RECOBRARÁ CATEDRAL SUS ‘VIRTUDES’

NACIONAL

CIUDAD DE MEXICO .- FeEsperanza y Caridad, las tres esculturas de Manuel Tolsá que remataban la fachada de la Catedral Metropolitana y debieron retirarse en 2017 por los daños que les produjo el sismo del 19 de septiembre, retornarán a su sitio una vez restauradas, informó la coordinadora de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, Liliana Giorguli.

Es la primera vez en 200 años que este conjunto escultórico recibe una restauración integral, en la que se invertirán entre 2 y 3 millones de pesos, procedentes del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), señaló la especialista.

La intervención de las tres virtudes teologales, de 4 toneladas cada una, comenzó el mes pasado en el recinto religioso del Centro Histórico capitalino y se prolongará 10 meses, detalló Giorguli, quien condujo también la restauración de la estatua ecuestre de Carlos IV El Caballito -también de Tolsá-, dañada en 2013 por contratistas del Gobierno capitalino cuando la limpiaron con ácido nítrico.

El sismo del 19 de septiembre de 2017 derribó La Esperanza. La caída pulverizó la cabeza de la escultura, que será restituida durante los trabajos, explicaron Giorguli y Diego Jáuregui, responsable de las labores junto con su colega Juan Manuel Rocha.

El ancla metálica -elemento distintivo- acumula igualmente deterioros por la caída, de acuerdo con el diagnóstico del conjunto escultórico.

A Caridad, el movimiento telúrico casi la empujo al suelo. Hizo girar su base cuadrangular, en un impulso que rompió la esquina del bloque próxima el pie de la escultura. Ésta “caminó” hacia la orilla, y unos segundos más de temblor le habrían precipitado.

Fe, en cambio, permaneció en su posición, con la cruz metálica que la distingue, y desprovista de mano desde un tiempo indeterminado: esta extremidad la desprendió la bandera nacional, con su fuerza al ondear, refirió Giorguli.

Datos de la Catedral Metropolitana indican que la bandera instalada durante las celebraciones cívicas en el asta que corona el recinto catedralicio pesa aproximadamente 35 kilos.

“El tipo de deterioro que tiene esta superficie lisa (correspondiente al muñón) es evidencia de un desgaste paulatino: habla de muchísimo tiempo que la bandera ha ido redondeándola en un efecto de pulimento”, explicó la académica.

El diagnóstico del INAH no sólo expuso los daños de estas piezas, pues el estudio resaltó también la notable factura.

“Tienen una talla excepcional que describe la calidad de trabajo, el nivel de detalle y de precisión con la que Manuel Tolsá trabajaba.

“En un análisis comparativo con El Caballito podemos apreciarlo: parecía hecho para verse muy cerca. Hasta el último cabellito estaba labrado, las uñas de Carlos IV, los pelitos de la pata del caballo, todo el elemento de la corona, y lo mismo pasa con estas piezas de Catedral: aunque están a la distancia, cualquiera de las tres esculturas tienen, por ejemplo, las uñas perfectamente talladas, los pliegues de las manos y de los pies, y todos los detalles de expresión del rostro, por supuesto las volumetrías y las caídas de los paños tienen un nivel de detalle, como si las piezas fueran a ser vistas a cortísima distancia”, describe la especialista.

Giorguli destaca, además, la estabilidad de la piedra constituyente de las obras, factor que abona en la decisión de colocarlas de nuevo en el lugar para el cual fueron creadas.

“Si las piezas estuvieran en un proceso de deterioro, por supuesto que la alternativa de resguardarlas en un sitio para darles mayor estabilidad hubiera sido muy correcta. Hasta este momento creemos que las piezas deben regresar al lugar para el cual fueron diseñadas, pero si no regresaban, no quedaría la fachada sin ellas: hubiéramos tenido que hacer unas réplicas que se pusieran en el lugar para mantener el discurso iconográfico de la fachada y su discurso estético formal”, aclaró.

En caso de hallar, durante las tareas de restauración, datos de deterioro que aconsejen no subirlas, recurrirán entonces a la instalación de réplicas, previno, para resguardar las originales en un espacio donde puedan apreciarse sin exponerlas al intemperismo.

La intervención, que involucra a un equipo de diez expertos, considera la limpieza, la estabilización y la consolidación de las esculturas, la reintegración y la reposición de faltantes, así como el refuerzo de los sistemas de sujeción del conjunto escultórico.

Participarán expertos de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH para ocuparse de los elementos arquitectónicos, como las cornisas y los bloques de piedra sobre los cuales se afianzarán las esculturas.

Para el óptimo mantenimiento de las piezas, el INAH entregará, al término de los trabajos, recomendaciones y lineamientos a las autoridades religiosas, puntualizó Giorguli.

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