RETROVISOR / CANDIDATOS: CADA QUIEN SU GOLPE #MartesDeColumnas @ivonnemelgar
Corrupción e impunidad es la dupla temática que está marcando a la competencia presidencial.
Y así pudo confirmarse ayer en la pasarela de la Convención Bancaria, donde los representantes del PRI, Frente opositor y Morena desplegaron sus ofertas.
Ganador del aplausómetro, el exsecretario de Hacienda, José Antonio Meade, disfrutó la afinidad del público y propuso una fiscalía autónoma.
Pero, además de afinar su postura ante una errática PGR, hay otra situación que parece habérsele revertido al equipo político del candidato: El manejo mediático de la llamada Estafa Maestra.
Entre priistas y funcionarios del gobierno es sabido que la titular de la Sedatu, Rosario Robles, antes de la Sedesol, ha padecido fuego amigo con la difusión de dicho expediente.
Cualquier revisión seria y sin fobias del manejo mediático de la llamada Estafa permite advertir que en la funcionaria han recaído señalamientos que la Auditoría Superior de la Federación no personalizó hasta ahora.
En medio del jaloneo aun en curso por las candidaturas del PRI al Congreso, se le subió volumen mediático al asunto, que ha terminado por afectar la campaña.
Porque al margen de la suerte de Rosario Robles, a quien alguien busca sacar de esas listas legislativas, ahora Meade necesita explicar qué tanto supo de la llamada Estafa Maestra, si fue omiso o si ésta representa al gobierno.
Y es que, en las campañas de un partido en el poder, resulta imposible deslindar entre funcionarios de uno u otro grupo.
Apenas ayer, Meade comentó que él metería la mano al fuego “por prácticamente todos” los funcionarios ahí reunidos.
Más tarde, cuestionado sobre el alcance de su reivindicación, el candidato aclaró que al 100 % sólo podía responder por él.
En su turno, Ricardo Anaya fue interrogado sobre la PGR y el presunto lavado de dinero del que mediáticamente lo acusa el PRI.
Ya en su rol de perseguido político, el frentista buscó la empatía de los banqueros: “Hoy soy yo y mañana es cualquiera de ustedes. Ahora resulta que tú vendes un inmueble y tienes la obligación de investigar previamente a la persona que vendiste”.
Impulsor desde 2016, cuando era presidente del PAN, del discurso electoral de ofrecer cárcel a los gobernadores, Anaya tiene la abolladura de un golpe que arrastrará a lo largo de la campaña.
Todavía ahora, aun cuando el panista consiguió un respaldo significativo a su denuncia de que la PGR “es una suerte de casa de campaña alterna del PRI”, hay quienes desde el cuarto de guerra de Meade le apuestan a una salida penal antes de que Anaya quede registrado mañana ante el INE.
La tensión entre corrupción e impunidad cobra en la historia del candidato del Frente niveles dramáticos, porque la moneda está en el aire en cuanto a qué narrativa saldrá victoriosa en esta puja.
De un lado, está la versión de un PRI que acusa al opositor de corrupto, sin probarlo todavía; y del otro, tenemos la defensa de la coalición PAN-PRD-Movimiento Ciudadano, que señala al caso como ejemplo del uso faccioso de la PGR.
La tensión tendrá resultados en las urnas cuando sepamos quién ganó o perdió votos. Si el PRI que acusa a Anaya de ser dos caras. O el frentista que ayer dijo a los banqueros ser víctima de “una verdadera infamia”.
Apenas este jueves, la encuesta de Ulises Beltrán documentó aquí que los escándalos afectaron la percepción del potencial electorado sobre los candidatos.
El 37% atribuyó el caso de Anaya a una estrategia del PRI y del gobierno para debilitar su candidatura. Sin embargo, un 23% cree que las acusaciones son ciertas y 22% considera que ambas razones coexisten.
La encuesta reveló que, de los enterados de la Estafa Maestra, 74% piensa que Meade hizo poco o nada por investigar o castigar a quienes supuestamente desviaron recursos.
En cuanto a la incorporación del exlíder minero Napoleón Gómez Urrutia en la lista de candidatos plurinominales de Morena, el 46% reprueba que López Obrador busque protegerlo con la posibilidad del fuero.
Es un hecho que AMLO goza de un liderazgo que le ha permitido cobijar en su campaña, sin costos en las encuestas, a controvertidos personajes.
Pero el encuentro de ayer con los banqueros evidenció que sobre el abanderado de Morena gravitan dudas en torno a su oferta de combatir la corrupción con el ejemplo.
Las preguntas formuladas a López Obrador dieron cuenta de las reservas que en las élites persisten sobre él.
Y si bien buscó disipar temores con la promesa de que no habrá expropiaciones ni confiscación de bienes, al final azuzó con la advertencia de que, ante un fraude, habrá descontento.
Ahí están las tres apuestas. La de Meade: Una biografía que describe impoluta y por encima del partido y el gobierno que representa.
La de Anaya que, asumiéndose víctima del uso político de las instituciones, plantea romper el pacto que desde el poder ha mantenido la impunidad.
Y la oferta de López Obrador, que habla de limpiar la corrupción de arriba para abajo y amarrar al tigre de la inconformidad social que, según amagó, quedará suelto si pierde a la mala.
ESTA COLUMNA SE PUBLICA EN EXCÉLSIOR