en promover valores como la confianza y la fe en uno mismo ha sido el factor clave de su carrera . Con su lema: “Haz del mundo un mundo de corredores” y “ningún ser humano tiene límites”, ha inspirado a millones de atletas en el mundo.

Para nosotros, los corredores aficionados, el mérito no es menor. Cruzar la meta de un maratón no solo es motivo de gran satisfacción, es el hecho de saberse capaz de alcanzar una meta tan ambiciosa como lo son los 42.195 kilómetros. Es privarse de gustos y hacer lo necesario durante meses o años para lograrlo. Es hacer malabares entre el trabajo y la familia para entrenar con disciplina y determinación. Para estos corredores una medalla es un trofeo, un reconocimiento es todo ese esfuerzo, pero sobre todo a la capacidad de superarse a sí mismo.

Pero también hay que tener cuidado con “el peso” de esa medalla. Está claro que no somos Haile Gebrselassie, Eliud Kipchoge o Paula Radcliffe. No vivimos de correr, mucho menos podemos controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor y con nuestros entrenamientos. Lo sí podemos hacer es decidir cómo nos enfrentamos, sin agobio, a los retos diarios que nos plantea la vida para lograr ese objetivo. El destino de todo aquel que comienza en esta actividad no es necesariamente correr un maratón, o apuntarse a una carrera de cualquier otra distancia. Esto no es un deber; correr es un regalo y como tal, lo más importante es disfrutarlo.

POR ROSSANA AYALA