RETROVISOR / ¡DESPISTADOS! @ivonnemelgar

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La aclaración presidencial es un atento aviso para todos aquéllos que desestimen el poder y la capacidad de Peña Nieto en la sucesión presidencial.

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¿A quiénes se refería el presidente Enrique Peña cuando habló de los despistados?

A muchos les quedó el saco porque interpretaron la aclaración como un desmentido al supuesto predestape del titular de Hacienda, José Antonio Meade, a cargo del canciller, Luis Videgaray.

De manera que con el irónico comentario de Peña, este jueves, se dieron por aludidos quienes aseguraban tener información privilegiada de que Meade será el candidato presidencial del PRI.

Lo cierto es que mientras el esperado destape no ocurra, ninguna información privilegiada puede darse por buena, aun cuando ésta haya procedido de Los Pinos.

Y es que la prudencia resulta obligada en materia de sucesiones, porque existen antecedentes en la historia presidencial mexicana.

Los casos se han recordado en los últimos días: que si el yerro de que era Sergio García Ramírez cuando se trataba de Carlos Salinas; que si la cargada de muchos que esperaban que fuera Manuel Camacho, pero resultó ser Luis Donaldo Colosio.

O la anécdota que da paso al tapadismo con Adolfo Ruiz Cortines, quien cuidó de las intrigas a su sucesor Adolfo López Mateos fintando con la idea de que el bueno era Gilberto Flores Muñoz.

Hay, sin embargo, un motivo adicional para el escepticismo cuando se trata de pronósticos sobre designaciones a cargo del presidente Peña: el llamado estilo personal de gobernar.

Ha sido una constante del sexenio que varias quinielas de cambios en el gabinete derivaron en fake news. También hemos visto cómo acciones relevantes no se filtraron a la prensa.

Por ejemplo: mientras se barajeaban varios nombres de secretarios y gobernadores para relevar a Manlio Fabio Beltrones, en la dirigencia del PRI, el Presidente sorprendió con la designación de Enrique Ochoa, quien fue destapado mientras comparecía en el Senado como titular de la CFE.

Pero la referencia más significativa del carácter pragmático de Peña cuando se trata de elegir entre varios prospectos, fue su definición en el Estado de México, en 2011, a favor de Eruviel Ávila.

Cuentan quienes atestiguaron las horas previas al destape que, en un evento del gobernador Peña, el entonces alcalde de Ecatepec se quedó solo con su BlackBerry, mientras la cargada, con los colegas reporteros y camarógrafos incluidos, corría tras de Alfredo del Mazo.

Ese viernes 25 de marzo, la clase política mexiquense se fue a dormir pensando que el presidente municipal de Huixquilucan era el ungido. Hubo festejos entre sus colaboradores.

Pero en la madrugada del sábado 26, el gobernador pidió a todos los aspirantes que se cerraran filas a favor de Eruviel.

¿Dados esos antecedentes y la aclaración presidencial de este jueves, debe inferirse que Meade no será el candidato de unidad del PRI, después de que en agosto se abrieron las postulaciones presidenciales a candidatos sin filiación partidista, como es su caso?

No. Es frívolo pretender que un prospecto como el secretario de Hacienda se encuentra fuera de la jugada sólo porque el funcionario de mayor influencia en Los Pinos osó exaltarlo.

La aclaración presidencial, sin embargo, no es trivial. Es un atento aviso para todos aquéllos que desestimen el poder y la capacidad de Peña en la sucesión presidencial.

Vayamos a la declaración textual: “Andan bien despistados todos. Yo creo que el PRI no habrá de elegir a su candidato, seguro estoy, a partir de elogios y aplausos”.

Y hubo más: “Son muchos los servidores públicos, cuadros que han sido mencionados que tienen trayectoria, que tienen reconocimiento…”.

No es la primera ocasión en que Peña sostiene que hay varios perfiles sobre la mesa y que en tanto no exista un anuncio oficial, todos cuentan: Meade, el político tecnócrata; José Narro, un político de la alternancia; Aurelio Nuño, el político peñista, y Miguel Osorio, el político del PRI.

De modo que si el Presidente aún no consumó la liturgia del destape, resulta imprudente cualquier pretensión de rebasarlo, así sea en voz de su confiable canciller.

El dilema recae en los nombres, pero en el fondo presenta una terrible disyuntiva: ¿debe el PRI renegar de sí mismo para ser competitivo? ¿Es el peñismo un sello que resta en términos electorales? ¿Resulta inevitable recurrir a un perfil no priista?

Porque el apuntalamiento de Meade está sustentado en la idea de que mientras más ajeno al priismo peñista sea el candidato, mejor.

¿Son esos los despistados a los que se refirió en su aclaración el Presidente? ¿O sólo quiso despistarnos unos días más para garantizarle a Meade el indispensable cierre de filas de Narro, Nuño y Osorio?

Lo cierto es que a unas horas de que se despeje la incógnita, Peña decidió despistar a propios y extraños.

Porque el Presidente de “los memes”, a quien se le ha pretendido caricaturizar como el presidente despistado, ha decidido administrar las pistas de la sucesión y despistarnos. Y esto aplica para el PRI y también en la infiltrada oposición.

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