RETROVISOR / EL NUEVO ORDEN DEMOCRÁTICO DEL PRESIDENTE @ivonnemelgar #MartesDeColumnas en @elheraldo_mx

IVONNE MELGAR, NACIONAL, POLÍTICA

A diferencia de otros gobernantes de izquierda de la región que etiquetaron como enemigos de sus proyectos a las oligarquías, el imperialismo yankee y los militares, el Presidente de la República optó por otros adversarios.
Gracias a un respaldo sin precedentes en el México contemporáneo, Andrés Manuel López Obrador cuenta con el poder necesario para cambiar los pesos y contrapesos del sistema político. Y en eso está.

En contraste, ha decidido darse el lujo del silencio cuando las cosas se complican con Estados Unidos, ofreciendo siempre “amor y paz” para Donald Trump.

Es un presidente que evita confrontarse con los empresarios, a quienes describe comprometidos con la transformación que su gobierno propone.

Cuidando transmitir cotidianamente que todo marche bien con el poder económico y los inversionistas nacionales y globales, las críticas presidenciales a este sector se han limitado al señalamiento de los contratos leoninos que  paga la CFE y al recordatorio de que ya no gozará de la condonación de impuestos.

Aun cuando hay analistas de negocios que en sus columnas ventilan que los empresarios suscriben, en privado y en voz baja, los cuestionamientos que ha hecho Gustavo de Hoyos, dirigente de la Coparmex, a la cancelación del NAIM, al impulso de Santa Lucía y Dos Bocas, a la descalificación a la CRE y la CNDH, al golpe constitucional en Baja California, entre otros asuntos, el Presidente no ha querido hasta ahora darse por aludido.

Por el contrario: siempre que es interrogado sobre asuntos conflictivos con la iniciativa privada, López Obrador asegura que habrá buenos acuerdos y elogia a Carlos Salazar Lomelín, al frente del Consejo Coordinador Empresarial.

Y con el Ejército y la Marina –a cuyos altos mandos impugnó en campaña–, el Presidente actúa como su principal defensor, reivindicándolos y deslindándolos de lo que él denominó “la guerra de Calderón”.

Pero a diferencia de sus antecesores –y a pesar de la persistente ola criminal que coloca al secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, como el más atrasado del gabinete–, López Obrador asegura que no caerá en la trampa de abrir fuego contra la delincuencia organizada, porque confía en superarla combatiendo las causas que, dice, desataron la violencia.

Así que la dureza de la 4T, por lo pronto, se centra en sacar adelante los compromisos con Trump, conteniendo a los migrantes centroamericanos, una tarea que ha confirmado los niveles de eficacia del canciller Marcelo Ebrard y del titular del Instituto de Migración, Francisco Garduño.

Es una dureza que ya alcanzó a dirigentes de productores de Morena, el senador José Narro Céspedes y el diputado Eraclio Rodríguez, a quienes el Presidente ha etiquetado como “líderes de nylon” y a los que ayer les recetó la advertencia del nuevo orden democrático.

“Yo no voy a ser cómplice de corruptos. A mí me eligieron para poner orden y acabar con la corrupción, que es el cáncer que estaba destruyendo a México. Ahora sí que ofrezco disculpas por las molestias que el combate a la corrupción ocasiona”, advirtió López Obrador.

El Presidente volvió este viernes a la idea del orden democrático, cuando contó que había decidido pagar las indemnizaciones que reclaman los campesinos que tienen tomada la caseta de Durango a Mazatlán.

“Porque es una mala imagen de anarquía, de desorden, independientemente de que sea una demanda justa. No es posible que más de un año estén ahí cobrando por pasar. Eso no es correcto. Tenemos que ir poniendo orden. La democracia es orden, orden democrático, no es anarquía”, anunció López Obrador.

Es el nuevo orden que desoye a la CNDH y a los defensores de las estancias infantiles, que duda del INE y que, en Tabasco, ha resuelto aplicar la cárcel a quienes hagan bloqueo en pozos petroleros y en la obra de la refinería de Dos Bocas.

Más que desmontar el tinglado económico de lo que él denomina el neoliberalismo, el Presidente ha centrado sus peleas en las organizaciones de la sociedad civil, incluidas las campesinas y las sindicales, que, con sus clientelas, históricamente habían participado en el reparto de los bienes de la administración pública y presupuestal.

Como parte de la tarea de arrancar de raíz la corrupción y lo que él llama “el saqueo” de los negocios privados al amparo de la vida pública, el Presidente también ha etiquetado como sus adversarios y portadores de la resistencia al cambio de régimen a los organismos autónomos, los jueces que aceptan amparos contra sus obras, los intelectuales, la prensa y la  oposición, a la que esta semana emplazó a prepararse para un recorte del 50% en el financiamiento partidista

Son actores y sectores que deberán ir entendiendo el nuevo orden democrático.