¿POR QUÉ BRASIL HA VOTADO POR EL FASCISTA BOLSONARO? #JuevesDeMasColumnas @MarcelSanroma
Una vez consumada la anticipada victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de este domingo en Brasil, de nada sirve ponerse las manos en la cabeza y lamentarse. Los brasileños, los mismos que lo eligieron, tienen a partir de enero, cuando tomará posesión, el deber de ejercer de contrapeso ante la posibilidad de que a Bolsonaro se le suba el triunfo a la cabeza y olvide que los 55 millones de compatriotas que le votaron no son igual de homofóbicos, racistas, clasistas, misóginos, machistas y belicistas que él.
Porque no lo son. Brasil no ha pasado a ser, en cuestión de meses, un país ultra, desinhibidamente fascista. Todas las figuras públicas brasileñas que han respaldado al candidato outsider, capitán del ejército en la reserva, entre las que se cuentan exfutbolistas del calibre de Rivaldo, Cafú o Ronaldinho, no son ahora ultraderechistas.
La victoria de Bolsonaro se resume en la situación crítica que vive Brasil, consumido por la violencia, la pobreza y desquiciado por el vasto alcance del escándalo de corrupción de la petrolera estatal Petrobras, que la justicia ha demostrado que impregnó a casi toda la clase política y a buena parte del empresariado más afín a los núcleos de poder.
Desde hace más de un lustro mantengo contacto esporádico con una chica brasileña, blanca, llamada Carol, y ayer, tras semanas de tentación, no pude resistirme a cuestionarle por las elecciones. Me confirmó mi sospecha de que votó por Bolsonaro y se justificó argumentando que Brasil ahora mismo “está perdido” y pasando una “situación muy triste”. “No tenemos sanidad pública, la gente se muere en los pasillos de los hospitales y nadie hace nada para remediarlo. El Partido de los Trabajadores ha participado en el mayor escándalo de la historia de Brasil”, me relató. “No soy racista ni homofóbica, de hecho tengo familiares negros y gays, y de alguna manera están de acuerdo conmigo en que necesitamos orden y menos corrupción”, agregó, antes de sentenciar: “Vemos en Bolsonaro una esperanza para un futuro mejor, un futuro en el que podamos volver a vivir con mayor libertad y seguridad”.
Su diagnóstico no me sorprendió, pero sí me llamó la atención la gran similitud entre sus razones y las de todos aquellos que, en los últimos meses, han repetido en México que Andrés Manuel López Obrador era la esperanza de mucha gente que parecía no ver salida a los problemas actuales con las recetas habituales. De hecho, es fácil comprender la similitud: Brasil y México comparten varias características y problemas, resumidos en un sistema político profundamente corrupto y una violencia rampante y al alza.
La diferencia fundamental es la receta elegida. No es momento ni lugar de discutir quién es y qué representa AMLO, pero es a todas luces evidente que está a años luz de ser un fascista que odia a los negros, a los gays, a las mujeres y a los pobres. La cuestión fundamental, pues, es: ¿Por qué México eligió a un candidato relativamente moderado, aunque con ciertos brotes mesiánicos, y perfilado en la izquierda mientras que Brasil ha elegido a un fascista?
La respuesta es que no hay razones específicas para explicar que países que comparten buena cantidad de características (además de las mencionadas, ambos son potencias económicas en América Latina, racialmente diversos y sin un problema de inmigración, por ejemplo) hayan elegido caminos tan distintos entre sí. AMLO arrasó en las elecciones porque una parte muy significativa de los electores mexicanos vio en él algo distinto, alguien que representa una fórmula política que no se percibe como agotada. Bolsonaro ganó por las mismas exactas razones, y quizás si no fuera tan extremista, hubiera arrasado también.
Quizás la pregunta parte de una premisa errónea, y en realidad la cuestión es que México dispuso este año de un escalón intermedio del que Brasil no ha dispuesto en estas elecciones. Dicho de otra manera: México todavía pudo optar por un candidato moderado ante la crisis de confianza en el sistema político; Brasil, no. Las elecciones brasileñas han compartido características con las italianas, por ejemplo, donde la extrema derecha de Matteo Salvini se presentaba como lo verdaderamente diferente, junto al Movimiento 5 Estrellas, que aunque no lo parezca, también está en el gobierno. Las mexicanas, en cambio, se parecieron más a las francesas, donde un moderado de centro-izquierda se postuló como alternativa, con la amenaza del Frente Nacional en los talones. Si Macron fracasa, que lo está haciendo, Marine Le Pen está al acecho. Por el momento, aquí vimos cómo un personaje como El Bronco ya se coló en la boleta electoral.
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