PASIÓN POR CORRER / LIBRES AL CORRER #MartesDeColumnas @ayalaross1 en @elheraldo_mx
El tamaño de una pista o la prisión no limitan el hecho de perseguir la sensación de libertad de esta disciplina
El instinto de correr es tan poderoso en los seres humanos que es capaz de vencer cualquier obstáculo o limitación de tiempo y espacio.
Recientemente, el chino Pan Shancu, quien se encuentra aislado en la ciudad de Hangzhou por la presencia del coronavirus, harto de estar en cuarentena, sentado, y de no poder salir a ejercitarse en el exterior, creó su propio circuito en la sala de su casa y corrió en cuatro horas, 48 minutos y 44 segundos un total de 50 kilómetros.
Como Pan Shancu, hay otros personajes en la historia que, cuando se han visto imposibilitados de correr en el exterior, idearon formas de ejercitarse en espacios limitados. Nelson Mandela, por ejemplo, quien pasó 27 años de su vida en la cárcel, corría en su celda y sin moverse de su lugar hasta 10 kilómetros diarios y así, corriendo, resistió hasta que fue liberado, para después librar él a los sudafricanos de un régimen racista y autoritario.
Nos viene también a la mente uno de los más grandes corredores de toda la historia, el checo Emil Zátopek, La Locomotora Humana (1922-2000), el primer atleta en romper la barrera de los 29 minutos en los 10 km, en 1954, y el único en ganar la medalla de oro en las tres distancias de fondo en unos mismos Juegos Olímpicos (Helsinki 1952). Nunca se perdió un entrenamiento, ni siquiera durante la guerra. Si las reglas bélicas lo obligaban a permanecer encerrado en casa después del anochecer, él no tenía ningún problema en superar el obstáculo: se iba a una habitación y empezaba a saltar en el mismo sitio durante una hora entera.
Zátopek hacía lo mismo cuando era soldado y no podía abandonar el servicio de guardia, por lo que corría sin moverse de su sitio. Escribe el atleta: “Por supuesto, para los demás yo solía ser objeto de diversión. Se reían también cuando alzaba las rodillas durante horas, me preguntaban si era normal e intentaban convencerme de que aquello no tenía sentido”. Naturalmente, no lo consiguieron.
Y para el chino Pan Shancu, ser una de las miles de personas que se encuentran atrapadas en su casa por precaución ante el brote de coronavirus, no supuso un contratiempo para dar seis mil 250 vueltas a su circuito casero de tan sólo ocho metros. Como él, muchos chinos corredores buscan formas creativas de hacerlo en interiores.
No cabe duda que el tamaño de una pista o la prisión no limitan el hecho de perseguir la sensación de libertad que el correr nos puede dar; porque se corre también para soltar y superar condicionamientos y limitaciones personales, que nos impiden lograr lo que buscamos, más allá de barrotes o paredes reales o imaginarias.
Al final de la carrera no cuenta la meta, tampoco el resultado, lo que se busca es tener un espacio, un remanso de soledad, para poner la mente en paz y las ideas en orden, en medio del caótico mundo en el que vivimos.